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Jorge Corrales Quesada
26/05/2015, 08:50
ILUSIÓN O ENGAÑO
Por Jorge Corrales Quesada

Datos recientemente publicados en el último informe de Coyuntura Económica de Costa Rica, que emite la división Económica del Banco Central, han estimulado este comentario mío. Dicho informe es mejor conocido como el IMAE (Índice Mensual de Actividad Económica) y corresponde a abril del 2015.

Resumiré algunos de sus principales resultados:

1.- Esos datos del IMAE nos permiten tener una idea del comportamiento de la producción de la economía nacional, para el primer bimestre de este año. Indican un crecimiento promedio del 2.4%. Esto contrasta con el crecimiento promedio de 3.5% a febrero del 2014 y un incremento interanual (esto es, entre el primer bimestre de febrero del año pasado y el del primero de este año) de 2.2%, el cual se compara con el cambio interanual previo entre febrero del 2014 y el del 2013, de un 3.7%. Más grave aún: un informe más reciente sobre el IMAE de marzo del 2015, señala que el crecimiento de la producción nacional de marzo del 2015, comparado con el de marzo del 2014, creció en tan sólo un 1.7%. Vamos para atrás como el cangrejo.

2.- Ese menor crecimiento promedio del primer bimestre del 2015, con respecto al equivalente del 2014, se debe a un menor crecimiento de la mayoría de las empresas que integran el sector industrial y, en especial, por una relativamente fuerte caída del sector agropecuario.

3.- Respecto al sector agrícola, su descenso anualizado a marzo del 2015 es de un 2.2%, comparado con un crecimiento promedio del 2014 de un 2.9%. Según datos del IMAE a marzo del 2015, el sector cayó en un 3.4%, con respecto al equivalente de marzo del 2014. El sector agrícola ha venido cayendo desde abril del 2014 e incluso a partir de noviembre de ese año muestra tasas negativas de crecimiento.

4.- El sector manufacturero creció en este bimestre un 0.3%, en comparación con 2.6% en el mismo período del año anterior. Este menor crecimiento se explica en mucho por la salida de INTEL del país. Preocupa que, de acuerdo con datos del IMAE a marzo del 2015, el sector cayó en un 1.4% en comparación con marzo del 2014. Es el tercer mes consecutivo de declinación en su tasa de crecimiento.

5- En cuanto al sector comercio, otro importante generador de empleo, había crecido interanualmente en el primer bimestre de este año en un 3.8%. Dicha tasa es ligeramente inferior a la equivalente de marzo del 2014, de un 3.9%. Sin embargo, en tanto que en junio del año pasado venía creciendo a una tasa anual promedio de 4.4%, el crecimiento promedio anualizado a marzo del 2015 se redujo a un 3%.

6.- En los últimos 11 meses se dio un decrecimiento consecutivo del IMAE; esto es, a partir de abril del 2014 cada mes consecutivo cae más la producción doméstica Por ello, es posible hablar de una economía en decrecimiento desde los últimos once meses, decrecimiento que conforme pasa el tiempo es cada vez menor: crece menos la economía.

Las noticias en el campo del empleo tampoco son halagüeñas. De acuerdo con el informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) sobre la Encuesta Continua de Empleo: Resultados del I Trimestre del 2015, el país alcanzó la tasa de desocupación más elevada de los últimos seis trimestres. La tasa de desocupación es el porcentaje de la población con respecto a la fuerza de trabajo que no trabajó durante la semana de la encuesta y que buscó empleo en las cinco semanas previas. El informe arriba citado muestra que la tasa de desempleo de este primer trimestre del 2015 es la más alta de los últimos siete trimestres. Así, en el segundo trimestre del 2013 fue de un 10.5% de la fuerza de trabajo, descendió luego y volvió a aumentar a partir del primer trimestre del 2014, en que llegó a ser de 9.8% y finalmente alcanzó a ser un 10.1% de la fuerza de trabajo del país en el primer trimestre de este año.

Si se compara el primer trimestre del 2014 con el del 2015, se observa que la tasa de desempleo de los hombres aumentó de un 8.1% a un 8.8%, en tanto que el de las mujeres permaneció en el nivel más alto de un 12.3%.

Un indicador importante de tener presente cuando se analiza el mercado de trabajo, es la llamada tasa de participación neta, que indica el porcentaje de la fuerza de trabajo del país con respecto a la población en edad de trabajar. Un descenso de dicha tasa neta de participación puede deberse a que personas que, en un primer momento buscaron empleo, hayan desistido; esto es, que la fuerza de trabajo descendió, pues al no encontrar trabajo abandonaron su esfuerzo. Recientemente en el país, la tasa de participación neta pasó de un 63.7% en el primer trimestre del 2014 a un porcentaje menor -un 61.8%- en el similar del 2015. Puede deberse a gente que haya abandonado su búsqueda de empleo. La deserción de la fuerza de trabajo no se refleja en la tasa de desempleo abierto, pues ésta resulta de comparar la población desocupada respecto a la población económicamente activa o fuerza de trabajo (esta última no comprende a la población que dejó de buscar trabajo). Si bien la población económicamente activa del país aumentó de 3.628.363 en el 2014 a 3.692.461 en el 2015, la población ocupada descendió de 2.084.210 en el 2014 a 2.051.208 en el 2015; por tanto, la tasa de ocupación se redujo de 57.4% de la población económicamente activa del 2014 a un 55.5% del equivalente en el 2015.

