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Jorge Corrales Quesada
05/09/2017, 17:06
EL CAPITALISMO Y SUS NOMBRES

Por Pedro Schwartz
Library of Economics and Liberty
An Economist Looks at Europe
7 de noviembre del 2016

El crecimiento económico moderno -la duplicación simultánea del ingreso y de la población en cincuenta o setenta años- ha sido el mayor triunfo del capitalismo. [1]
─C. Nick Harley

Nada está más de moda que echar por los suelos al capitalismo. Se ha dicho que el capitalismo es gravemente desigual y que se ha basado en la explotación de los débiles. Que divide a la sociedad en clases que luchan entre sí. Que su progreso ha destruido a comunidades e incluso a civilizaciones enteras. Que se está haciendo insostenible, pues contamina la atmósfera, agota los mares y pone en peligro a la biodiversidad. Que su consumismo desenfrenado socava las éticas del trabajo y del ahorro y de la inversión, que le permitieron florecer. Que ha sustituido mediante una regimentación encubierta a la libertad natural del individuo, Que ha envenenado las facultades superiores de los humanos, al reducirlos a una simple razón instrumental. Que mira a la sociedad como si fuera un conglomerado de átomos individuales, en vez de un todo armonioso. Que, en su corazón, es profundamente inmoral, al promover una ambición antisocial y una competencia belicosa, que minan a las inclinaciones más fraternales y de colaboración de la humanidad.

Dejaré para otro día la defensa antes tales acusaciones. En esta columna quiero ponerme en posición de ataque. No veo a la historia del capitalismo como si fuera un progreso puro, que no haya sido manchado por la crueldad: así, durante una cantidad de siglos las sociedades mercantiles de Europa y de los Estados Unidos comerciaron con esclavos y los explotaron; finalmente fueron emancipados, no por razones económicas, sino por un impulso moral y religioso. [2] Pero, cualesquiera que sean sus tachas, quiero mostrar uno de sus logros indudables. Quiero mostrar lo que el capitalismo ha hecho por los pobres.

EL NOMBRE QUE TODOS ADOPTARON

En este momento, el nombre “capitalismo” ya está bien establecido e incluso ha sido adoptado por los amigos de la libertad individual. Inicialmente, el término fue usado peyorativamente para referirse a la economía de libre mercado, acuñado, nada menos, que por su gran enemigo Karl Marx y su amigo Friedrich Engels. Pero, lentamente, se ha convertido en un término de apreciación del heterogéneo proceso histórico, que está dando lugar a logros en el bienestar humano, que incluso hasta los dogmáticos más ciegos deben reconocer.

Un ejemplo de esa recién hallada respetabilidad es la publicación en el 2014 de los dos volúmenes de la Cambridge History of Capitalism; constituye una contribución académica inesperada, un rayo de luz bienvenido entre la oscuridad anti-liberal desatada por la Gran Recesión de inicios del siglo XXI. Así, en el segundo volumen de este trabajo colectivo, el profesor Leandro Prados de la Escosura ha escrito un artículo acerca del “Capitalismo y el Bienestar Humano,” el cual lo inicia con la siguiente aseveración:

“[En] una comparación a más largo plazo, que abarca la última mitad del milenio, […] la evidencia sugiere que la industrialización y la globalización han tenido efectos positivos a largo plazo sobre el bienestar, no sólo a causa de niveles de ingreso más altos, sino porque la desigualdad declinó.” (P. 504).

Este es un reconocimiento espléndido de los poderes del capitalismo. Sin embargo, ‘el modo capitalista de producción’ (para usar la expresión de Marx, su archi-crítico) no debería de reducirse a la industrialización y a la globalización. Primero, en cuanto a las causas del nacimiento y expansión del capitalismo, uno debería escarbar más profundamente en las condiciones por las cuales llegó a existir. Una explicación puramente materialista del progreso del capitalismo, como fue aquélla de Marx, no sólo es incompleta, sino que también incluso puede ser peligrosa; los ejemplos de la Alemania Imperial, de la Unión Soviética y, tal vez, de la China de mañana, nos advierten de que las autoridades pueden querer desviar la economía de mercado en dirección de la industria pesada y de las exportaciones a cualquier costo, debido a que ellos ven al desarrollo capitalista como un instrumento del poder del estado.

