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Jorge Corrales Quesada
04/09/2017, 16:33
Esta es la primera parte de una serie de tres artículos de un conferencia brindada en Inglaterra, sitio de su trabajo, por el economista Kristian Niemietz, en donde desnuda el enorme engaño perpetrado por ciertos intelectuales que, al principio, denominan socialismo cuando se instaura ese sistema en ciertas naciones. Pero, luego, al derrumbarse, dicen que aquel sistema no era el VERDADERO, y que el VERDADERO aún no ha existido. El primero trata el caso de la Unión de Repúblicas SOCIALISTAS Soviéticas. Los otros dos vendrán, si Dios quiere, mañana y pasado mañana.

“¡PERO ESO NO ERA EL SOCIALISMO VERDADERO!” (PRIMERA PARTE: LA URSS)

Por Kristian Niemietz
Institute for Economic Affairs
21 de julio del 2017

Entre el 3 y el 8 de julio del 2017, el Institute of Economic Affairs (IEA) y el Adam Smith Institute llevaron a cabo conjuntamente la Semana de la Libertad, una serie de seminarios dirigidos a estudiantes interesados en el liberalismo clásico, en el St. Catharine’s College, Cambridge. El Dr. Kristian Niemietz del IEA dio una charla acerca del atractivo actual del socialismo. El artículo a continuación, se basa en ella.


El socialismo es en mucho como el malo en una película de horror barata, quien, especialmente hacia el final de la película, con terquedad simplemente se rehúsa a morir. Le dan balazos, le apuñalan, lo tiran por una ventana, lo atropella un carro –pero, cada vez que usted piensa que no es posible que haya podido sobrevivir eso, de nuevo se pone de pie. Y es tan letal como antes.

El socialismo es así. Solía ser un supuesto frecuente que la historia del socialismo terminó esencialmente con la caída del Muro de Berlín, que ninguna idea política sería posible que sobreviviera una derrota tan aplastante. Lejos de ello: en 1998, Venezuela eligió a un presidente socialista, dándole otra oportunidad al socialismo, y eso enloqueció a intelectuales occidentales. Ahora, también está fracasando ese experimento. Una especie de se-lo-dijimos-a-ustedes-tonticos, pensaría usted. De nuevo: lejos de eso.

Apenas hace una semana, se presentaron los resultados de una encuesta, en la que se le preguntaba a la gente si pensaban que “un gobierno genuinamente socialista” haría del Reino Unido “un mejor lugar para vivir” o “un peor lugar para vivir”. Un 43% escogió lo primero, una mayoría relativamente sólida dado que un 21% respondió que “no estaba seguro” o “ninguna”. Un año antes, una mayoría relativa dijo que tenían una “visión favorable” del socialismo y una “visión desfavorable” del capitalismo. El socialismo es extremadamente popular en Gran Bretaña.

¿Cómo puede una ideología que ha fracasado de manera tan estrepitosa en cada ocasión, ser aún tan popular?

Parte de la razón tiene que ser que los socialistas han sido muy buenos distanciándose ellos mismos de los ejemplos del mundo real de sus ideas en la práctica. Mencione a la Unión Soviética o a la China de Mao o cualquier otro ejemplo histórico o contemporáneo del socialismo, en presencia de un socialista e invariablemente voltean los ojos y dicen, “Oh, vamos. Usted sabe que está simplemente siendo un tonto.”

Noam Chomsky una vez describió como “fantasía” a la idea de “que la sociedad creada por Lenin y Trotsky y moldeada aún más por Stalin [...] tiene alguna relación con el socialismo”. Owen Jones escribió recientemente que “Una sociedad socialista [...] todavía no existe, pero algún día la habrá.” Stephen Resnick, un profesor de -por extraño que parezca- economía, dijo: “No podemos conceder el final del comunismo. El comunismo no ha sido intentado con base en toda una sociedad.”

La aseveración aquí es que los así llamados ejemplos previos de socialismo, tenían poco, o nada, que ver con el socialismo. Simplemente eran dictaduras, que usaban la etiqueta de “socialismo” para cubrir su ambición de poder. Eran, en el mejor de los casos, una versión pervertida del socialismo, la cual nada nos dice acerca de la cuestión verdadera.

La afirmación sería ligeramente más creíble si hubiera sido formulada más consistentemente a lo largo del tiempo. Pero, no ha sido así. Todo lo contrario. Lo que sucede es esto: Los experimentos socialistas a menudo han pasado por períodos de una breve luna de miel, durante la cual ellos parecían que estaban haciéndolo más o menos bien, o al menos en algunas áreas. Durante esos períodos, su posicionamiento internacional es relativamente alto, e incluso sus críticos conceden a regañadientes que algo han de estar haciendo bien.

Durante esos períodos, los socialistas nunca afirman que el experimento en cuestión no representa al socialismo “verdadero.” Durante esos períodos ellos quieren tomar el crédito por los logros del experimento. Quieren reclamarlo como “suyo.” Es tan sólo cuando esos experimentos empiezan a derrumbarse o, más bien, cuando sus fracasos no pueden ser ocultados y cuando su posicionamiento internacional colapsa, que los socialistas reniegan de aquellos y lo hacen retroactivamente.

