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Jorge Corrales Quesada
24/05/2015, 16:42
EL ESTADO INEFICIENTE-DONDE URGENCIA NO SIGNIFICA QUE SEA URGENTE
Por Jorge Corrales Quesada

Francamente, al empezar a escribir este comentario, acudí, antes de desarrollarlo, a ver qué es lo que nos dice el diccionario de la Real Academia acerca de la palabra “urgente”. Dice así: “que urge”. Entonces busco “urge” y hallo lo siguiente: “(1) Pedir o exigir algo con urgencia o apremio”; “Conducir o empujar a alguien a una rápida actuación”; “Dicho de una cosa: Instar o precisar a su pronta ejecución o remedio”; “Dicho de la ley o de un precepto: Obligar con apremio.” Cualquiera de esas acepciones que se tome nos indica algo que nos queda muy claro: que hay que socar, dejar de perecear, apurarse a hacerlo. Digo esto porque el tema que trato ya ha de haberlos cansado, pues, tal lo titula La Nación en su edición del 23 de enero, “Siete puentes grandes esperan reparación urgente: Estructuras necesitan reforzamiento o cambio total” es suficiente como para darnos cuenta de un claro caso de retraso o de un retardo indebido. Como alguien lo podría pensar, oímos de nuevo una muy vieja canción, que posiblemente no pasará de ser una promesa más que no se va a cumplir pronto.

Como dice el comentario arriba citado, “Siete puentes grandes en el país se encuentran a la espera de una reparación urgente por parte del (quien, si no: palabras que agrego) Consejo Nacional de Vialidad (CONAVI).” Todavía no se reparan y es cosa sabida desde hace muchos años. Incluso esta administración, de acuerdo con un decreto de su primer día laboral (8 de mayo del 2014), señaló una lista prioritaria de 12 pasos y 9 alcantarillas que se proponía arreglar. Francamente no sé cuántas cosas de esa lista ya han sido arregladas, pero me temo que ninguna, pues incluso esos siete puentes a que se refiere aquella publicación, forman parte de dicho listado. Concretamente, los pasos “sobre la quebrada El Fierro, en la Interamericana Sur; sobre el río Barranca (de hace años de años viene el cuento de la necesidad de repararlo: este paréntesis es mío) en la Carretera Interamericana Norte; sobre el río Arenal en la ruta 4, que va del cruce de Río Frío a Puerto Viejo de Sarapiquí. Los otros se encuentran sobre los ríos Chirripó y Reventazón, en la ruta 32…, además del río Palomo, en Paraíso de Cartago y sobre el Río Guacimal, en la Interamericana Norte.” O sea, hay para todos los gustos y lugares del país: aquí no andamos con pichicaterías: ineficiencia en demasía; generalizada.

El cuento de siempre sirve de explicación para que no se haya hecho nada, casi un año después de la firma de aquel decreto del 8 de mayo: de acuerdo con CONAVI, “para cada una de las obras se requiere de un proceso licitatorio, pues no es posible incluirlas en los programas de mantenimiento de carreteras.” Eso puede ser muy cierto, pero, ¿desde hace cuántos años no sabían en CONAVI que para hacer tales obras era necesario licitarlas? No es algo nuevo en la práctica administrativa del estado y, siendo irónico, menos en el CONAVI que en cualquier otro departamento gubernamental.
Tal vez si organizamos una rogativa ante la Virgencita podemos lograr que se haga alguna cosa al respecto o tal vez que sea algo que nos venga como regalito después un nuevo viaje de pedigüeños a China o podría ser que el Espíritu Santo baje de los cielos y mueva su dedo (si es que lo tiene), ordenando que al fin se realicen esas reparaciones, que se han venido declarando como urgentes desde eones atrás. Entre tanto, la burocracia ineficiente se la pasa regodeando en el papeleo, pues bien saben que esa es la excusa que siempre podrán esgrimir a fin de justificar su inutilidad. ¿Hasta cuándo se repararán esos puentes? Muy sencillo: hasta que no se derrumben; que se caigan provocando graves daños, no sólo de muertes de personas que podrían estar transitando en esos momentos por aquellos, sino también dejando aisladas a importantes regiones del país.

Publicado el 24 de mayo del 2015.