Otro indicador significativo es la tasa de subempleo, definida como el porcentaje de la población ocupada con subempleo respecto a la población total ocupada. Subempleo se refiere al trabajo habitual de menos de 47 horas a la semana en la ocupación principal y otras ocupaciones, de gente que desea trabajar por más horas, pero no lo encuentra. Pues bien, en tanto que en el primer trimestre de 2014 la tasa de subempleo en la economía fue de un 11.9%, un año después se había incrementado a un 12.9%.

En síntesis, la situación laboral del país ha continuado empeorando en el último año. Si unimos este desalentador estado del empleo en el país con el poco crecimiento de la economía en general y hasta de un decrecimiento en algunos sectores claves, no nos queda más que preguntar dos cosas: primera, ¿qué puede explicar este empeoramiento en la economía costarricense? y, segunda, ¿si las medidas que recientemente ha tomado el gobierno conducen a revertir esa mala situación?

En cuanto a la primera pregunta hay que mencionar razones tanto de índole externa como interna. Por ejemplo, en lo que se refiere a exportaciones, en un informe del 21 de mayo de la Promotora de Comercio Exterior (PROCOMER), se indica que éstas han caído en lo que va de enero a abril de este año en un 17%. En un período idéntico del año pasado, el país exportó $3.851 millones, mientras que en un mismo lapso, pero en ese año, han sido de tan sólo $3.176; es decir, $675 menos. Tal caída en mucho se debe a un descenso de las exportaciones agrícolas (disminuyeron un 7.8% en el mismo período antes referido), así como de la industria alimentaria (descenso de 7% en ese mismo período). Pero, también, se debe a un descenso del 74% en las exportaciones de la industria eléctrica y electrónica, debido a la salida del país de la firma INTEL.

De paso, según el Banco Central, las importaciones de enero a abril de este año fueron de $4.991 millones, mostrando la balanza comercial, al momento, un déficit de $1.840 millones.

Pero las perspectivas de una recuperación del crecimiento de las economías principales del mundo no son muy confortables, dado que no se espera mucho del comportamiento de Europa ni del de los Estados Unidos, ni del Japón, y más bien la economía china está dando muestras claras de una desaceleración significativa de su economía. Así las cosas, en apariencia la demanda externa, si acaso con suerte, no empeorará, pero lo más posible es que el efecto recesivo continúe en este año.

Aquel déficit citado previamente de nuestra balanza comercial se deberá de financiar (además de posibles variaciones en las reservas) mediante la inversión extranjera, por lo cual es crucial ver cómo medidas internas que permitan su atracción son puestas en práctica. En una reciente visita del presidente a los Estados Unidos a fin de atraer inversiones al país, se encontró con críticas empresariales al alto costo de la energía eléctrica y al mal estado de la infraestructura de exportaciones de nuestro país, que obviamente compite en cuanto atraer inversiones con muchas otras naciones, algunas de ellas muy cercanas.

Termino mi comentario refiriéndome a la segunda pregunta: ¿Revertirán esa caída de nuestra economía las medidas económicas que supuestamente está tomando el gobierno para evitar dicho problema? Honestamente creo que no. Las decisiones que recientemente ha tomado el nuevo gobierno más bien han contribuido, en mi criterio, a aumentar la incertidumbre que hoy encara el sector productivo, tanto el doméstico como el externo ubicado en el país. La lista de medidas de tal naturaleza puede ser extensa, pero me concentraré en las propuestas para hacer frente al problema fiscal del país y, en especial, a la forma en que el gobierno pretende lograrlo. Enfatizaré este último tema, aunque no debería dejar de lado, por ejemplo, las medidas laborales tomadas por el estado que otorgaron mayores poderes a los grupos sindicalizados del gobierno, así como la ausencia de medidas para reducir el sensible costo tan elevado de la energía eléctrica en el país, incluso la oposición sistemática del gobierno a una mayor participación privada en la producción de energía, proveniente de fuentes hidráulicas, pero también de fuentes alternativas, tales como impedir el desarrollo del gas y la exploración de petróleo en el país, así como de la energía geotérmica, todo lo cual podría abaratar uno de los costos más sensibles para la producción nacional.