Segundo, en cuanto a los resultados sociales del crecimiento y extensión del capitalismo, resaltar el ‘bienestar’ y la ‘igualdad’ resulta, de nuevo, ser superficial y, también, puede conducir a la política pública en una dirección indeseable. Por supuesto que los niveles de ingreso más elevados en todas partes, son una de las consecuencias bienvenidas del capitalismo. Por supuesto que una economía de mercado, libre y competitiva, reduce la desigualdad mucho más que las economías tradicionales o planificadas. No obstante, el análisis debería ser más profundo. Estos resultados bienvenidos fluyen de una mayor libertad de oportunidades que se da bajo el capitalismo. Con medidas de un estado de bienestar e igualadoras, las autoridades pueden, sin proponérselo, cortar el camino para lograr un progreso social mayor. Las políticas públicas que suspenden el funcionamiento de la competencia, a fin de ampliar el bienestar y la igualdad, pueden que terminen teniendo como costo al crecimiento y a la libertad individual. Nunca debemos olvidar que es a partir de la libertad individual que fluyen todas estas cosas buenas -el avance científico, el progreso técnico, la producción capitalista, la reducción de la pobreza, la movilidad social, la salud y la longevidad y también la representatividad política- todas esas características que están reflejadas en el “Índice de Desarrollo Humano” de las Naciones Unidas.

DEFINICIONES DE CAPITALISMO

Tradicionalmente la discusión política se ha visto plagada por una insistencia en una definición previa de los términos. Aristóteles, además de ser empíricamente mentalizado y observador, pensó que el conocimiento avanza por la definición de las esencias de las cosas y por el análisis de las características distintivas resumidas en la definición de cada esencia. Perseguir esencias es una búsqueda triste. Las así llamadas ‘definiciones’ del capitalismo deben ser vistas como hipótesis acerca de las condiciones para el nacimiento y desarrollo de este modo de organización de la sociedad.

En la práctica, las ‘definiciones’ de capitalismo por parte de historiadores y economistas institucionales, aparentando buscar aclarar el término, en realidad destacan aquellos de sus diversos elementos instituciones, que han provocado la obsolescencia de las economías tradicionales o de comando. Así, cuando Deepak Lal (2001, páginas 71 y siguientes) define al capitalismo, destaca los rasgos del individualismo, la curiosidad inquisitiva, los ambientes sociales y legales favorables a los mercaderes y el reconocimiento de la propiedad privada por el estado, implícitamente estaba contrastando las tradiciones e instituciones capitalistas, con aquéllas de sociedades más estancadas. Cuando Larry Neal, en su Introducción al volumen I de Cambridge History of Capitalism (página 2), agregó a ‘mercados con precios sensibles’, él estaba contrastando eso con el rechazo instintivo de la especulación en el mercado y con el anhelo de los ‘precios justos’ de las sociedades reguladas. La adición de Neal de ‘gobiernos que apoyaran’ a sus condiciones para el capitalismo, es una idea peculiar, en el sentido de que puede sorprender a más de uno de los libremercadistas, que Neal desarrolló en el mismo libro, al presentar al mercantilismo como la matriz histórica de los mercados libres y del libre comercio.

Aún más no convencional es el retrato que hace Deirdre McCloskey del capitalismo. (2006, p. 14). A las definiciones típicas, ella agrega la libertad laboral, mercados sensibles a los precios; ella sustituye la regla de la ley por un gobierno que apoya y la corona con un recordatorio del consenso ético, que previene que los pecados de la envida y la ira no maten a la innovación. Este último elemento es un rasgo característico de su énfasis en el lado moral e intelectual de la revolución capitalista. Ella habla de la “retórica burguesa”, como un elemento decisivo en el cambio hacia una sociedad que trabaja más duro, que ahorra prudentemente y que invierte con fines de obtener ganancias –que fue primeramente desarrollada a plenitud en la república de los mercaderes de los Países Bajos. Por lo tanto, estas ‘definiciones’ muestran algunas diferencias reveladoras. Los así llamados ‘anarco-capitalistas’ rechazarían de entrada a la necesidad de Larry Neal de contar con un gobierno que fuera favorable, como condición para el capitalismo y lo mismo harían en cuanto a las condiciones de Lal de ‘gobiernos que apoyen’. Y esta última condición claramente se convierte en el ensayo de Prado en una demanda de la ejecución y la intervención estatal, si uno lo lee en su totalidad.

