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Jorge Corrales Quesada
04/09/2017, 21:27
Nada se pierde si tenemos presente el resultado de cien años de comunismo; por el contrario, nos sirve de recordatorio y de alerta pues todavía hay muchos creyentes en las profecías casi religiosas que se ofrecieron hace un siglo. Por ello, comparto mi traducción de este artículo.

EL LEGADO SANGRIENTO DEL COMUNISMO CUMPLE 100 AÑOS

Por Marion Smith
Foundation for Economic Education
Jueves 27 de abril del 2017

En este mes, hace cien años, un tren impulsado por la locomotora No. 293 llegó a la Estación Finlandia en Petrogrado (San Petersburgo). Aunque llegó tarde en la noche, una gran multitud lo esperaba blandiendo banderas rojas y sosteniendo flores. Dentro de un carro sellado del tren, estaba un pasajero que pronto se convertiría en el dictador del primer estado marxista del mundo: Vladimir Ilyich Ulyanov, más conocido por Lenin.

Regresando después de una década en el exilio, fue recibido con júbilo por los camaradas socialistas, jóvenes y viejos, quienes un mes antes habían depuesto a Nicolás II. “La Revolución Rusa lograda por ustedes,” declaró Lenin en la estación, “ha abierto una nueva época.” Una nueva época, para estar seguros, pero ciertamente no mejor para los más de 100 millones de personas quienes, en el transcurso del siguiente siglo, serían torturados, perseguidos y asesinados en nombre del comunismo.

Trágicamente, en el 2017 para algunos estos hechos son controversiales -incluso desconocidos para muchos. En particular, una gran porción de la generación del milenio no se ha dado cuenta de ello y es indiferente ante los horrores y engaños del comunismo, así como por compañeros de viaje de ideología colectivista, el socialismo.

Un estudio llevado a cabo por YouGov encontró que sólo el 33% de la generación del milenio está familiarizado con Lenin. De aquellos familiarizados, un 25 por ciento lo mira favorablemente. El estudio también reveló, entre otras inferencias perturbadoras, que el 32 por ciento de los de la generación del milenio creen que más personas fueron asesinadas por la administración de George W. Bush, que por el régimen de Joseph Stalin, responsable de no menos de 15 millones de muertes.

Influidos por sistemas educativos y culturales hostiles a la economía de libre mercado y deseosos de encubrir los estragos humanos del marxismo, los jóvenes estadounidenses crecientemente se van inclinando hacia el socialismo y otras formas de ideología extremista. En una encuesta del 2016 hecha por la Universidad de Harvard, un 33 por ciento de quienes la respondieron con edades entre 18 y 29 años, dijo que apoyaban al socialismo, en tanto que un 51 por ciento indicó oponerse al capitalismo. Asimismo alarmantes son los hallazgos de que sólo un 25 por ciento de la generación del milenio actualmente cree que vivir en una democracia es esencial, un descenso desde un 75 por ciento de la generación de sus abuelos.

Al mismo tiempo, las encuestas sugieren que los jóvenes valoran más la igualdad que la democracia. A partir de estos datos, podemos inferir que a muchos de la generación del milenio les importa profundamente que el estado cuide de ellos, aun si ello socava al proceso democrático. En una palabra, colectivismo.

En efecto, nuestra fundación ha seguido el crecimiento de docenas de organizaciones neo-marxistas en las ciudades universitarias y en movimientos urbanos de protesta. Su membresía está creciendo y al momento puede ser tan elevada como varios cientos de miles. No sorprende que estos grupos sean revisionistas de la historia de los Estados Unidos y que diseminen propaganda del siglo XXI en medios sociales de los Estados Unidos –mensajes diseñados o copiados de aquellos transmitidos desde la Habana, Pekín e incluso Pyongyang.

