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Jorge Corrales Quesada
03/09/2017, 10:18
Este es un artículo muy interesante de dos excelentes economistas, sobre un tema que muchas veces es malinterpretado y posiblemente hasta deliberadamente, para justificar políticas económicas proteccionistas.

EL “DÉFICIT COMERCIAL”: LENGUAJE DEFECTUOSO, PENSAMIENTO DEFICIENTE
Por Daniel B. Klein
Library of Economics and Liberty
5 de junio del 2017

El presidente Trump nos dice que “el comercio nos está matando” [1] y enfatiza al déficit comercial del país. No obstante, como una parte del lenguaje, “déficit comercial” conduce tanto al error como decir que “el comercio nos está matando.” “Déficit” al igual que “nos está matando,” tiene una valencia negativa, pero es un embuste.

En un intercambio, una cosa –un bien o un servicio- se permuta por otro. Algunas veces transamos bondad por bondad. Yo saco a pasear su perro, si me da un aventón al trabajo. En los Estados Unidos, una cosa que a menudo se intercambian son los dólares. En este artículo, dividimos a todas las cosas en dos grupos: (1) dólares y (2) todas las coas que no son dólares por las cuales se intercambian dólares. Llamemos “cosas” al segundo tipo.

Alguna terminología económica implícitamente eleva a los dólares por encima de lo que los dólares compran. Cuando se habla de comercio internacional, o de la cuenta corriente (conformada principalmente por exportaciones e importaciones de bienes y servicios), la terminología lo llama “déficit” si el valor de las importaciones excede al valor de las exportaciones, siendo valoradas, tanto importaciones como exportaciones, a los precios en que son transadas.

Observe que si las importaciones exceden a las exportaciones, tal como lo han sido por décadas en Estados Unidos, entonces, en el neto, más dólares salen de los Estados Unidos cuando los estadounidenses adquieren importaciones, que los que ingresan por ventas de exportaciones que hacen los estadounidenses. A tal situación se le llama déficit en cuenta corriente o “déficit comercial.” Pero, la terminología igualmente podría haber sido formulada en el sentido inverso, en un marco de administrar cosas. Así, en la misma condición en que las importaciones exceden a las exportaciones, el enfoque es en las cosas que, en el neto, están fluyendo hacia los Estados Unidos. Ahora vislumbramos el mismo mundo, pero vemos un superávit. En vez de mirar las cosas tal como lo hace el lenguaje convencional, podemos llamar a esta nueva visión como la cuenta en especie. Lo que desde el punto de vista convencional es un “déficit comercial” es, desde el punto de vista de la especie, un “superávit en especie.”

El presidente Trump le promete a los estadounidenses “buenos acuerdos comerciales.” Pero, ¿no es un buen acuerdo comercial para los estadounidenses cuando obtienen cosas desde el exterior, para usarlas y disfrutarlas, en mayor cantidad que el valor de las cosas que los estadounidenses tiene que dar a cambio? ¡Ese es un superávit en especie! Pero, Trump y otros prefieren llamarlo déficit comercial.
Nuestro punto aquí no es repetir la importante verdad de que un déficit comercial equivale a un superávit en la cuenta de capitales. Sino, más bien, nuestro punto es que todo el marco convencional es uno de administrar dinero en vez de bienes y servicios adquiridos. Tal vez, ese marco emana del instinto básico y del interés natural del gobierno de encontrar los dólares y quedarse con una porción de ellos. Los impuestos son pagados en dólares, no en cosas.

Nuestro punto es que podemos usar un marco inverso, de administración de las cosas, para crear una terminología paralela que transpone a los déficits y superávits. En el marco de administración de las cosas, en la actualidad los estadounidenses tienen un superávit en especie y un déficit en cosas de capital.

Las cuentas -la cuenta corriente y la cuenta de capitales- son acerca de transacciones que ocurren durante el período de referencia, típicamente de un año. El lado de los capitales es más difícil de entender que como lo es el lado de la cuenta corriente. La razón de eso tiene que ver con las transacciones potenciales de las entidades que son transadas en ese año.

Tome los bienes de consumo y servicios –digamos, café importado en los Estados Unidos. Naturalmente los vemos como que entran en existencia y luego dejan de tenerla (en tanto que haya transacciones futuras) en el transcurso del año (de ahí el nombre “cuenta corriente,” para el lado del libro de contabilidad en donde se registran esas transacciones). El café se importa en el año t y es vendido al consumidor dentro de la ventana de un año después de su importación. Tal es la base subyacente de por qué las transacciones de alimentos son designadas como parte de la cuenta corriente (como importaciones y exportaciones), en vez de la cuenta de capital. El acero importado también está determinado a la cuenta corriente y no a la cuenta de capital, debido a que el acero es usado en un edificio que se construye en los Estados Unidos. Si el edificio se vende a un comprador extranjero, esa transacción iría dentro de la cuenta de capital. Pero, el acero es considerado como no viable para ser transado como acero de nuevo una vez más allá de la ventana actual. Las transacciones designadas a la cuenta de capital son aquellas de propiedades, tales como edificios, acciones de una empresa e incluso una casa residencial, que es posible que de nuevo sean vendidas en algún momento en el futuro más allá de la ventana actual.

