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Jorge Corrales Quesada
04/09/2017, 13:38
Muchas veces conviene antes pensar para no ser sorprendido después por los acontecimientos; ojalá que al así hacerlo, podamos entender mejor las cosas y evitar en algún grado que se nos haga daño. Incluso, tener claras las ideas, nos sirve como parámetro para comparar cómo las cosas se van desenvolviendo con el paso del tiempo.

LAS DOS CARAS DEL TOTALITARISMO
Por Jeffrey A. Tucker
Foundation for Economic Education
Martes 22 de diciembre del 2015

[Nota del traductor: tener presente que este comentario apareció originalmente en diciembre del 2015].

El mes pasado fue la palabra Efe. El candidato presidencial estadounidense favorito de Vladimir Putin la llevó a la primera fila del debate público. Los artículos de pensamiento acerca del fascismo aparecieron por montones, con el sentimiento de un nuevo descubrimiento y reflexión en torno al significado del término.

Este mes, reflexiones subsiguientes en el marco de un ambiente político oscurecido -ennegrecido para cualquiera que todavía considere que Thomas Jefferson estaba en algo con toda esa cosa de libertad – sacaron a la luz la palabra Te: totalitario.

“El tema para los demócratas en el 2016 es el Totalitarismo” escribe Kevin Williamson en el National Review. Cita un espíritu de censura creciente en el Congreso y en las ciudades universitarias; la supresión del disentimiento político por medio de la ley y la legislación; la demonización de la oposición; una vuelta en contra de la libertad de expresión; la amenaza de la vigilancia total.

“Los estadounidenses pueden querer pensar un poco acerca de si ellos desean invertir en un partido político abiertamente totalitario, que tenga el poder de la presidencia,” escribe él.

Bien, pero tal vez deberíamos echar una ojeada al otro partido. Los republicanos hablan de una carpeta de bombas sobre un enemigo sin fronteras, de hacer barridas de millones de personas sin papeles correctos y deportándolos, con pruebas religiosas para ingresar al país, cerrar partes del internet, impedir que las empresas abran plantas en el exterior, renovar las guerras contra las drogas y restringir la seguridad en todas partes. Tales políticas parece que también huelen como cierta dosis de mentalidad totalitaria.

Tal como con el fascismo, la clave para entender al totalitarismo es pensar acerca de él no como una mala palabra, sino como una especie de filosofía política. ¿Qué es lo que significa? En 1919, Ludwig von Mises -en el amanecer del estado total- lo describió como la ideología que no admite límites al poder y la capacidad del estado. No hay aspecto de la vida humana que esté conceptualmente más allá del alcance de la esfera política. Es decir, el estado es, potencialmente o en la realidad, el dueño de la totalidad de la sociedad.

¿En dónde estamos en la actualidad? Cada lado en la gran división ideológica de nuestro tiempo admite algunos límites al poder del estado –pero no los mismos límites. Trabajando juntos en un gran intercambio político, cada cual dando al otro lo que desea, podemos tener esa cosa: un estado total.

En efecto, el rostro del totalitarismo moderno fue bellamente resumido por el comediante del programa “el Show de esta Noche”, David Deeble. Él tuiteó acerca de una fusión entre Hillary Clinton y Donald Trump.

“Hoy acerca de amigotes. #Trump (https://twitter.com/hashtag/Trump?src=hash) #HillaryClinton (https://twitter.com/hashtag/HillaryClinton?src=hash) pic.twitter.com/cEpquNOmXh (https://t.co/cEpquNOmXh)
— David Deeble (@DavidDeeble) December 20, 2015 (https://twitter.com/DavidDeeble/status/678571086141915136).

Es de terror e hilarante, pero, provoca alguna reflexión seria. Existen diferencias gigantescas entre estos dos candidatos en su tono, su énfasis, sus señales culturales, sus grupos meta de electores, y sus prioridades en el uso del poder.

Pero, en el asunto esencial de si el poder del estado deberá siempre predominar por encima de la libertad individual, ambos están de acuerdo. Ninguno supone una separación entre sociedad y estado; ninguno postula una esfera de vida en donde la política no amenace con pisotearla; ninguno se atreve a expresar ese término ahora prohibido, el individualismo.
UNIDOS EN CUANTO A LA ECONOMÍAEn Camino de Servidumbre, F.A. Hayek observó que usualmente el ansia de dominación es un fenómeno multi-partidario. Desde el punto de vista de Hayek, la izquierda y la derecha en la Europa de aquella época (los años de 1940), eran realmente dos sabores del mismo veneno. Ofrecían versiones que competían entre sí en torno a un estado total. Era su oposición mutua hacia el liberalismo lo que creó las condiciones para abrazar plenamente a la servidumbre, desde arriba hasta abajo.

Ni la derecha ni la izquierda podían lograrlo por sí solas. Cada una de ellas tiene su propio gusto perenne por electorados particulares. Cada una construye sus rangos oponiéndose al otro. La derecha advierte del igualitarismo y la alienación cultural de la izquierda y la izquierda advierte acerca de las tácticas de estado policíaco y de nacionalismo de la derecha.

Cada una se ve envalentonada al oponerse a la otra. Su desacuerdo tiene que ver con las prioridades y objetivos del poder del estado, no acerca de su primacía general o conveniencia. En particular, Hayek nota que el camino hacia el estado total está marcado por “la similitud creciente entre los puntos de vista económicos de la Derecha y de la Izquierda y de su oposición en común al Liberalismo.” Esto es en lo que el socialismo y el fascismo están plenamente de acuerdo: la economía competitiva del mercado de libre empresa ha fracasado y debe ser destruida.

