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Jorge Corrales Quesada
03/09/2017, 12:48
Dado que en la actualidad algunas personas hablan maravillas de Cuba, creo que es oportuno que les presente mi traducción de un artículo del economista Daniel J. Mitchell, acerca de la realidad económica de ese país, que nos permite pensar más allá de homenajes que aquí se les hace a algunos de los no oprimidos en esa nación.

PRIVACIÓN ECONÓMICA TAMBIÉN ES OPRESIÓN: EL CASO DE CUBA

Por Daniel J. Mitchell
Foundation for Economic Education
Viernes 9 de setiembre del 2016

Antes y primero que todo, el comunismo deberá ser recordado por la muerte, la brutalidad y la represión que se ha dado, siempre que ese sistema malévolo fue impuesto sobre una nación.

Dictadores como Stalin, Mao, Pol Pot, la dinastía Kim de Corea del Norte, cualquiera de ellos, mataron más que Hitler o sacrificaron a sus pueblos en mayores proporciones.

Pero, no olvidemos que el comunismo también tiene un horrendo legado económico. La quiebra económica del Imperio Soviético. La horrenda privación en Corea del Norte. El gran vacío existente entre Alemania Occidental y Alemania Oriental. La pobreza masiva en China antes de su liberalización parcial.

Hoy, enfoquémonos en cómo el comunismo ha dañado severamente a la economía cubana.

Hace unos pocos años, en una columna para la revista Reason, Steven Chapman resumió exactamente los problemas que tanto ha sufrido esa nación.

“Todavía pueden existir admiradores del comunismo cubano en algunos precintos de Berkeley o Cambridge, pero es difícil hallarlos en La Habana... el cubano promedio obtiene tan sólo unos $20 al mes –lo cual es un poco espartano, aun si usted agrega casa, alimentación y cuidado médico gratuito. Para todos los efectos, las cosas gratuitas no son tan fáciles de obtener: las escaseces de alimentos son frecuentes, las existencias de casas adecuadas se han reducido y los pacientes de los hospitales a menudo tienen que llevar consigo sus propias sábanas, alimentos e incluso suministros médicos... Róger Noriega, un investigador del conservador American Enterprise Institute, hace notar que, antes del arribo del comunismo, Cuba “era una de las sociedades más prósperas e igualitarias de las Américas.” Su colega, Nicholas Eberstadt, ha documentado que la Cuba pre-Castro tenía una elevada tasa de alfabetización y que la esperanza de vida sobrepasaba a aquellas de España, Grecia y Portugal. En vez de acelerar el desarrollo, Castro lo ha frenado. En 1980, los estándares de vida en Chile eran el doble de aquellos de Cuba. Gracias a las atrevidas reformas de libre mercado puestas en práctica en Chile, pero no en Cuba, el ingreso promedio actual de los chilenos parece ser cuatro veces superior al promedio de los cubanos... En su último reporte anual, Human Rights Watch dice, “Cuba permanece siendo el único país de América Latina que reprime virtualmente todas las formas de disentimiento político.”

La comparación entre Chile y Cuba es especialmente apropiada, pues las reformas pro-mercado de la nación Suramericana surgieron después de un golpe en contra de un gobierno marxista, que había debilitado severamente a la economía chilena.

Chapman señala que la excusa estándar de la izquierda sobre la miseria cubana -el embargo comercial de los Estados Unidos- no es muy legítima.

“El régimen prefiere culpar por cualquiera de sus problemas a los imperialistas yanquis, quienes han aplicado un embargo económico durante décadas. De hecho, su efecto sobre la economía cubana es modesto, pues Cuba comercia libremente con el resto del mundo.”

Dado que los Estados Unidos significan cerca de una cuarta parte de la producción económica del mundo, estoy abierto a la hipótesis de que el impacto negativo sobre Cuba es más que “modesto.”

Pero, eso sería todavía tan sólo una explicación parcial. Simplemente recuerden que las sociedades socialistas siempre han sido casos económicos perdidos, aun cuando ellas tengan la habilidad irrestricta de comerciar con todas las demás naciones.

Escribiendo para el Huffington Post (difícilmente un equipo pro-capitalista), Terry Savage también explica que Cuba es un desastre económico.

“...las consecuencias económicas de 50 años del experimento socialista totalitario en el gobierno, son obvias hoy en día. Cuba es un bello país lleno de mucha gente amistosa, quienes han vivido en la pobreza y la privación económica durante décadas. El socialismo en su forma pura simplemente allí no funcionó. Inmediatamente me recordó aquel viejo dicho: “El capitalismo es la distribución desigual de la riqueza –pero el socialismo es la distribución igual de la pobreza.” Los en una época magníficos edificios, literalmente se están desmoronando, el cemento se está cayendo y las paredes y las escaleras se están derrumbando, dado que no hay incentivos de propiedad que los conserven –o la ganancia que incentive su preservación. ...Cada cubano obtiene una libreta de racionamiento y una “bodega” asignada en donde comprar alimentos de bajo costo, subsidiados. La que yo visité parecía como un almacén vacío, con poco en los anaqueles. Si no hay existencias de arroz, frijoles, huevos y aceite para cocinar, el comprador tiene que regresar la semana siguiente. Al ser permitidos cinco huevos al mes, lo básico escasamente cubre una existencia de hambre. ... los resultados económicos del gobierno de 50 años han sido abismales. Cuba se convirtió en un protectorado de la antigua Unión Soviética (recuerden la crisis de los misiles cubanos) –y ello funcionó hasta principios de los años noventa, cuando la URSS se derrumbó. Al dejar de recibir ayuda de su protector, Cuba entró en un período largo, ahora recordado como “los tiempos especiales –aquellos en que los cubanos estaban literalmente muertos de hambre, cuando había electricidad tan sólo durante dos horas al día y cuando la gente convertía cualquier pedazo de tierra en una siembra para poder sobrevivir. Los cubanos tienen las cicatrices de esa época terrible y, para muchos, la situación actual es todavía no mucho mejor.”

