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Jorge Corrales Quesada
04/09/2017, 20:40
Me dieron ganas de compartir esta traducción mía del artículo de Marian L. Tupy, debido a que es un análisis interesante del socialismo diferente de la crítica usual desde el punto de vista económico. Espero que les parezca bien (a mí por supuesto que sí).

BAJO EL SOCIALISMO, LA MORAL ES MÁS ESCASA QUE EL PANPor Marian L. Tupy
Foundation for Economic Education
Lunes 15 de mayo del 2017
Hace un par de semanas visité Nueva Orleans, en donde brindé una conferencia acerca del progreso humano. Mi conversación se centró en las mejoras de los estándares de vida en todo el mundo durante los últimos 200 años –un período de un crecimiento de la prosperidad históricamente sin precedentes, ocasionado por la revolución industrial y el comercio global.

Una de las preguntas de la audiencia tuvo que ver con la moralidad del capitalismo. “Usted ha demostrado que el capitalismo crea más riqueza que el socialismo,” aceptó un joven. “Pero, ¿es moral?,” preguntó él.
LA MORALIDAD DEL CAPITALISMOComo respuesta, pensé en los aspectos voluntarios y socialmente beneficiosos del capitalismo.

Para hacer dinero, los capitalistas necesitan realizar tareas o producir bienes que otras personas desean. (Sí, hay excepciones. Por ejemplo, los capitalistas protegidos de las fuerzas del mercado por funcionarios públicos corruptos, obtienen rentas monopólicas a las que no tienen derecho. Esto se entiende con la frase “capitalismo de los amigotes.”)

Similarmente, las transacciones entre capitalistas y consumidores son típicamente voluntarias. Los capitalistas no pueden obligar a sus clientes a que compren bienes y servicios privados. (De nuevo, hay excepciones. Por ejemplo, con el Obamacare el gobierno de los Estados Unidos puede obligar a que la gente compre seguros de salud en el sector privado).

Ciertamente es importante defender al capitalismo como un sistema económico moralmente bueno, en particular porque, tal como antes lo hice notar, “En cuanto a que el capitalismo es sólo la última iteración de una economía estructurada en el comercio, la propiedad privada y en obtener ganancias, siempre han existido aquellos que encontraron a estos tres principios [moralmente] desagradables.”

LAS FALSAS PROMESAS DEL SOCIALISMO

El socialismo, tal como lo dio a entender la persona que me hizo la pregunta en Nueva Orleans, a menudo se supone que es moral. ¿Se justifica tal suposición?

El socialismo es un ideal utópico que buscó solucionar todos los problemas de la humanidad, incluyendo, por encima de todo, a la pobreza y la desigualdad, pero, ay, la teoría y la práctica han estado en conflicto la una con la otra.

He aquí como Karl Marx resumió los beneficios futuros de una sociedad socialista:

“Si tenemos que escoger una posición en la vida en donde la mayoría de nosotros puede trabajar por la humanidad, no hay cargas que nos puedan doblegar, porque son sacrificios para el beneficio de todos; entonces no experimentaremos mezquindades, limitaciones, una alegría egoísta, sino que nuestra felicidad pertenecerá a millones, nuestras acciones vivirán quietamente, pero perpetuamente trabajando, y sobre nuestras cenizas serán derramadas las lágrimas ardorosas de gente noble.”

Leon Trotsky, el revolucionario soviético, escribió que en una sociedad socialista:

“El ser humano se hará inmensurablemente más fuerte, más sabio y más ingenioso; su cuerpo será más armonioso, sus movimientos más rítmicos, su voz más musical. Las formas de vida se harán dinámicamente dramáticas. El tipo de humano promedio se elevará a las alturas de un Aristóteles, de un Goethe o de un Marx. Y por encima de estas alturas, surgirán nuevas cumbres.”

Fidel Castro declaró que la Revolución Cubana era “del humilde, con el humilde y para el humilde” y que su lucha por el socialismo era “por las vidas de todos los niños en el mundo.”

El Ché Guevara, el número dos de Castro, musitó que, “A riesgo de parecer ridículo, déjenme decir que el verdadero revolucionarios está guiado por un gran sentimiento de amor. Es imposible pensar en un revolucionario genuino que carezca de esta cualidad.”

Esto, para muchas personas de sentimientos idealistas, tiene su eco hasta hoy en la plataforma del Partido Socialista de los Estados Unidos, la cual asevera que, “Estamos comprometidos con la transformación de capitalismo por medio de la creación de una sociedad socialista democrática basada en la compasión, la empatía y el respeto...”
EL COLECTIVISMO CREA LA TIRANÍALa aplicación práctica de las ideas socialistas resultó ser mucho más problemática. Una de las limitaciones más obvias del socialismo de la vida real es su tendencia a conducir a la dictadura. Esta relación, claramente visible en la Venezuela de hoy, fue primeramente identificada por el economista ganador del premio Nobel, Friedrich Hayek, en su libro Camino a la Servidumbre.