Nos interesa aquí sólo las inversiones que son hechas internacionalmente –esto es, ya sea una inversión extranjera llevada a cabo en los Estados Unidos o una inversión estadounidense efectuada en el exterior y realizada durante el año t. En estos días de superávits en la cuenta de capitales de los Estados Unidos, cada año la cantidad de inversión extranjera efectuada en los Estados Unidos excede a la cantidad de inversión estadounidenses hecha en el exterior. Desde la perspectiva del marco convencional, a esta situación se le llama superávit en la cuenta de capitales: Desde el punto de vista de una administración del dinero, piense en los dólares asociados con la adquisición de propiedad de tales cosas en un año dado. Visto en términos de dólares, se hacen más de tales inversiones por parte de extranjeros en los Estados Unidos que las que están siendo hechas por estadounidenses en el exterior.

Pero, desde la perspectiva de nuestro marco alterno de administración de cosas, la situación sería llamada un déficit de las cosas de capital: la participación de los estadounidenses de las cosas adquiridas en tales inversiones a través de las fronteras, es menor que aquella de los extranjeros.

De manera que tenemos dos marcos, el marco de administración del dinero, el cual es el convencional, y nuestro marco de administración de las cosas. ¿Tiene alguno de ellos más sentido que el otro? ¿Son igualmente buenos? ¿Son igualmente malos?

Nuestra respuesta tiene dos partes.

Primera, son iguales. No hay razón para pensar que una cosa que pasa de un dueño a otro producto de un intercambio, es más importante que la cosa por la cual es intercambiada. Si María le paga dólares a José por un sánguche, no tiene sentido decir que los dólares son más importantes que los sánguches. En efecto, el hecho de que María deja de tener dólares para obtener sánguches, significa que, para ella, los sánguches tienen un valor mayor que los dólares que entregó. Y los dólares son más importantes para José, que los sánguches que él dio a cambio. Tampoco tiene sentido decir que “nosotros”, como un todo, deberíamos estar más interesados en administrar dinero que en administrar cosas. Los dos marcos son iguales. El desaparecido Thomas C. Schelling, quien fue co-ganador del Premio Nobel en economía en el 2005, lo puso de la misma manera. Él explicó las cuentas que utilizan el marco convencional de administrar el dinero en su libro de texto escrito en 1958 International Economics, e hizo notar que: “Nosotros podríamos igualmente haber sustraído las exportaciones de las importaciones y llamado al balance neto como uno negativo” (es positivo en su ejemplo numérico). Dice él que “no hay otra significación más que la costumbre, en la elección del signo.” [2] Schelling asevera que no hay razón para elevar el marco de la administración de dinero por encima del marco de la administración de bienes.

Segunda, a partir de alguno de los dos marcos, cualquier mención de “déficit” o “superávit” es defectuosa y es igualmente defectuosa según se formule en una u otra forma. La terminología convencional de “déficit comercial” y “superávit de la cuenta de capital” es defectuosa y la nueva terminología de “superávit en especie” y “déficit de cosas de capital” es defectuosa.

En general, el término “déficit” posee una valencia negativa. Cuando se trata del déficit de un presupuesto gubernamental, bien puede ser apropiado considerarlo como un problema. El déficit de presupuesto en realidad representa un endeudamiento creciente que impactará negativamente sobre alguien en el futuro. Las deudas deben ser repagadas –o incumplidas, ya sea abiertamente o por medio de inflación.

Un verdadero déficit es cuando se presenta una falta. En deportes, marcadores deficitarios indican derrota. La palabra déficit viene de las mismas raíces francesas y latinas de deficiente. Un déficit refleja un defecto.

Los dos marcos que hemos examinado -el marco de la administración de dinero y el marco de la administración de cosas- hacen que surja un lenguaje con una valencia que conduce al error. Toda la hablada en torno a “déficit” y “superávit” esencialmente es una farsa. Como lo hemos visto, un “déficit”, con su valencia negativa, es enteramente inapropiado al discutir la diferencia entre exportaciones e importaciones. “Déficit” expresa el signo de administración de dinero de esa diferencia. Pero, desde la perspectiva de administración de bienes, el mismo fenómeno es positivo, ¡un superávit!

De la misma forma, el término “superávit” tiene una valencia positiva. Si seguimos manteniendo un superávit, acumulamos riqueza, ¿correcto? Pero, de nuevo, eso es inapropiado cuando hablamos de capital, debido a que precisamente ese mismo fenómeno, desde el punto de vista de administración de bienes, es un déficit.