Aun así, el contraste con la visión de capitalismo en las ‘definiciones’ de arriba, expuesta por Marx y Engels (1848), no podía ser más absoluta. Dado que, para aquellos dos comunistas, era la clase burguesa, como un todo, no las personas individuales, quienes creaban “las fuerzas productivas más masivas y colosales que lo que la suma de todas las generaciones previas hizo en el pasado.” Y, para ellos, la acumulación de capital físico y financiero fue una máquina que se movía a sí misma, impulsada por leyes históricas irresistibles, no como era para McCloskey, el resultado de un cambio en los valores morales.

Todo lo que esto muestra es que no estamos tratando con definiciones, sino con hipótesis históricas rivales, acerca de las condiciones institucionales e intelectuales y las creencias éticas para los establecimientos progresivos de los mercados libres.

CÓMO LES VA A LOS POBRES BAJO EL CAPITALISMO

Permítanme iniciar el debate acerca de posibles explicaciones, registrando el progreso al momento actual. En el año 2000, las Naciones Unidas le plantearon al mundo la tarea de lograr los “Objetivos de Desarrollo para el Milenio” (ODM). Tales objetivos eran

“1. Erradicar la pobreza y el hambre; 2. Lograr la universalización de la educación primaria; 3. Promover la igualdad de género y empoderar a las mujeres; 4. Reducir la mortalidad infantil; 5. Mejorar la salud maternal; 6. Combatir el SIDA, la malaria y otras enfermedades; 7. Asegurarse de la sostenibilidad medioambiental; 8. Desarrollar una colaboración global para el desarrollo.”

En todos ellos se ha logrado progresar, tal como lo hizo notar el Reporte del 2015 sobre el ODM. Permítanme enfocarme en la erradicación de la pobreza y del hambre.

Usando dólares corregidos por la inflación, el primer Objetivo del Milenio fue “reducir a la mitad, entre 1990 y el 2015, la proporción de personas cuyo ingreso era menor de $1 al día”. De hecho, tomando en cuenta incluso al límite aún más elevado de $1.25 al día, el objetivo de reducir a la mitad la proporción de los muy pobres en comparación con la población total, se logró cinco años antes, en el 2010. Para el período 1990-2015, los resultados reales (ilustrado en el Gráfico 1) fueron:

· La pobreza extrema ha declinado significativamente durante las últimas dos décadas. En 1990, cerca de la mitad de la población en el mundo en desarrollo vivía con menos de $1.25 al día; esa proporción se redujo al 14 por ciento en el 2015.

· Globalmente, el número de personas viviendo en pobreza extrema ha declinado en más de la mitad, reduciéndose de 1.9 miles de millones en 1990 a 836 millones en el 2015.


GRÁFICO 1. Número de personas viviendo con menos de $1.25 al día en todo el mundo, 1990-2015.
El número de personas viviendo en pobreza extrema ha declinado en más de la mitad desde 1990.
file:///C:/Users/JORGEC~1/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image002.jpg (http://www.econlib.org/library/Columns/y2016/SchwartzGraph1.jpg)

Fuente: Reporte del 2015 de los Objetivos de Desarrollo Mundial para el Milenio, p. 15. Naciones Unidas.

Una reducción de la tasa de pobreza extrema del 47% al 14% es un desarrollo que debe ser aclamado. Y también lo es una disminución del número de los muy pobres en 2.44 millones. A pesar de ello, los autores del reporte justamente reiteran que “a pesar del enorme progreso, cerca de 800 millones de personas viven aún en pobreza extrema.” (Naciones Unidas 2015, Overview, página 8).