Hayek lo explica:

“Las doctrinas que habían guiado a los sectores dirigentes de Alemania en la generación pasada, no se oponían al socialismo en cuanto marxismo, sino a los elementos liberales contenidos en él: su internacionalismo y su democracia. Y a medida que se hizo más claro que eran precisamente estos elementos los obstáculos para la realización del socialismo, los socialistas de la izquierda se aproximaron más y más a los de la derecha. Fue la unión de las fuerzas anticapitalistas de la derecha y de la izquierda, la fusión del socialismo radical con el conservador, lo que expulsó de Alemania a todo lo que era liberal.”

En aquel entonces, tal como ahora, la población fue inducida a creer que, al apoyar a uno u otro, se estaban oponiendo a algo peligroso, que, de otra forma, proclamaría su victoria. En esa atmósfera contenciosa, es fácil ignorar los puntos de unidad dentro de la estructura. ¿Cuáles son ellos? Que toda la producción deberá ser regulada por el estado, que la institución del dinero pertenece al estado y que debe ser administrada por el estado, que la salud y la educación de la gente es primariamente una responsabilidad del estado, que la administración del ambiente macroeconómico es principalmente una tarea que recae en el estado, que la responsabilidad y el deber primario de un individuo es hacia la sociedad (por medio del estado), etcétera.

De campañas previas, vagamente me acuerdo que, al menos los republicanos, hicieron algún intento de prometer recortes dramáticos en el gobierno (no que alguna vez fueran convertidos en una realidad) Ahora sólo escuchamos llamadas vagas hacia una “reforma” y esperanzas de se pueda lograr que los sistemas económicos existentes se logre que funcionen mejor. En una ocasión prometieron rechazar al Obamacare, pero siempre sin datos específicos o con algún plan viable que lo reemplazara. Ahora, ni siquiera logramos tal cosa. ¿Recortes presupuestarios? Los candidatos temen ser específicos. ¿Recortes a los impuestos? Temen ser llamadas partidarios de los ricos. ¿Desregulación? Eso con seguridad que provocaría el caos.
LAS SEÑALES EN EL CAMINO DE HAYEKHayek identifica un número de características de la mente totalitaria.

1. La mentalidad totalitaria no le teme al arribo del totalitarismo. Eso es algo que sucedió anteriormente, pero es algo que no puede suceder ahora. Sucedió allá, pero no sucederá aquí. Es algo que se extiende desde la cultura y la religión de esa gente, pero no en la nuestra.

2. Elimina al liberalismo económico como una solución a la crisis económica. Nadie está deseoso de aseverar: dejar que el mercado funcione es el mejor camino hacia adelante.

3. Venera al estado y a sus símbolos, admira el poder; y celebra al “liderazgo” como la respuesta.

4. Tiene entusiasmo por organizar todo; nada está más allá del poder de la mente racional para administrar y mejorar.

5. Desprecia las instituciones y procesos que son orgánicos para el orden social, en vez de aquellos que son diseñados, impuestos y supervisados desde arriba.

6. Valora la conveniencia por encima de los principios; en efecto, evita que se hable de la aplicación de principios fundamentales a la vida política.

7. Ocurre una desaparición misteriosa de la tradición intelectual liberal, de manera que ya no se habla más de proponentes de la libertad en el pasado o de una fuerte resistencia al poder del estado.

8. En la retórica política, se evapora la distinción entre sociedad y estado, al grado en que el estado se asume como una extensión de la voluntad de individuos.

9. Surge un inclinación hacia la “administración científica” del orden social, de forma que los especialistas en administración y medición superan a la filosofía moral y a las artes liberales.

10. Las fuerzas políticas imaginan la creación de una sociedad unitaria: nosotros aplastamos al terrorismo, detenemos la avaricia, creamos la igualdad, participamos en la creación de la grandiosidad.

NO TODO ESTÁ PERDIDO

Es imposible no reconocer tales señales alrededor nuestro. Cuando usted toma en cuenta las fuerzas aliadas en contra de la libertad humana, no es una hipérbole hablar del peligro verdadero y actual del “totalitarismo en nuestro medio,” tal como lo señala Hayek.

Entonces, ¿por qué no perder la esperanza? No toda en la vida es política. De hecho, cada vez menos y menos de aquella es política. El estado que sería totalitario está perdiendo su sitio. Estos acontecimientos que se dan una vez cada cuatro años, son casos atípicos en el largo plazo. Gracias al surgimiento de una infinitamente compleja y vasta, infraestructura global de comunicaciones ilimitada y creativa, el mundo está avanzando demasiado como para ser verdaderamente controlado desde el centro.

Lo que Hayek dijo en 1944 es más cierto hoy que antes: “Todos los días estamos ayudando a construir algo que es más grande que lo que alguno de nosotros puede plenamente comprender.” Menos todos los políticos, no importando que tan totalitaria sea su intención.”

Jeffrey Tucker es Director de Contenidos de la Fundación para la Educación en Economía [Foundation for Economic Education]. Es también oficial principal de la Libertad y fundador de Liberty.me, miembro honorario distinguido de Mises Brasil, compañero de investigación del Instituto Acton, consejero de política del Instituto Hearthland, fundador de la Conferencia CryptoCurrency, miembro de la junta editorial del Molinari Review, asesor del grupo constructor Factom de la aplicación blockchain y autor de cinco libros. Ha escrito 150 presentaciones de libros y muchos miles de artículos que aparecen en la prensa académica y la popular.