Lo cual ciertamente no acabo de descifrar es si este gobierno es iluso o si es que, a sabiendas, nos engaña en cuanto a la política fiscal de reducción del déficit estatal. Antes que nada, hace dos años los políticos de esta administración nos había señalado que no pondrían impuesto alguno antes de que se lograra reducir sustancialmente el excesivo gasto gubernamental. Pero, a posterioridad, en vez de disminuirlo, más bien aprobó un jugoso incremento del 19% en el presupuesto del gobierno central (tal vez ilegalmente, pero como tal lo “aprobó” la Asamblea Legislativa). Ahora nos ha venido diciendo que dialogará y enviará proyectos ante el Congreso, orientados a reducir el gasto, pero, sin que, de hecho, haya presentado un proyecto en concreto y definitivo ante el seno legislativo. Por eso, con toda propiedad el nuevo directorio legislativo multipartidista ha dicho públicamente que no aprobará nuevos gravámenes, antes de que se reduzca efectivamente el gasto y que, asumo, haya valorado su pertinencia. Pero ya el presidente de la República ha indicado, casi que terminantemente, que los impuestos deberán quedar aprobados en este año. Así porque sí: sin garantía alguna para la ciudadanía de que se le entrará certeramente a resolver el problema del déficit en su raíz, cual es el excesivo gasto gubernamental.

Tenemos una economía que casi no crece y ante un panorama laboral deprimente, en un marco de incertidumbre que realmente preocupa, y en donde el gobierno casi que lo único que pretende es poner mayores impuestos y trabas al sector productivo del país. (Lo último: en el momento en que escribo esto se han dado a conocer propuestas oficiales que pretenden restringir los derechos básicos de los ciudadanos de hacer lo que les parezca -en tanto no causen daño directo a los derechos de terceros- con su propiedad privada en lo relativo a los condominios; limitaciones que van desde la prohibición de edificarlos en ciertas partes del país a construir tapias a su alrededor porque afecta “el paisaje”). Pero en lo esencial, en su codicia por lograr mayores ingresos mediante impuestos, aún no he visto que la introducción de nuevos y mayores gravámenes al sector privado -esto es, todos nosotros- se convierte en un estímulo para que una alicaída economía pueda recuperar su crecimiento. Quienes a veces simplemente proponen mayores impuestos, tienen ante sí un serio desafío que deben satisfacer: explicar y comprobarle a los ciudadanos que con mayores impuestos, es como puede lograrse que un país económicamente desalentado pueda recuperar su crecimiento. Lo aciago es que, si se toman esas medidas restrictivas de la economía de las personas, mediantes las cuales se traspasan forzadamente recursos privados al estado, pronto éste, al disponer de mayores ingresos frescos, simplemente procederá a gastarlos, tal como ha sido la historia fiscal de nuestro país en los últimos tiempos. Impuestos, más impuestos, igual a gastos, más gastos gubernamentales.

Es más que una verdad de Perogrullo cuando alguien postula que “el empleo no se recuperará mientras haya un débil crecimiento de la economía”. Es una realidad comprobada en muchas experiencias económicas. Recientemente en Costa Rica, durante la última administración Arias Sánchez, allá por el 2008, el alto crecimiento de la economía permitió que se presentara algo no logrado por muchos años: que el país lograra tener un superávit fiscal. Punto aparte es que ese mismo gobierno no aprovechó esa oportunidad de oro para ordenar las finanzas en el futuro, sino que el gobierno incrementó dispendiosamente su gasto, volviendo el país, poco después, a los números rojos y heredándole el problema al gobierno siguiente.

La imposición de nuevos y mayores tributos no sólo afectará esos números fríos que están detrás de “un crecimiento del Producto Interno Bruto”. Si, a causa de esos gravámenes incrementados se afecta la disposición de los inversionistas privados, nacionales y extranjeros, para dedicar mayores recursos a la inversión, eso sin duda que se reflejará en una menor demanda de mano de obra. Dada la hoy deprimente situación de nuestro mercado laboral, tal efecto sería una verdadera desgracia para los ciudadanos. Por ello, es crucial tener presente que, si mediante mayores impuestos se afecta el rendimiento de la inversión, la formación de ahorros, el impulso a crear nuevas empresas e innovar, no es una política económica que se pueda considerar como conveniente para la ciudadanía. Por el contrario, con ellas se reducirá el crecimiento, la inversión, la demanda de mano de obra y los ingresos familiares. Lo que le seguiría no quiero ni imaginarlo. Quienes imaginan que mayores impuestos favorecerán nuestra economía deben reconocer que sucederá lo contrario. No podrán engañarnos prometiéndonos que sus políticas conducirán a mejores condiciones de vida. Vale que ya no creemos en sus ilusiones y vanas promesas, sino en realidades y en el honesto cumplimiento de lo prometido, cual es el logro de un mayor bienestar para todos los ciudadanos.
En resumen, es una ilusión la de quienes creen que aumentando los impuestos lograrán que se recupere el crecimiento de la economía o es un engaño que, a sabiendas del efecto negativo de mayores impuestos sobre el crecimiento, nos quieran hacer creer que eso es posible.

Publicado en los sitios de ASOJOD, del Instituto Libertad y de los míos en Facebook jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad, el 26 de mayo del 2015.