Angus Deaton (2013, páginas 249-255) toma las cifras y fechas del Banco Mundial: $1.25 en dólares del 2005, lo cual, para una familia de cuatro, significa $1.825 al año. Al respecto, el número de personas en extrema pobreza se redujo de 1.5 miles de millones en 1981 a 8.05 millones en el 2008. Dado un incremento de la población en esos años, de casi 2 mil millones de personas, la proporción de un número más pequeño de los muy pobres sobre una población más grande, tiene que haber caído más rápidamente: así lo fue –de 42% a 14%.

Necesariamente estas cifras deben ser aproximaciones, dada la dificultad de obtenerlas en todo el mundo y de referirlas a personas en muchas situaciones sociales diferentes. La pobreza puede ser medida estimando el ingreso total o el gasto total, por medio de dos métodos: uno es mediante encuestas de hogares, preguntándoles a las familias y contando cuántos viven en el hogar; el otro es por medio de las cuentas del ingreso nacional, las cuales deben tener cifras del ingreso y gasto per cápita, para cada país. [3] Como quiera que sea su precisión en cuanto a los números absolutos, estas dos fuentes pueden usarse para comprobar la una con la otra y, como lo enfatiza Deaton, son más confiables para mostrar tendencias. Es más, uno necesita decidir qué tipo de cambio usar, cuando compara gastos o ingresos entre países que tienen diferentes monedas. Los tipos de cambio de los mercados son volátiles y reflejan muchas circunstancias distintas, de manera que es mejor definir el valor de intercambio mediante una comparación de los poderes adquisitivos de las monedas en sus respectivos países. Aun así, las Paridades de Poder de Compra (PPC) brindan resultados cuestionables. Un pensamiento final (Deaton, página 255) es que en los países en donde los pobres constituyen una proporción sustancial de su población, hay millones de personas que están justamente por encima o por debajo de las líneas de pobreza, de manera que un cambio pequeño en la definición, incrementa o reduce sustancialmente a los números.

Aun así, el resultado grande y comprensivo es que, a pesar de su carácter aproximado, los números nos brindan una indicación confiable de una mejoría. El incremento en el ingreso por hogar, en conjunto con el incremento de la población, constituye una indicación clara de mejores estándares de vida. Tal como lo relata McCloskey (página 16), de 1830 al 2000 la población del mundo aumentó “en un factor de seis.” Entre tanto, agrega ella, “[l]a cantidad de bienes y servicios producidos y consumidos por la persona promedio en el planeta ha aumentado, desde 1830, en un factor de alrededor de ocho y medio.” Esto último significa que la producción total per cápita debe haber aumentado en catorce y media veces –no en un 14.5 por ciento, sino en un 1.550 por ciento. ¡Thomas Malthus refutado por la productividad capitalista!

BIENESTAR INDIVIDUAL BAJO EL CAPITALISMO

El incremento fenomenal en la productividad por cabeza, desde la época de las ciudades estados de los mercaderes en el norte de Italia durante el siglo XIII hasta el día de hoy, ha sido la máquina principal para la mejoría de la condición humana durante los últimos cinco siglos. En la explicación del progreso reciente de la humanidad, ésta es la razón por la cual quiero separar al elemento de echt Kapitalismus [Capitalismo real], de las mezclas adicionadas de bienestar social en nuestra época.

No hay duda que el capitalismo de bienestar creado en Occidente durante el último siglo ha incrementado, directa o indirectamente, el bienestar de la humanidad. En el ensayo anteriormente citado, el Profesor Prados sigue el ejemplo de muchos otros distinguidos economistas, en cuanto a la preferencia para medir el progreso de las sociedades capitalistas mediante el “bienestar”, en vez de la productividad por cabeza. El bienestar él lo define tal como la hace las Naciones Unidas, en su arriba citado Índice de Desarrollo Humano (IDH), en donde, además del ingreso nacional per cápita, se incluyen la esperanza de vida al nacer y la escolaridad y la alfabetización. En algunas versiones del IDH, éste es corregido por la desigualdad, afirmando así, imperceptiblemente, la superioridad del capitalismo social-democrático por encima del capitalismo de laissez faire.

