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Jorge Corrales Quesada
02/09/2017, 12:57
¿EL PRINCIPIO DEL FIN PARA LA VENEZUELA DE MADURO?
Por Álvaro Vargas Llosa
The Independent Institute
Lunes 31 de julio del 2017
Hemos sido testigos en épocas modernas de algunas transiciones sumamente asombrosas de dictaduras hacia una democracia liberal. Parece como si Venezuela fuera a inaugurar un nuevo estilo de cambio de régimen.

Este mes, la oposición política organizó, con la abierta hostilidad del gobierno de Nicolás Maduro, un referendo nacional. A los votantes se les dio la opción de expresar su desaprobación al intento del régimen de Maduro de establecer una convención que reescribiera la constitución venezolana y que se eliminaran todos los frenos y contrapesos al gobierno de Maduro, incluyendo aquél de la Asamblea Nacional.

No requiere de mucha imaginación para darse cuenta de qué clase de esfuerzo se tenía que hacer, bajo un régimen brutal que ha asesinado a 100 manifestantes y detenido a miles durante los últimos cien días, para instalar una infraestructura ilegal que permitiera votar a millones de venezolanos, a la vez que eran hostigados por miles de tropas paramilitares (llamados “colectivos” en la Neolengua de Maduro).

Pero, claro que votaron y masivamente. Aun cuando la oposición pudo montar una quinta parte de los sitios para votar usados en las elecciones regulares, 7.2 millones de personas asistió multitudinariamente a las votaciones, para rechazar el intento del gobierno de convertir a Venezuela en una segunda Cuba.

La violencia esporádica organizada por los matones del gobierno (similares a aquellos que recientemente asaltaron la Asamblea Nacional e hirieron a varias figuras de la oposición) fue observada por un grupo de anteriores presidentes de América Latina, quienes tuvieron el coraje suficiente para observar el referendo –Vicente Fox de México, Andrés Pastrana de Colombia, Laura Chinchilla y Miguel Ángel Rodríguez de Costa Rica y Tuto Quiroga de Bolivia.

La oposición les pregunto a los venezolanos si ellos rechazaban la idea de una convención constitucional, si las fuerzas armadas deberían hacer cumplir la constitución actual (bajo la cual sería ilegal la convención nacional que Maduro quiere) y si deberían ser electas nuevas autoridades.

Noventa y ocho por ciento votó sí a todas las tres preguntas. Los siete millones de votos que respaldaron a la oposición se comparan abrumadoramente ante los cuatro millones de votos que aprobaron la actual constitución en 1999, y a los cuatro y medio millones que apoyó la constitución modificada, que en el 2009 le dio al fallecido presidente Hugo Chávez los poderes extra.

El voto simbólico es también una reivindicación de los esfuerzos de la oposición para obligar al gobierno a que acepte un referendo revocatorio, permitido bajo la constitución el año pasado. El régimen nunca lo aceptó y canceló las elecciones regionales programadas para darle un puntapié. El apoyo disfrutado por la oposición en el referendo indica que los instintos de Maduro eran correctos, cuando bloqueó el referendo revocatorio: habría perdido aplastantemente.

Hay signos crecientes de debilidad en el gobierno de Maduro. Recientemente puso a Leopoldo López, el prisionero político más prominente el país, bajo arresto domiciliario después de haberlo confinado a una celda estrecha en una prisión militar, en donde era torturado rutinariamente. Varios chavistas, más notoriamente la fiscal general Luisa Ortega, habían roto filas con Maduro y denunció abiertamente sus planes para establecer un régimen totalitario. Antiguos oficiales de la policía y del ejército están expresando su abierta oposición al dictador.

El referendo del último fin de semana organizado por la oposición marca un contraste fascinante con otros tipos de transiciones hacia la democracia liberal (si en efecto este termina siendo el resultado). Augusto Pinochet de Chile también dejo el poder después de un referendo, pero fue uno que él mismo había organizado. En Polonia, el gobierno, exhausto por las huelgas generales convocadas por el movimiento Solidaridad, al final abrió negociaciones con el famoso sindicato de Lech Walesa a fines de la década de 1980.

En Hungría, se abrió una grieta entre dos facciones comunistas que condujeron a un cambio del régimen. En Rumanía, el dictador Nicolae Ceausescu fue capturado, sentenciado y ejecutado. En la Unión Soviética, la burocracia comunista produjo a Gorbachev, un reformista quien fue superado por fuerzas que él había puesto en movimiento. Cuando facciones retrógradas trataron de echar atrás al reloj, otros líderes reformistas, particularmente Boris Yeltsin, prevalecieron, y el resto es historia.

Pero, nunca antes hemos visto lo que acaba de suceder en Venezuela –una oposición que montó un referendo exitoso en toda la nación en defensa de su constitución actual, contra la hostilidad de un gobierno que ya no piensa que su propia constitución, creada por Chávez, es suficiente para garantizar su perpetuidad. ¿Es éste el fin del chavismo y de Maduro? ¿Resultará una de las más fascinantes transiciones hacia una democracia liberal en la historia contemporánea?

Álvaro Vargas Llosa es compañero sénior del Centro para la Prosperidad Global del Independent Institute. Es nativo del Perú y recibió su B.Sc. en historia internacional en la Escuela de Economía de Londres. Sus libros en el Independent Institute incluyen a Global Crossings: Immigration, Civilization, Lecciones de los pobres: El triunfo del espíritu emprendedor, The Che Guevara Myth and the Future of Liberty (http://www.independent.org/store/book.asp?id=61), y Liberty for Latin America (http://www.independent.org/store/book.asp?id=55).