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Jorge Corrales Quesada
20/10/2015, 11:02
LA REVISIÓN DEL PROGRAMA MACROECONÓMICO DEL BANCO CENTRAL
Por Jorge Corrales Quesada

Cuando el Banco Central publica su programa macroeconómico o bien la revisión usual que suele hacer, son momentos que sirvan para repasar algunas de las cosas que se supone están pasando en la economía. Tal vez lo que más me impactó de la reciente revisión del programa monetario del 2015-2016, divulgada por el Banco Central el pasado 30 de julio, fue la reducción que hizo a la estimación de inicios de año, de la tasa de crecimiento de la economía que habría de esperarse para este año. Por tal razón, me imagino, fue que La Nación del 31 de julio tituló su artículo correspondiente bajo el encabezado “Producción tendrá la menor alza en 6 años: Banco Central anuncia que crecimiento será más bajo del que previó en enero pasado.”

Ciertamente desde hace rato, indicadores tales como el llamado IMAE (índice mensual de actividad económica) venían señalando descensos en la tasa de crecimiento de diversos sectores económicos de importancia y de la economía como un todo. Era sólo cuestión de tiempo para que el Banco redujera sus estimaciones para el 2105 formuladas a principios de año. De esta manera, en vez de un 3.4% de crecimiento que inicialmente proyectó (crecimiento de por sí bajo y posiblemente cercana a la tasa de crecimiento de la población, tema importante para el análisis per cápita), ahora el Banco estima que dicha tasa será un 18% inferior; esto es, que la economía este año crecería tan sólo en un 2.8 por ciento.

Las explicaciones brindadas por el Banco para reducir dicha tasa son las que me inquietan. De acuerdo con el artículo de La Nación arriba citado, el Banco atribuye como razones para proyectar esa menor estimación de crecimiento a que “a la caída en la producción de microprocesadores que implicó el cierre de la planta de INTEL, se le sumó la menor cosecha de piña y banano por efectos climáticos, y el Gobierno, por su parte, no ha podido levantar la inversión pública.”

Ante estas tres causas señaladas por el Banco surgen mis dudas. En primer lugar, ¿no entiendo cómo es que, si INTEL le anunció oficialmente al país que disminuiría significativamente su inversión en Costa Rica desde abril del 2014 e indicó que cerraría su planta de manufactura de microprocesadores antes de fines de ese año, el Banco Central no consideró el efecto que eso tendría sobre la economía nacional, al hacer a fines del 2014 su proyección inicial de crecimiento del Producto Interno Bruto para el 2015? ¿Para tomar en cuenta tan importante factor, habrá tenido que esperar que pasara un semestre del 2015, a fin de reducir la expectativa de crecimiento de la economía en este año resultado de la salida de INTEL? El Banco Central siempre ha tenido más que suficiente información acerca del tamaño y relevancia de INTEL en nuestra economía, como para poder estimar los efectos en nuestro país a su salida anunciada para finales del año pasado. De manera, que el argumento me parece “espeso” y casi que ad hoc, si no es que increíblemente omiso en las estimaciones debidas que formula un ente como el Banco.

En cuanto al segundo factor causal, el de la “menor cosecha de piña y banano por efectos climáticos”, que nos menciona el Banco, tales efectos suelen tener impacto en el corto plazo, por lo cual podría esperarse una recuperación de tan importantes cosechas tal vez en el 2016, pero también, a veces, cuando hay alguna “mala cosecha” por razones climáticas, hay otras que se ven favorecidas. No estoy diciendo que éste sea el caso concreto, pero una recuperación pronta de las inversiones afectadas creo que se podría reflejarse en tasas de crecimiento mayores que repongan el efecto que el mal clima tuvo al inicio del año. Pero esto es, sin duda, muy discutible.

Por otra parte, el tercer punto que pretende explicar el menor crecimiento estimado por el Banco en cuanto a que “el Gobierno, por su parte, no ha podido levantar la inversión pública,” me parece que, ante el crecimiento de los presupuestos públicos que se observó a inicios del 2015, lo que más ha aumentado es el gasto corriente del Gobierno, pero esa mayor demanda de recursos bien puede haber incidido en un menor crecimiento de la inversión privada.

