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Jorge Corrales Quesada
18/09/2015, 11:18
EL ESTADO INEFICIENTE-LA TROCHA
Por Jorge Corrales Quesada

La famosa trocha fronteriza ha dado mucho de qué hablar. El hecho es que ésta se ha quedado varada en el tiempo: nada pasa allí; todo se deteriora. Indica La Nación en una glosa publicada el 22 de mayo, el cual lleva como titular “Plan para transformar trocha en carretera se atasca en diseños: CONAVI admite atrasos en bosquejos para construir la ruta fronteriza,” que el medio “realizó un recorrido por las cinco secciones de la vía y verificó que ninguna de ellas es completamente transitable. Los factores son diversos, entre ellos, puentes de vigas de madera y pasos de alcantarillas que se derrumbaron. Taludes colapsados, lodazales y grietas en la superficie de rodamiento son parte de los obstáculos en el camino.” En resumen: un abandono total e irresponsable; dejado en las manos de Dios.

Fue en enero del 2011 cuando la administración anterior decidió construir tal vía para que sirviera de refuerzo a la seguridad del país, ante conflictos con Nicaragua, por el problema de la Isla Colero. Pero ya sabemos cómo, más o menos un año después, se desveló el relajo que estaba sucediendo allí, lo cual incluso significó la renuncia del entonces ministro de Obras Públicas y Transportes (MOPT), Francisco Jiménez. El caso es que la tal trocha quedó conformada de pedazos de vía con obras relativamente pequeñas.

En cierto momento se vislumbró a la trocha no sólo como una protección de nuestra soberanía, sino como una forma de lograr mayor desarrollo de una zona que ha carecido de proyectos significativos (especialmente tras la salida de la exploración aurífera que realizaría la firma canadiense Infinito). Esa incomunicación, en mi opinión aunada a la falta de derechos de propiedad que hay en la frontera, constituye una barrera para que esa importante zona pueda despegar su economía, aunque sea a lo largo de los años, en un plazo relativamente amplio, pero que desde ya ofrezca tales posibilidades de crecimiento.

Lo increíble es que, posiblemente por el apuro, la obra se realizó sin los bosquejos indispensables, pues no se disponía de levantamientos topográficos, ni de estudios de suelos, hidráulicos y perforaciones. Es decir, la obra se inició sin los diseños indispensables, algo que podría ser atendible ante la amenaza supuestamente cercana de una invasión del país por fuerzas militares nicaragüenses. Pero en verdad, había más: en el arca abierta hasta el santo peca y el desorden es fuente de corrupción.

Después de la paralización de la carretera ante denuncias de actos ilegales e indebidos, presentada en mayo del 2012, tomó poco más de un año después para que se sacara una licitación para “el diseño de los 157 kilómetros que componen la ruta 1856 [como se le ha llamado a la trocha fronteriza], entre los Chiles y Delta Costa Rica. Las firmas ganadoras de esa licitación del diseño de cinco sectores en que se dividió la trocha, fueron CACISA (cuatro sectores) e IMNSA (uno de ellos), cuyo encargo se dio en enero del 2014, a un costo estimado de ₡1.610 millones. Dichos diseños se supone que serían entregados en marzo de este año, pero, hasta la fecha en que esto se escribe (principios de junio), aún no se han entregado.

Lo grave es que, entonces, el CONAVI continúa en la ignorancia de cuáles obras son necesarias, cuál sería el costo estimado de inversión que se tendría que realizar y cuándo se podrían iniciar las tareas requeridas.
Pero -y ya veremos que servirá como argumento perfecto para explicar el retraso en la reiniciación de las obras- parte de lo que se deberá definir en el fallo que actualmente está en curso en la Corte Internacional de Justicia, es si existen los daños ambientales alegados por Nicaragua, supuestamente resultado de la construcción de la trocha. Se espera que el fallo se dé a fines de año o principios del 2016. Uno creería que un alegato como ese no debería impedir que se completen los estudios necesarios antes indicados, además de que, sin ocasionar daños ambientales significativos, la carretera fronteriza podría continuar siendo construida. Entiendo que bien podría yo estar equivocado en cuanto a las posibilidades legales de así hacerlo, dado lo expuesto acerca del fallo internacional aún pendiente.

Ese atraso molesta, al igual que el de la investigación acerca de presuntos actos corruptos en las obras que se detuvieron a mediados del 2012. Ya han pasado más de tres años de investigaciones y parece que las cosas avanzan muy lentamente -como tanta investigación que se hace en el país acerca de actos similares- esta vez, en voz de la fiscalía, porque se trata “de un expediente de trámite complejo y que fue declarado como un asunto de delincuencia organizada, la FAPTA (Fiscalía Adjunta de Probidad, Transparencia y Anticorrupción) ni el Organismo de Investigación Judicial pueden establecer plazos para finalizar la investigación.” Da tristeza, pero tanto tiempo, lo digo con todo respeto, alienta las impresiones de impunidad e inutilidad que el ciudadano común y corriente expone por éste y casos similares.

De acuerdo con el MOPT, “este gobierno ha gastado ₡6.130 millones en mantenimiento del camino. Se han colocado cinco puentes bailey y contratado la construcción de otros cuatro sobre los ríos Tamborcito, Colpachí, El Cedro y La Ceiba. También se instaló un paso peatonal, que beneficia sobre todo a escolares en el sector de Quebrada Chorreras. Sin embargo, entre el 2011 y el 2013, el Ministerio calculaba una inversión en esa ruta de ₡23.000 millones.”

Entristece ver la serie de obstáculos en la trocha y que los describiré brevemente, con el afán de que el lector se dé cuenta del aislamiento al que se ha sometido esa región del país. Señala La Nación que “la etapa entre Medio Queso y Las Delicias… tiene lagunas de barro y cortes causados por aguas que no fueron canalizadas. La ausencia de un puente sobre el río Pocosol no permite pasar de Los Chiles a San Carlos. Tampoco puede viajar de El Campo a Tiricias de Cutris. La etapa entre Tiricias y río Infiernillo es la que está mejor. Sin embargo, la falta de un puente impide pasar a Crucitas, Chorreras y Boca San Carlos. En Boca San Carlos se corta el paso porque no hay un puente que permita continuar hasta Boca Sarapiquí y a Delta Costa Rica, donde finaliza la ruta 1856.”

Todo parece estar medio-botado y sería un enorme desperdicio que así continúen las cosas. Pero ya sabemos que tenemos un estado ineficiente, capaz de empezar un costoso proyecto sin lo básico requerido, como son los planos de diseño y que, a pesar de lo crucial que significa disponer de esa vía para lograr el progreso de una extensa zona del país, no se le debe de dar más largas al asunto. Incluso, creo que el gobierno la inició sin disponer de una buena estimación del costo total de la obra. No hay razón para posponer, sin chorizos, lo que debe ser privativo de una nación soberana, tomando en cuenta que las obras eviten daños ambientales a terceros.

Publicado en mis sitios jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad en Facebook el 18 de setiembre del 2015.