Daré unos pocos ejemplos históricos.

En los años de 1930, la Unión Soviética pasó por un período de rápida industrialización y se elevó al estatus de un super-poder global. Incluso los críticos del socialismo concedieron que la Unión Soviética era una fuerza que debería tomarse en cuenta.

Durante los años treinta, la URSS fue extensamente admirada por intelectuales de Occidente. Cientos de académicos, periodistas, artistas, etcétera, viajaron allá y regresaron llenos de entusiasmo, convencidos de que habían visto al futuro. Por ejemplo, Joseph Friedman, un escritor estadounidense, dijo después de su peregrinaje:

“[P]or primera vez vi la grandeza de los sueños humanos asumiendo la forma de una realidad. Hombres, mujeres y niños estaban uniendo sus esfuerzos en una gigantesca corriente de energía dirigida hacia [...] crear lo que era saludable y bueno para todos.”

Alexander Wicksteed, un escritor inglés, dijo

“[P]or primera vez en la historia, el hombre común siente que el país le pertenece a él y no a la clase privilegiada que son sus amos. [...] [E]l ideal marxista de una sociedad sin clases [...] se ha llevado a cabo.”

Esta es una afirmación muy típica de ese período. Un tema común entre estos peregrinos era que, aun cuando la Unión Soviética podía parecer como dictadura desde afuera, entre bastidores era, de hecho era una democracia de las bases, manejada por los trabajadores, para los trabajadores. Corliss Lamont, un filósofo estadounidense, visitó un sitio de construcción y reportó:

“Aquellos trabajadores allá arriba, vestidos descuidadamente, sin abrigo y sin corbata [...] esos trabajadores, y hombres como ellos, están manejando la nueva Rusia.”

Y Sidney Webb proclamó que el sistema soviético permitía

“...la participación más amplia posible de toda la población adulta en los asuntos públicos, que incluían el control planificado de todo el ambiente social [...] En la realidad el poder emana de la gente, tal como insistió Lenin.”

Webb era particularmente categórico en refutar la idea de que Stalin era un dictador. Él escribió que Stalin

“...es simplemente el Secretario General del Partido Comunista [...] Sus órdenes no son leyes [...] No son puestas en práctica por la policía o por los tribunales de ley. [...] Tampoco las decisiones del ‘Camarada Stalin’ eran sus propias órdenes autocráticas. No es esa clase de hombre.”

Algunos de los peregrinos incluso untaron de lírica a los gulags y a las prisiones soviéticas. Mary Callcott Stevenson, una escritora estadounidense, dijo que los reclusos que vio estaban

“...hablando y riendo mientras trabajaban, evidentemente disfrutándolo. Esa fue la primera ojeada de la atmósfera informal que prevalecía en todas partes [...] Era difícil siquiera pensar que en efecto esa era una prisión.”

Y George Bernard Shaw, el escritor de teatro irlandés-británico, dijo que el problema principal que tenían los gulags era que los reclusos rehusaban irse después de ser liberados. Debido que era tan divertido estar allí.

Esta, por supuesto, es una selección de citas. No todos los admiradores de Stalin eran tan soñadores. Otros reconocieron algunas de las atrocidades del régimen, pero afirmaron que, en balance, era un precio que valía la pena que se pagara. Pero el punto principal permanece siendo que la Unión Soviética fue ampliamente admirada por intelectuales occidentales durante toda la década de 1930 y con posterioridad. La idea de que el socialismo soviético no era el socialismo “verdadero” es una fabricación post hoc. En los días de Stalin, nadie habría hecho tal reivindicación.

Irónicamente, este entusiasmo por el socialismo soviético en verdad terminó sólo después de la muerte de Stalin, cuando habían pasado los peores excesos. Hacia la década de 1950, los antiguos entusiastas de Stalin habían caído en el silencio. De ahí en adelante, el socialismo soviético fue crecientemente presentado como una versión pervertida del socialismo.

Pero no pasó mucho tiempo sin que los intelectuales de Occidente descubrieran una nueva utopía: la China de Mao.

Continuará en la Parte 2.

El Dr. Kristian Niemietz se unió al Institute of Economic Affairs (IEA) en el 2008 como compañero en Investigación sobre Pobreza, convirtiéndose en su compañero sénior investigador en el 2013 y Gerente de Salud y Bienestar en el 2015. Kristian es también un Compañero de la Beca Age Endeavor. Estudio Economía en la Humboldt Universität en Berlín y en la Universidad de Salamanca, graduándose en el 2007 con un Diplom-Volkswirt (Máster en Ciencia de Economía). Durante sus estudios estuvo como interno en el Banco Central de Bolivia (2004), la Oficina Nacional de Estadísticas de Paraguay (2005) y en el IEA (2006). En el 2013 completó un PhD en Economía Política en King’s College de Londres. Kristian laboró previamente como compañero investigador en el Instituto para la Libre Empresa (IUF) basado en Berlín y en King’s College de Londres, en donde dio clases de Economía durante sus estudios de postgrado. Es contribuyente frecuente de varias revistas en el Reino Unido, Alemania y Suiza.