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Jorge Corrales Quesada
27/08/2015, 21:33
EL ESTADO INEFICIENTE-UNA PLATINA DURA DE MATAR
Por Jorge Corrales Quesada

El tema del arreglo de la platina en el puente sobre el río Virilla en la carretera San José-Alajuela, pasará a la historia nacional como uno de los mayores misterios insondables de nuestro país, de muchos pero muchos años. Es que a uno le sorprende que esas reparaciones no hayan resuelto el problema, tantas veces intentado en una nación que siempre se ha preciado de la elevada calidad de los profesionales en ingeniería y lo digo con todo el respeto que ellos se merecen. Por supuesto que no pretendo bajar el piso a distinguidos profesionales de ese gremio, pero es que llama la atención cómo, cada vez que hay que incurrir en una nueva reparación de la platina, se menciona que ahora sí viene la solución final.

Por ello es que en el artículo de La Nación, “Arreglos en ‘platina’ cuestan casi el valor de puente nuevo: Inversiones desde el 2008 alcanzan $13.1 millones”, es posible leer la opinión respetable del ingeniero Roy Barrantes de LANNAME, señalándonos acerca de una evidente improvisación en esos arreglos, cuando “lo que hemos percibido, y creo que es lo que ha percibido el resto del país, es que esto ha sido un proceso de prueba y error. Desde el principio se hicieron algunas soluciones a problemas muy puntuales que no duraban mucho tiempo.” Pregunto: ¿Por qué teniendo en el país tan buenos ingenieros, no se ha podido arreglar ese problema puntual?

No me atrevo a sugerir que entonces le pidamos ayuda a la Embajada del Japón, para que nos preste su país algunos ingenieros de la firma Kajima, empresa que de paso laboró tiempo atrás en Costa Rica y que terminó de construir en 1998 el puente más largo (o casi) del mundo, con 3.911 metros de largo en la bahía de Osaka: me refiero al puente Akashi Kaikyo. Ni tampoco propongo que resucitemos a Ralf Modjeski o a la firma Purcell ingenieros, dado que el primero diseñó los primeros planos del precioso puente de la bahía de San Francisco y la empresa Purcell lo edificó a mediados de la década de los treinta del siglo pasado. No creo que ni aquel puente japonés ni este último más viejo en San Francisco, hayan tenido problemas con platinas y más bien me parece que, cualquier situación similar a la nuestra, por supuesto que ya las habrían resuelto.

Pero lo que pasa es que esta aventura fabulosa de la reparación de la platina lleva ya mucho tiempo desenvolviéndose, mutando como el capullo de una mariposa; ya puede haber sobrepasado un quinquenio en edad. Primero fue que “una de las juntas de expansión del puente falló (y) el primer remedio fue aplicar soldadura. Sin embargo el arreglo duró solamente unos días,” expone el artículo de La Nación.

Luego, continúa el periódico, “en diciembre del 2010, la apuesta del Gobierno (para reparar el daño) fue cambiar la losa por una superficie más liviana, obras que costaron $3.8 millones.” Por supuesto que tampoco funcionó ¿y la plata…?
Pero hay más, esta última modificación “aumentó la vibración del puente y, al cabo de pocos días, empezó a desprenderse el concreto de la superficie de rodamiento”. Eso costó más plata -ni me acuerdo el monto- y lo que sé es que el estado está tratando de evitar el pago por algo que no funcionó y que lo construyó la poderosa y presuntamente altamente calificada empresa portuguesa Soares da Costa. Pero ahí está el bejuco pendiente de resolución…

En lo que creo es -con el auxilio de Dios- el último episodio de la trama novelesca, “en octubre del 2013 el CONAVI decidió reforzar por completo la estructura. Esta etapa está suspendida a la espera de los diseños para agregar dos carriles más al puente.” Pero en estos días recientes se volvió a enfermar la pobre platina. Se resiste a morir y el que ciertamente no resiste ya más es el bolsillo de los ciudadanos… porque plata va y plata viene en nombre de la inconmovible platina.

Señala el artículo periodístico que, desde el 2008, el CONAVI ha invertido “un total de $13.1 millones en diferentes arreglos al puente sobre el río Virilla”, cifra que “está a punto de igualar los $15 millones que, según el exministro de Transportes, Francisco Jiménez, costaba hacer una estructura nueva.” Por ello, es más que apropiada la pregunta que hace el medio: “¿Por qué no se hizo un puente nuevo desde el inicio?” Y no me salgan con el cuento de que mirar para atrás siempre es fácil. Lo cierto es que los hechos han demostrado la falta de previsión de parte de las autoridades responsables del transporte vial en el país.

Para el último capítulo de la saga de la platina, se le puso encima una capa de asfalto, pero parece que no es la solución final. Mi conclusión: ya tengo el título para esta epopeya; “Dura de matar.”

Publicado en mis sitios en Facebook, jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad el 27 de agosto del 2015.