Que las importaciones excedan a las exportaciones no debe estar imbuido de una valencia negativa o una positiva. Si está impregnado así, eso puede ser usado oportunistamente en la batalla política. Nosotros favorecemos que se infunda a la terminología económica con una valencia, pero tan sólo cuando sea apropiada. La presunción subyacente de valencia en una economía permanece siendo la valencia positiva del intercambio pacífico, honesto, voluntario. El lenguaje de administración de dinero del “déficit comercial” empezó a usarse tan sólo en el período de post-guerra, cuando se creó el sistema Keynesiano de contabilidad del ingreso nacional, incluyendo su terminología. La siguiente n-grama muestra el nacimiento y el surgimiento de “déficit comercial”, así como algunos términos relacionados. [3] [El gráfico puede ser obtenido en la edición original en inglés del artículo en http://www.econlib.org/library/Columns/y2017/KleinBoudreauxtradedeficits.html ]


file:///C:/Users/JORGEC~1/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image002.jpg (http://www.econlib.org/library/Columns/y2017/ngramtradedeficit.jpg)
ZOOM (http://www.econlib.org/library/Columns/y2017/ngramtradedeficit.jpg)

Source: Google's Ngram Viewer (https://books.google.com/ngrams).

Dado que un déficit suena como algo malo, mucha gente piensa que el “déficit comercial” es malo. La idea es ingenua, pero extendida. Y otros explotan la tontería para discutir a favor de intervenciones gubernamentales -privilegios y protecciones injustas- que en el todo empobrecen a la sociedad.

Al surgir el término “déficit comercial” allá a finales de la década de 1940, le dio algo a los políticos -“el temido déficit comercial”- para justificar sus terrores ante, y para atacar, a extranjeros presuntamente ruines, en momentos en que aprobaban protecciones y privilegios para grupos de presión que favorecían. En la década de 1980, aquellos extranjeros eran los japoneses; hoy, son los chinos.

¿Se ha beneficiado la humanidad con el nacimiento de la terminología del “déficit comercial”? Nosotros sugerimos que es todo lo contrario.
Si las formulaciones de administración de dinero y administración de cosas dan lugar a que surja y se hable de “déficit” y de “superávit”, y eso es malo, entonces, ¿qué es lo bueno? ¿Cómo debemos referirnos antes las identidades contables nacionales?

Es fructífero ponderar las diferencias entre, digamos, exportaciones e importaciones, como simplemente una disparidad. Una disparidad es la separación y su signo es algo secundario. La disparidad que hay entre la altura de Papá y la de Mamá es igual que la disparidad que hay entre las de Mamá y Papá. De la misma forma, la disparidad entre exportaciones e importaciones es la misma que la disparidad entre importaciones y exportaciones.

También, reconocer que la expresión “déficit comercial” induce al error, nos ayudará darnos cuenta de que la disparidad entre exportaciones e importaciones simplemente no es muy relevante para temas y problemas reales. Mucho de la hablada acerca de “déficit comercial” no sirve para un buen fin. Mucha de ella existe debido a la mentirosa valencia negativa del “déficit comercial”.

Desde nuestro punto de vista, en vez de elevar al dinero por encima de las cosas o de elevar a las cosas por encima del dinero, los economistas deberían de hablar de forma tal que adscriba una posible ganancia y corrección mutuas, a cualesquiera que sean las decisiones voluntarias de la gente acerca de lo suyo –esto es, su dinero y cosas. Eso significa dejar de lado cualquier forma de hablar acerca del “déficit”/”superávit.”

“Déficit comercial” es una de esas trampas del idioma en la cual tristemente hemos caído. Es un lenguaje defectuoso que engendra un pensamiento deficiente. Tan sólo si se reconoce el carácter defectuoso del término “déficit comercial”, podemos tener la esperanza de reducir el daño.

Pensar por uno mismo significa no dejar que usted sea intimidado por el lenguaje. Cuando escuche a la gente usar la expresión “déficit comercial”, reconozca su naturaleza defectuosa y, por tanto, desdéñela.


NOTAS AL PIE DE PÁGINA
[1] Ver, por ejemplo, Dan McCrum, “That Trump Trade in Full,” Financial Times, 6 de enero del 2017.
[2] Thomas C. Schelling, International Economics, Boston: Allyn and Bacon, 1958, pp. 21-22.
[3] Un n-grama es una n-palabra para una larga serie de palabras. Por ejemplo, “déficit comercial” es un bi-grama. El diagrama muestra una línea para “déficit comercial”. Esa línea traza el número de veces que el bi-grama, “déficit comercial”, se presenta como un porcentaje anual de todos los bi-gramas en millones de libros escaneados. Los otros n-gramas mostrados en el diagrama (“balance comercial negativo”, etcétera) son incluidos para mostrar que “déficit comercial” no desplazó simplemente a otras expresiones que inducen al error y son ampliamente usadas; por el contrario, surgió por encima del uso previo de otros términos. Los N-gramas son construidos en Google’s Ngram Viewer, el cual ofrece una explicación adicional.


Daniel Klein es profesor de economía y de la Silla JIN del Mercatus Center en la Universidad George Mason. Es editor principal de Econ Journal Watch.
Donald J. Boudreaux es profesor de Economia y de la Silla Getchel del Mercatus Center en la Universidad George Mason. Él bloguea en Cafe Hayek.
Reconocimientos: Agradecemos a Jason Briggeman, Tyler Cowen, Garett Jones, Arnold Kling, Scott Sumner, Alex Tabarok y Larry White por observaciones valiosas.