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Jorge Corrales Quesada
03/09/2017, 17:09
LA FALACIA MÁS VIEJA EN ECONOMÍA
Por Donald J. Boudreaux
Foundation for Economic Education
25 de Agosto del 2015

La cita del día viene de las páginas 476-477 de la quinta edición del libro de Thomas Sowell, Basic Economics [Disponible en español como Economía Básica: Un manual de economía escrito desde el sentido común (Madrid: Editorial Deusto, S.A. Ediciones, 2013):

“En cierta época, se creyó que importar más de lo que se exportaba empobrecía a una nación, porque la diferencia entre importaciones y exportaciones tenía que ser pagada en oro, y la pérdida de oro era vista como una pérdida de la riqueza nacional. No obstante, tan temprano como en el año 1776, el clásico de Adam Smith, La Riqueza de las Naciones sostuvo que la riqueza verdadera de una nación consistía en sus bienes y servicios y no en su oferta de oro.

Demasiadas personas aún no han podido capturar las implicaciones plenas de ello, aun en el siglo XXI. Si la cantidad de bienes y servicios disponibles para los ciudadanos de los Estados Unidos es mayor como resultado del comercio internacional, entonces, los estadounidenses son más ricos y no más pobres, independientemente de si hay un “déficit” o un “superávit” en la balanza del comercio internacional.”

Sí. Y no importa cómo los estadounidenses (o, más generalmente, los habitantes de cualquier país que se considera como el “doméstico”) obtienen ese mayor acceso a los bienes y servicios que son producidos globalmente.

Si los chinos se convierten en devotos celosos de una religión, cuya doctrina requiere que ellos sirvan a los estadounidenses enviándoles los bienes y servicios sin cobro alguno, entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor.

Si los chinos innovan de forma que reducen sus costos de producción -y de distribución y, de esta manera, les permite vender bienes y servicios a los estadounidenses a precios menores- entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor.

Si los chinos inventan nuevos productos y ofrecen vender estos nuevos productos a los estadounidenses a precios que ellos encuentran atractivos, entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor.

Si las fuerzas de la competencia internacional obligan a los productores chinos a reducir sus precios de exportación, a niveles más cercanos a sus costos de producción, entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor.

Si el gobierno de China obliga a sus ciudadanos a subsidiar la producción de bienes y servicios que son vendidos a los estadounidenses, de manera que los estadounidenses puedan comprar esos bienes a precios artificialmente bajos, entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor (aunque los ciudadanos chinos, diferentes de aquellos que están involucrados en el comercio de exportaciones, se encontrarían en una situación injustificablemente peor).

Si la autoridad monetaria de China compra dólares estadounidenses con yuanes creados recientemente para (temporalmente por necesidad) lograr que las exportaciones de China sean artificialmente más baratas, a fin de que las compren los estadounidenses, entonces, los estadounidenses estarían en una situación mejor (aun cuando los ciudadanos de la China, diferentes de aquellos que están involucrados en el comercio de exportaciones, se encontrarían en una situación injustificablemente peor).

La realidad arriba expuesta no es detectada por gente, tal como Donald Trump (pero difícilmente circunscrita tan sólo a él) que juzga que el comercio es “exitoso” sólo si los negocios y empleos que el comercio visiblemente crea -esto es, directamente- en la economía doméstica, son percibidos como que son más, que el número de negocios y empleos que el comercio visiblemente destruye.

Este error está entre los más antiguos y más difíciles de matar en economía ─no sólo porque este error les sirve a los productores domésticos que codiciosamente buscan la protección ante la competencia, sino también porque atraen a gente que se rehúsa a pensar más allá de los que es inmediato y cegadoramente obvio.

Una versión de este comentario apareció en el Cafe Hayek

Donald Boudreaux es compañero sénior del Programa F. A. Hayek de Estudios Avanzados en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center de la Universidad George Mason; es miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center, profesor de Economía y ex director del departamento de economía de la Universidad George Mason y ex presidente de la Foundation for Economic Education.