El senador Bernie Sanders y otros líderes de una nueva izquierda en ascenso despliegan a la frase “socialismo democrático” como su nuevo ideal. No obstante, una palabra, un simple adjetivo retórico, que da a entender un intento noble y una buena gobernabilidad, no debería ser suficiente, pues no aclara cómo sus visiones difieren del sangriento y económicamente desastroso socialismo experimentado por casi 40 naciones, en los últimos cien años.

Pero, el problema de la distorsión histórica y de la representación errada llega a una profundidad mayor. El mes pasado, la imprenta del Instituto Tecnológico de Massachusetts -clasificado como la séptima mejor universidad en el país por la revista U.S. News and World Report- publicó la obra Comunismo para Chicos. Escrito por Bini Adamczak, teórico social y artista basado en Berlín, el libro “presenta la teoría política en términos muy simples propios de un cuento para niños, acompañado de ilustraciones de pequeños y adorables revolucionarios, que experimentan un despertar político.” Los “pequeños y adorables revolucionarios,” empezando por Lenin, siguiendo con el Ché Guevara y con Mao Zedong, y permaneciendo en la actualidad con nosotros, desde Pyongyang a Caracas, han provocado miseria en las vidas de cientos de millones.

La tierra de la ignorancia y de la envidia no produce frutos, sino espinas.

En la actualidad, de nuevo ondean las banderas de la hoz y el martillo por lo alto de la Península de Crimea. En la Venezuela socialista, los trabajadores ahora están obligados a trabajar en granjas colectivas, como parte de esfuerzos coercitivos para remediar la hambruna producida por el hombre, que ahora demacra a una nación que en otra época fue próspera. En Hong Kong, por primera vez en su historia, se exhibe a Mao como un héroe socialista –no como un asesino en masa. Fue esta revisión del currículo histórico ordenada desde Pekín, lo que desencadenó la protesta de los estudiantes en el 2014, conocida como el Movimiento de la Sombrilla.

En 1919, dos años después del regreso de Lenin a Rusia, Lincoln Steffens, eminente periodista de investigación y cofundador de The American Magazine, pasó tres semanas recorriendo la entonces recién establecida Unión Soviética. Fascinado por lo que había visto, de regreso a casa dijo en voz alta “He visto al futuro y ello funciona.” El “ello” era, por supuesto, el comunismo.

No tardó mucho para que “el experimento ruso” se transformara en una tiranía de una escala sin precedentes, marcada por hambrunas, trabajos forzados, juicios como espectáculos y una represión brutal de la oposición. Aunque el propio Steffens se alejó del comunismo a principios de la década de 1930, por siempre serviría como un felpudo por su profecía chapucera.

No obstante, no estaba equivocado del todo. En tanto que el comunismo claramente falló en lograr la utopía, Steffens, de hecho, trágicamente previó “el futuro.” La Unión Soviética duró otras siete décadas y, en la actualidad, una quinta parte de la población del mundo aún vive bajo regímenes comunistas de un sólo partido en China, Cuba, Laos, Corea del Norte y Vietnam. El siglo del comunismo empezó hace 100 años. La ideología responsable del mayor número de muertes, en comparación con cualquier otra ideología o religión en la historia humana, aun cobra un trágico precio humano.

En una distorsión perversa de la aspiración que Lincoln expuso para los Estados Unidos, estos regímenes laboran diariamente para asegurar que no desaparezcan de la tierra los gobiernos del partido, por el partido, para el partido.

La mayoría de los estadounidenses deben ponerse de pie para defender la verdad acerca de sucedido y lo que está sucediendo en cuanto a las ideas fracasadas del colectivismo, tanto del socialismo como del comunismo. Debemos luchar por la justicia en lo que sea posible, por aquellos quienes fueron asesinados por razones ideológicas y cuyas familias continúan sufriendo. Y debemos luchar para cultivar la memoria correcta acerca de esta difícil historia, sin la cual no son viables tanto la verdad como la justicia. Tampoco, parecía serlo, la democracia en los Estados Unidos.

Marion Smith es el director ejecutivo de Víctimas del Comunismo, una organización educativa y de derechos humanos, sin fines de lucro.