De manera que Cuba era un caso perdido subsidiado por la Unión Soviética. Cuando el Imperio del Mal colapsó y se acabaron los subsidios, el caso perdido se convirtió en un infierno.

Las buenas noticias son, si estuviéramos poniendo notas basados en una curva, que Cuba ha mejorado para, de nuevo, convertirse en un caso perdido.

Pero, esa mejoría deja que Cuba tenga todavía un muy amplio espacio para mejorar. Puede no ser al nivel de Corea del Norte, pero está aún peor que Venezuela y eso es para decir algo.

Mi amigo Michel Kelly-Gagnon del Instituto Económico de Montreal, hace eco de las horrendas noticias acerca de la economía de Cuba.

“Tal como se lo puede relatar, cualquiera que haya gastado algún tiempo en Cuba fuera de las instalaciones para turistas, el socialismo, particularmente el de la versión no subsidiada que estamos viendo desde la caída del imperio Soviético, ha sido un desastre. ...Los hospitales, que supuestamente ofrecen un cuidado gratuito, tan sólo pueden hacerlo rápida y efectivamente para los políticamente conectados, los amigos y parientes de los miembros de su staff y para aquellos quienes pagan las mordidas más elevadas... La educación universitaria “libre” que muchos cubanos obtienen en campos técnicos, rara vez valen más que lo que los estudiantes pagan por ella. Hay pocos libros en las escuelas del país y aquellos que pueden ser encontrados, tienen años, si no es que décadas, de antigüedad. Las bibliotecas del país están vacías... Están bien los trabajos que todos los cubanos tienen garantizados, hasta el momento en que se da cuenta de que el salario promedio oscila en el rango de unos $20 al mes. Peor aún, la comida y otras asignaciones de productos básicos, a los cuales los cubanos por muchos años han sentido que tienen derecho, se han encogido con el paso de los años. A los turistas a menudo les maravilla ver qué tan delgados y saludables se ven los cubanos. Tristemente, muchos de ellos están totalmente hambrientos.”

A pesar de ello, Michel introduce un poquito de optimismo en su columna, al señalar que ha existido una porción modesta de liberalización económica (un punto que yo también he formulado, llegando al punto de hacer un chiste en cuanto a que deberíamos intercambiar a Obama por Castro).

“La Cuba comunista, asediada por una burocracia opresiva, un estado anacrónico de bienestar desde la cuna a la tumba, una economía desesperanzadoramente de calidad inferior, gradualmente está cambiando hacia soluciones de sector privado. Empezando cuando Raúl Castro tomó “temporalmente” el poder de su hermano Fidel hace seis años y culminando con la aprobación por el partido comunista de un importante paquete de reformas..., Cuba ha efectuado una serie de pasos crecientemente osados para poner en marcha reformas de mercado libre. Estas van desde otorgar a los empresarios mayor flexibilidad para administrar negocios pequeños y para usar las tierras agrícolas del estado por parte de individuos agricultores, hasta eliminar una variedad de reglas y regulaciones onerosas. Irónicamente, hay mucho que los canadienses... pueden aprender de ese cambio.”

Y hay mucho que los Estados Unidos pueden aprender, particularmente nuestro presidente [Nota del traductor: el artículo se escribió a fines del 2016, cuando Obama era el presidente], quien está tan engañado, que dijo que hay cosas (presumiblemente positivas) que los Estados Unidos pueden aprender de Cuba.

Un tema frecuente de los simpatizadores de Cuba es que ese país ha hecho un buen trabajo en reducir la mortalidad infantil. Pero, tal como lo explica Johan Norberg, ese alegato se evapora mucho al examinarse cuidadosamente. [Ver en la red Dead Wrong™ with Johan Norberg -Infant Mortality on Cuba, The Free to Choose Network].

En resumidas cuentas, el comunismo es un sistema que es burdamente inconsistente, tanto con la libertad humana, como con la libertad económica.

Y, debido a que aplasta a la libertad económica (gracias a la planificación centralizada, los controles de precios y las diversas otras características del estatismo total), eso asegura la pobreza masiva.

Asombrosamente, todavía hay algunos izquierdistas que quieren que nosotros creamos que el mundo comunista funcionaria bien, si la “gente buena” estuviera a cargo de él. Me imagino que no se dan cuenta de que, por definición, la gente buena no quiere controlar las vidas de otros.

Daniel J. Mitchell es compañero sénior del Instituto Cato, quien se especializa en política fiscal, particularmente en reforma tributaria, competencia internacional en impuestos y en el peso económico del gasto del gobierno. También sirve en el directorio editorial de Cayman Financial Review.