En 1944, cuando escribió su obra, Hayek notó que los crímenes de los nacional-socialistas alemanes y los de los comunistas soviéticos eran, en gran parte, resultado de un control estatal creciente sobre la economía.

Tal como él lo explicó, la interferencia creciente del estado en la economía conduce a ineficiencias masivas y a largas filas en las afueras de negocios vacíos. Un estado de crisis perpetua luego conduce a peticiones de una mayor planificación.

Pero, la planificación económica es adversa a la libertad. Dado que en una sociedad libre no puede haber acuerdo en torno a un plan único, la centralización de la toma de decisiones económicas tiene que ser acompañada por la centralización del poder político en manos de una pequeña élite. Cuando, al fin y al cabo, el fracaso de la planificación central se hace innegable, los regímenes totalitarios tienden a silenciar a quienes disienten –algunas veces por medio de asesinatos en masa.

El disentimiento político bajo el socialismo es difícil, debido a que el estado es el único empleador. Citando de nuevo a Trotsky, “En un país en donde el único patrón es el Estado, oponerse significa la muerte por una hambruna lenta. El viejo principio: quien no trabaja, no come, ha sido reemplazado por uno nuevo: quien no obedece, no come.” En otras palabras, una economía libre es necesaria, aunque no una condición suficiente, para la libertad política.

Obviamente, no todo mundo siente esa dictadura y los crímenes masivos son un precio demasiado alto por pagar por la igualdad. Por ejemplo, a Eric Hobsbawn, el historiador marxista británico, en una ocasión se le preguntó si, habiendo el comunismo logrado sus propósitos, pero al costo de, digamos, entre 15 y 20 millones de personas –en oposición a los 100 millones que el comunismo mató en Rusia y China- ¿lo habría apoyado? Su respuesta fue una sola palabra: Sí. Incluso hoy en día, muchas personas, incluyendo al Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, entre ellas, adulan a la dictadura cubana, pues supuestamente ha dado salud y educación gratis a las masas.

Escribo “supuestamente” debido a que, bajo el socialismo, los sobornos (por ejemplo, pagos en efectivo o favores) están por todo lado. Profesionales de la medicina, quienes sienten que no se les está pagando lo suficiente por el estado, exigen sobornos para atender a pacientes. Maestros, quienes igualmente sienten eso, ascienden a los hijos de los médicos, a fin de tener mejor acceso a los cuidados de salud. Este proceso va hacia abajo en toda la cadena alimentaria.

A menudo, el soborno y el robo van de la mano. En los países socialistas, el estado es dueño de todas las instalaciones productivas, tales como fábricas, talleres y fincas. Para tener algo que intercambiar con otra, la persona primero tiene que “robar” del estado. Por ejemplo, un carnicero roba carne para poder intercambiarla por vegetales que el distribuidor de verduras se robó, etcétera.

Bajo el socialismo, los favores igualmente se pueden obtener de otras formas. En Alemania Oriental, por ejemplo, a menudo las personas espiaban a sus vecinos, e incluso hasta a sus esposos.

Los empleados que trabajaban a tiempo completo en la policía secreta y sus colaboradores no oficiales, equivalían a más o menos el dos por ciento de la totalidad de la población.

Una vez que se tomaban en cuenta los informantes ocasionales, uno de cada seis alemanes del Este estaban, en un momento u otro, involucrados en espiar a sus conciudadanos.

En otras palabras, el socialismo no sólo es apuntalado por la fuerza, sino que también es moralmente corruptor. La mentira, el robo y el espionaje son ampliamente utilizados y desaparece la confianza entre la personas. Lejos de fomentar la hermandad entre la gente, el socialismo convierte a todo mundo en sospechoso y en amargado.

Por mucho tiempo he mantenido que el mayor daño causado por el socialismo no fue económico. Fue espiritual. Muchos de los países que abandonaron al socialismo, reconstruyeron sus economías y llegaron a ser prósperos. Lo mismo no puede decirse acerca de sus instituciones, como la regla de la ley, y en cuanto al comportamiento de sus ciudadanos, como la prevalencia de la corrupción.

La prosperidad es una consecuencia de la remoción de barreras al intercambio entre personas libres. Pero, ¿cómo se logra una sociedad que sea menos corrupta y más obediente de la ley?

En otras palabras, el verdadero legado del socialismo no es la igualdad, sino la inmoralidad.

Reimpreso de CAPX.

Marian L. Tupy es editor de HumanProgress.org y es analista sénior de política en el Centro para la Libertad y la Prosperidad Global.