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Jorge Corrales Quesada
28/08/2017, 09:39
Por Jorge Corrales Quesada

Cuando me enteré que el rector de la Universidad de Costa Rica había denunciado la actual convención colectiva de ese centro, con lo cual se abrirían negociaciones para una nueva convención, en donde, presuntamente, se reducirían los privilegios en el empleo público que agobian al contribuyente nacional, me alegró tal posibilidad, dado el gigantesco aporte de recursos que la ciudadanía da para la educación superior pública del país y mayoritariamente para esa universidad.

Resulta que la ilusión mía quedo truncada, porque esa decisión del rector dejaba por fuera a todos los privilegios que cubren a los docentes. Veamos unos datos que nos brinda La Nación del 9 de diciembre, en su comentario titulado “UCR elude revisar millonarios pluses exclusivos de docentes: Pagos por logros académicos y dedicación exclusiva superan a los ₡8.000 millones anuales.”

En la UCR hay dos regímenes salariales diferentes. Uno de ellos, definido por la convención colectiva, cubre a más de 9.000 empleados y significa un costo anual de alrededor de ₡42.000 millones. El otro es una forma de convención conocida como el Régimen Salarial Académico, que cubre a más de 5.087 profesores. Según interpreté del artículo de La Nación, tal Régimen Salarial Académico comprende dos partes. La primera, la llamada dedicación exclusiva, por la que se paga un 30% sobre el salario base, para los profesores que trabajen tiempo completo y exclusivamente para la UCR. Esta parte, en el 2015, cubrió a 1.248 profesores y, de acuerdo con el medio, “le costó a la Universidad ₡4.226 millones.” La segunda parte, conocida como el incentivo del escalafón, otorga un plus de un 3% sobre el salario base y cubre a 5.087 docentes. El medio indica que “en el 2015, significó una erogación de ₡4.226 millones.” Y agrega que, “entre dedicación exclusiva y escalafón, la UCR pagó el año pasado ₡8.452 millones.”

No dudo de que las cifras de estos dos pluses sean en sí sumamente altas, no obstante, me llama la atención que la dedicación exclusiva y el escalafón -cada uno de estos dos pluses- le cuesten lo mismo a la UCR; esto es, ₡4.226 millones. Tan exacta igualdad me sorprende, tratándose de dos bases diferentes; una para los académicos, del 30% sobre su sueldo cuando hay dedicación plena y exclusiva, y, el otro, para los docentes universitarios, en general. En todo caso, se está hablando de mucha plata. Lástima, eso sí, que no se hizo un cálculo de cuánto significa por alumno de la UCR, con lo cual saltaría a la luz el impacto del costo de esos privilegios.

Pero eso no es todo: como la rectoría de la UCR denunció la convención colectiva y no toca al Régimen Salarial Académico, el sindicato de la Universidad ha chillado ante el cambio, que será sólo para unos y no para todos los que trabajan en la UCR. Es muy posible que la estrategia del sindicato, clamando porque también se revisen los privilegios de los docentes, sea para lograr que surja un malestar adicional, que coadyuvaría al enojo de los afiliados al sindicato, para lograr, ante las circunstancias, que todo termine en nada: que no haya cambio alguno. La posición del sindicato dudosamente se basa en una preocupación ante el abominable abuso de privilegios, ni tampoco por una vil envidia -¿por qué sólo a mí y no a todos?- sino que se hace para lograr un impasse en las negociaciones propuestas, caracterizadas por la decisión del rector de querer tocar los privilegios del sindicato y no a los del gremio académico. De lograrse esto último, seríamos los ciudadanos quienes simplemente seguiríamos pagando los privilegios laborales de todos en esa casa de estudios superiores. O sea, ni siquiera media reforma; nada. La revisión a medias quedaría en cero.

Las autoridades de la UCR han indicado que actúan así porque se trata de dos regímenes salariales diferentes, ante lo cual uno podría pensar que, tal vez, se está empezando por ordenar uno, para seguir luego con el otro. Lamentablemente, las autoridades universitarias no han expresado que tal sea su secuencia de reforma. Por el contrario, blasonan, en un campo pagado reciente en ese mismo medio (13 de diciembre), de que han venido “tomando medidas de contención del gasto desde mucho antes de que se diera la discusión pública sobre sus finanzas,” e insisten, como diciéndoles a los críticos del desperdicio de recursos, que “tomen para que lleven”, pues la UCR lo ha corregido “con base a análisis rigurosos y sistemáticos, no como ocurrencias ni inspirada por rumores.” Así que nos lanzan una prédica de “no frieguen más, si somos ejemplo de la buena administración de los recursos en la administración pública,” en donde el gasto desproporcionado lo pagan todos los costarricenses.

Esperamos que la nueva convención colectiva que surja nos traiga buenas noticias a los contribuyentes, pues el monto que hoy se paga anualmente en privilegios de la convención colectiva asciende a la formidable suma de ₡42.000 millones y que luego la rectoría haga algo similar con los privilegios que se pagan por el Régimen Salarial Académico, que podría ascender a ₡8.452 millones al año, una cifra nada despreciable.
Lo bueno del lanzamiento de peluches entre el sindicato y la rectoría de la UCR, es que exhibe lo que parecía un amor bien tapado, pero que, en realidad, está desnudo, no de valores monetarios, sino de los otros. Los costarricenses debemos estar agradecidos, muy agradecidos, con este destape de los privilegios salariales en la UCR.

Publicado en mis sitios de Facebook, jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad, el 3 de febrero del 2017.