Señalo esto último porque el informe del Banco es notoriamente omiso acerca de la incertidumbre que el sector privado ha venido experimentando en los últimos tiempos, que bien podría no estar invirtiendo lo posible a causa de expectativas de aumentos de impuestos que reducirán las rentabilidad de sus inversiones prospectivas. Este asunto me permite resaltar el título de una información reciente de La Nación del pasado primero de abril, cual es “Inversión empresarial crece cada vez menos: Pasó de aumentar 12,25% en el tercer trimestre del 2013 a 3,26% en último del 2014.” Según la información aparecida en dicho artículo, la inversión de las empresas -conocido en el lenguaje del Banco Central como formación bruta de capital- ha venido cayendo durante los últimos cinco trimestres.

Esa incertidumbre no se ha reducido y, de acuerdo con encuestas realizadas a empresas nacionales, permanece no sólo ante la propuesta tributaria del gobierno, sino también a causa de una serie de políticas económicas que el sector empresarial ha cuestionado públicamente por considerarlas desestimulantes para crear nuevas empresas.

Todo lo expuesto hasta el momento se ha argumentado por el Banco para reducir la tasa esperada de crecimiento de la economía, a pesar de que es un hecho que el comportamiento reciente de los mercados internacionales, en cuanto a una baja en los precios del petróleo y de otras materias primas, le ha permitido al país tener una mejora en sus términos de intercambio y, sin duda, un alivio tanto en el costo de las importaciones, así como un menor crecimiento de la generalidad de los precios.

Posiblemente este menor crecimiento esperado se reflejará en un aumento del desempleo y del sub-empleo e incluso de lo que se denomina economía subterránea. La baja inversión privada antes indicada, sin duda que es el sustento para la apreciación del señor Bernardo Alfaro, de la Cámara de Bancos e Instituciones Financieras, quien señala que en dicho comentario periodístico que “el bajo crecimiento económico proyectado del 2.8%, implica que no habrá mucho margen para reducir el desempleo, uno de los principales problemas que el país sigue enfrentando.”

Los datos recientes acerca de la situación del empleo en nuestro país no son estimulantes. Si bien la tasa de desocupación bajó de un 10.1% en el primer trimestre del 2015 a un 9.5% en el segundo trimestre del año, si se compara la tasa de desempleo del II trimestre del 2014 (9.1%) con la del mismo período en el 2015 (9.5%), “el desempleo se mantiene, pues el cambio no es estadísticamente significativo, debido a que las encuestas tienen márgenes de error.” (Ver La Nación, “Tasa de desempleo permanece sin cambio,” 13 de agosto del 2015). Habrá que esperar algún tiempo mayor para ver si afortunadamente el país empieza a generar un incremento sustancial en el empleo.

Tampoco las cosas parecen ir bien en cuanto a sub-empleo, pues la tasa aumentó de un 11.8% en el segundo trimestre del 2014 a un 13.5% en el mismo período del 2015; ese aumento de un 1.7% sí parece ser significativo.
En cuanto a la informalidad, el comentario de La Nación indica que “hubo cambios en el porcentaje de ocupados con empleo informal, pues este aumentó dos puntos porcentuales hasta llegar a un 44.4% respecto al mismo trimestre del año anterior.”

Un tema adicional que suscita el interés en la revisión del programa monetario que hizo el Banco Central a fines de junio pasado, tiene que ver con la conducción -si es que se puede hablar en tal sentido- de la política cambiaria. No hay dudas de que, en la actualidad, hay diversas opiniones acerca de si el tipo de cambio hoy existente es el de equilibrio; uno que se podría considerar como “adecuado”. Es obvia la presión de ciertos sectores, principalmente agrícolas, para que el tipo de cambio se ajuste con una devaluación (nunca se dice de cuánto), en tanto que, por ejemplo, el Banco, en voz de su presidente, señala que “hay un superávit de divisas en el mercado y presión para que baje”; esto es, para lo contrario, para que haya una revaluación del colón. Incluso el Banco indica que “si hay un choque externo negativo el tipo de cambio hará su trabajo,” lo cual parece indicar una política apropiada del Banco pero para tal momento.

Pero ese no parece ser el punto esencial de la actualidad, cual es que en el país no existe claridad en cuanto al valor real del dólar en un mercado libre, pues el Banco ha estado interviniendo con suma frecuencia conforme observa algún movimiento al alza o a la baja del tipo de cambio. Francamente, a uno le da la impresión de que en el país se está con un régimen de tipo de cambio fijo, con algunos movimientos mínimos alrededor de él. Como que el Banco actúa en contra de cualquier desviación que surja en los mercados de algún tipo de cambio casi que pre-definido.