De ninguna manera doy a entender que el bienestar, tal como es medido por el IDH, no sea importante. También, el progreso del PIB per cápita es, en todo caso, parcialmente influido por los avances en las dimensiones reflejadas en las métricas del IDH; hay una retroalimentación de salud, educación, “de agenciarse” y de igualdad hacia la productividad, tal como es medida por el PIB per cápita. Pero, en gran parte, estos desarrollos son usos en vez de causas del crecimiento del producto nacional. Incluso uno podría vislumbrar esas políticas sociales redistributivas, principalmente como detracciones del crecimiento logrado por el mercado libre.

EL CRECIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN POR CABEZA

En resumen, deberíamos tomar al producto interno bruto por cabeza como el mejor indicador del progreso fenomenal de nuestras sociedades durante los últimos siete siglos. Con todos sus defectos como medida del ingreso [4] y por la imprecisión de los datos de períodos remotos, el PIB por cabeza es lo que más se aproxima a la medición del efecto del sistema capitalista sobre la sociedad, como si lo hubiera sido, de arriba abajo, por un sistema de laissez faire.

La fuente clásica de la evolución del PIB per cápita es el gran historiador económico Angus Maddison (1926-2010), quien murió después de una vida de investigación incesante. Sus discípulos y sus amigos han decidido continuar sus esfuerzos en el “Proyecto Maddison: investigación colaborativa acerca de las cuentas nacionales históricas” ["Maddison Project: collaborative research on historical national accounts"], una de las cuales aparece ilustrada en el Gráfico 2, PIB per cápita, ajustado por la inflación:


Graph 2. GDP per capita, inflation adjusted
file:///C:/Users/JORGEC~1/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image004.jpg (http://www.econlib.org/library/Columns/y2016/SchwartzGraph2.jpg)

Gráfico compilado a partir de los datos de Angus Maddison, que compara los PIB per cápita de unas pocas de las principales economías a partir de 1700 d.C.
Fuente: M Tracy Hunter.

El Gráfico 2 me justifica suficientemente cuando hablo del “milagro económico del capitalismo.”

LOS ANTI-CAPITALISTAS BATIDOS EN RETIRADA

Aunque nacido en Escocia, Angus Deaton, Premio Nobel en Economía en el 2015 es, por inclinación, un liberal en el sentido en que se usa en los Estados Unidos [Nota del traductor: estatista o intervencionista] en vez de un liberal clásico. En su análisis detallado de lo que él llama The Great Escape [El Gran Escape] (2013), él muestra que los avances en salud, en parte independientes del mercado, han contribuido a mejorar el destino de la humanidad. La contención de la enfermedad y la extensión de la vida de lo cual hemos sido testigos durante los últimos dos siglos, sin duda que se han debido, al menos en parte, a la intervención gubernamental y a la política internacional. Yo mismo escribí hacer varios años un comentario acerca de Edwin Chadwick y John Stuart Mill, en donde expuse la historia de su defensa de la intervención administrativa para luchar contra la expansión del cólera en algunos distritos de Londres, logrando que las autoridades locales limpiaran el agua de beber contaminada. (Schwartz, 1966). Deaton expone con elocuencia las contribuciones estatales en cuanto al cuidado de la salud que transforma las vidas.

Aquí, de nuevo, apelo a la autoridad de McCloskey, cuando ella enfatiza los elementos espirituales y morales en la historia del capitalismo. [5] El punto de vista puramente materialista del desarrollo del capitalismo, presentado por Marx y Engels, es aun excesivamente influyente. No es tan sólo que las medidas para mejorar la salud, elocuentemente relatadas por Deaton, habrían estado fuera del alcance de la mayoría de no haber sido por la productividad económica de los mercados libres. Más importante aún, los avances en el conocimiento en los cuales se basa el milagro de la salud, en el fondo son resultados de la libertad de pensamiento y de descubrimiento. También lo mismo se puede decir del mercado. El capitalismo no es sino una de las formas de la libertad individual.



REFERENCIAS
Deaton, Angus (2013): The Great Escape. Health, Wealth and the Origins of Inequality. Princeton University Press.
Fogel, Robert William (1989): Without Consent or Contract. The Rise and Fall of American Slavery. W.W. Norton, New York.
Harley, C. Nick (2014): "British and European industrialization", en Larry Neal & Jeffrey G. Williamson, eds.: The Cambridge History of Capitalism, volumen. I, p.p. 491-532. Cambridge University Press.
Lal, Deepak (2001): Unintended Consequences. The Impact of Factor Endowment, Culture, and Politics on Long-Run Economic Performance. MIT Press.
Maddison, Angus (2016): http://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=34088252 (http://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=34088252)
Marx, Karl, & Engels, Friedrich (1848): The Communist Manifesto. Diversas ediciones.
McCloskey, Deirdre Nansen (2006): The Bourgeois Virtues. Ethics for an Age of Commerce. Chicago University Press.
—— (2016): Bourgeois Equality. How Ideas, not Capital or Institutions, Enriched the World. Oxford University Press.
Neal, Larry, & Williamson, Jeffrey G., eds. (2014): The Cambridge History of Capitalism. Vol. I, The Rise of Capitalism: From Ancient Origins to 1848. Vol. II, The Spread of Capitalism: From 1848 to the Present. Cambridge University Press.
Pinkowskyi, Maxim, & Sala-i-Martin, Xavier (2009): "Parametric estimations of the World Distribution of Income" (http://www.nber.org/papers/w15433), Working Paper 15433, NBER.
Prados de la Escosura, Leandro (2014): "Capitalism and Human Welfare", en Neal et al. (2014), p. p. 501-538. Cambridge University Press.
Schwartz, Pedro (1966): "John Stuart Mill and Laissez Faire: London Water". Economica, N.S. volumen 38, número 129, febrero, p. p. 71-83.
United Nations (2016): Report on the Millennium Development Goals. http://www.undp.org/content/undp/en/home/sdgoverview/mdg_goals/mdg1/ (http://www.undp.org/content/undp/en/home/sdgoverview/mdg_goals/mdg1/)and http://www.un.org/millenniumgoals/2015_MDG_Report/pdf/MDG%202015%20rev%20(July%201).pdf (http://www.un.org/millenniumgoals/2015_MDG_Report/pdf/MDG%202015%20rev%20(July%201).pdf)
United Nations (anual): Human Development Index.
http://hdr.undp.org/sites/default/files/2015_human_development_report.pdf (http://hdr.undp.org/sites/default/files/2015_human_development_report.pdf)



NOTAS AL PIE DE PÁGINA
[1] Harley, C. Nick (2014): "British and European industrialization", en Larry Neal & Jeffrey G. Williamson, eds.: The Cambridge History of Capitalism, volumen I, p.p. 491-532. Cambridge University Press.
[2] Fogel (1989),"Afterword".
[3] Pinkowskyi & Sala-i-Martin (2009) juntan tanto a las encuestas con los datos del ingreso nacional –un control cruzado que hace que sus resultados sean más confiables. También, ellos presentan sus resultados en forma de curvas de distribución normal [curvas en forma de campana], lo cual permite que uno vea sus resultados intuitivamente, en el grado en que ellas difieran de una forma de distribución (log)- normal.
[4] Ver Angus Deaton (2013) páginas 169-173. El PIB per cápita incluye el ingreso generado en el país para beneficio de partes extranjeras, las ganancias no distribuidas de las empresas y los excedentes presupuestarios de los gobiernos federal, estatal y local. Desde el punto de vista del progreso personal, podríamos querer usar el ingreso personal disponible o bien los gastos de los consumidores.
[5] Depak Lal (1998) también destaca al elemento del individualismo y la curiosidad científica, para ser agregados a las dotaciones de factores y a las políticas, para la explicación del entonces ‘Prometeico’ crecimiento del capitalismo.



Pedro Schwartz es el profesor de investigación en economía “Rafael del Pino” de la Universidad Camilo José en Madrid. Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en Madrid y es un contribuyente frecuente de los medios europeos en temas actuales financieros y de las escena social. Actualmente es presidente de la Sociedad Mont Pelerin.