En mi opinión, el Banco debe efectivamente permitir que haya una mayor flexibilidad en el tipo de cambio, para ir gradualmente acercándose a ese buscado tipo de cambio de equilibrio (que sabemos que siempre estará fluctuando).
El objetivo del Banco no debe ser, como lo dice su presidente ejecutivo, que “si la economía tiene un nivel aceptable de estabilidad, donde el nivel de precios sea estable y las condiciones financieras sean apropiadas, significa que los agentes económicos tienen los instrumentos propios para hacer el cálculo económico y decidir cuál nivel de inversión es rentable. En el tanto que el tipo de cambio o las tasas de interés estén fluctuando el agente económico se ve en problemas para calcular cuál es la tasa de retorno.” La estabilidad impuesta por una decisión del Banco, por ejemplo, cuando define el tipo de cambio no según lo haga el mercado, sino el ente, no es lo deseable. Ya hemos conocido ejemplos nefastos en nuestra historia monetaria en que se han mantenido “estables” artificialmente tipos de cambio, que más tarde o más temprano han conducido a fuertes devaluaciones que no se deben de olvidar. No digo que el Banco esté manteniendo artificialmente el tipo de cambio actual, sino que no deja que el mercado lo exprese, para así saber si la “estabilidad” del caso la define el mercado o una burocracia. La primera es la importante; la segunda conduce a la especulación cambiaria, entre otras cosas.

Lo que me inquieta, en cierta manera, es la posición que el Banco ha tomado en torno al problema fiscal, al comentar acerca de la revisión de su programa monetario. De acuerdo con el presidente del Banco, señor Castro, cuando expresa que el “mayor problema del país es el fiscal”: hay mucho de cierto en ello. Y hace bien en advertirlo, en especial cuando, si no se ponen impuestos o se reduce el gasto, el gobierno podría pensar en dos medidas alternativas que alteraría violentamente una moderada política monetaria como la hoy establecida.

La primera es que el gobierno central se endeude más en el exterior. Se ha sabido de que anda buscando $5.000 millones de dólares de inversión de parte del gobierno chino, mediante la colocación (venta) de bonos del estado en dólares, con lo cual el gobierno evitaría que, como un préstamo externo al gobierno, tuviera que ir a la aprobación legislativa, en donde no parecen soplarle buenos vientos. Eso sí, es bueno que se sepa que el efecto es el mismo en cuanto a que los costarricenses tendrán que cubrir el pago de esa deuda, ya sea que se trate de un préstamo directo al gobierno o a través de la colocación de bonos estatales. El problema es que el ingreso al país de esa suma de dólares provocaría una revaluación posiblemente fuerte en el tipo de cambio, lo cual afectaría la capacidad del país para colocar sus exportaciones en el extranjero, entre otras cosas. Si, ante tal circunstancia, el Banco quisiera esterilizar esos dólares, adquiriéndolos en el mercado para aumentar sus reservas, tendría que colocar una cantidad muy significativa de colones, lo cual daría lugar a un indeseado proceso inflacionario.

La segunda opción, la cual sin duda pone nervioso al Banco, es que el gobierno -como sucedió en época de la administración Carazo- acuda al financiamiento de su gasto mediante la emisión monetaria del Banco. Ya sabemos el efecto inflacionario que esto provocará y que, me imagino, está muy lejos de los objetivos establecidos en la actualidad por el Banco.

Por eso, a fin de mantener su independencia, el Banco hace muy bien en advertir acerca de la necesidad de que el problema fiscal no incida en la política monetaria (como en los dos casos antes mencionados), pero lamentablemente vuelve a lo mismo de siempre, al sumarse el señor Castro a las palabras del presidente Solís, de que “el país no aguanta otro año más sin impuestos.” El problema es que el poco crecimiento de la economía, que motivó la revisión del programa monetario de este año y la preocupación del Banco, se iría aún más por la borda. No conozco país en donde mayores impuestos a la economía privada dan lugar a un mayor crecimiento de la economía. Tal vez si se pensara que la forma de resolver el problema fiscal del país radica en reducir la demanda de recursos que el estado lleva a cabo; esto es, de recursos que el estado sustrae de la economía privada y que, por tanto, no se pueden destinar a actividades productivas que requieren de inversión. Reducir el gasto público es la medida adecuada, si queremos que nuestra economía vuelva a crecer a tasas aceptables y que, por tanto, se pueda reducir el desempleo y con ello aumentar los ingresos de los hogares y reducir la pobreza.

Publicado en los sitios de ASOJOD y del Instituto Libertad y en los míos de Facebook jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad del 13 de octubre del 2015.