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Jorge Corrales Quesada
18/05/2015, 21:36
EL ESTADO INEFICIENTE-LIBERTAD PARA ESCOGER EN EDUCACIÓN
Por Jorge Corrales Quesada

No fueron buenas las noticias que nos dejó la promoción última de bachilleres en nuestro país. Tal cosa la informó La Nación del 16 de diciembre, bajo el encabezado “Bachillerato empeoró pese a empujón de 9 puntos del MEP: De 38.000 estudiantes que resolvieron las pruebas, 12.000 las perdieron.”
Es triste ver cómo -al menos por los resultados de las pruebas de bachillerato- después de haber ido mejorando entre el 2006 y el 2012 y el estancamiento del 2013, ahora vamos para atrás como el cangrejo. La solución no está, por supuesto, en hacer lo mismo que los gatos hacen con su caca, en esconderlos; esto es, en dejar de hacer los exámenes de bachillerato como alguien propuso por allí, sino, por el contrario, buscar cómo mejorar la educación con los exámenes debidos que permitan confirmar los resultados.

En este caso, resulta que, debido a que se efectuaron reformas curriculares en Español, Cívica y Matemáticas, pero también porque los resultados de los exámenes fueron malos, se hizo necesario hacer una “curva”. Por ello, como lo confirma Félix Barrantes, director de Gestión de Calidad del Ministerio de Educación (MEP), “eso hace que muchos pasen”. Cierto que gracias a la curva más bien los resultados no fueron aún peores, pero vean que el 32% que quedó aplazado en este año con todo y la ayudadita de la curva, es superior al 30% aplazado el año 2013. De los últimos tres años, el 2014 es el “más pior”, para que lo entiendan bien -me imagino- algunos de esos aplazados. (Dicen que tal vez si se les habla en el lenguaje adecuado. ¡Pamplinas!).

De acuerdo con la Ministra de Educación, señala el periódico, “la calidad en la preparación de los profesores, las condiciones del centro educativo y el tiempo destinado al estudio son factores que determinan el éxito o el fracaso en los resultados.” Pero también se destaca lo que señaló un excelente estudiante, don Esteban Alfaro, que “El ambiente en que uno estudia sí influye. En nuestro colegio (el Colegio Científico de Alajuela), por ejemplo, los profesores no se fueron a la huelga y había una búsqueda de la excelencia por parte de los compañeros.” Destaco el enorme coraje y valor de ese estudiante cuando nos habla clara y directamente, sin retruécanos, de su percepción de las causas del ambiente educativo causales de malos resultados.

Me pregunto si razones tales como las esbozadas por la señora Ministra son las correctas e incluso la del estudiante Alfaro, para interpretar correctamente si son la causa del éxito o fracaso en los resultados bajo comentario. No tengo razones para oponerme a ellas, pues me parecen sensatas, pero me siento obligado a pensar si no es que nuestro sistema educativo ya hace aguas, por las pocas posibilidades que tiene cada centro educativo de ser diferente de la homogeneidad impuesta por ese Ministerio. Es decir, vean, por ejemplo, cómo algo diferente del todo común -los colegios científicos-, suele dar mejores resultados que el promedio total. La mejor forma de salirse de esa camisa de fuerza de los programas educativos impuestos centralizadamente por el MEP, es buscar la descentralización, en donde sea exigido un programa mínimo común en ciertas materias esenciales -digamos, Matemáticas, Castellano, Ciencia- en tanto que haya mayores posibilidades de que los centros se especialicen en materias que sean de la preferencia de los padres o de los alumnos. Por ejemplo, enseñanza del inglés, que según el reporte periodístico, “pese a que el inglés es un requisito para ser competitivo en el mercado laboral, solo el 15% de la población, entre 18 y 35 años, domina ese idioma”. Pero lo puede ser en otras materias como filosofía, contabilidad, economía, educación física, lo que uno pueda imaginarse, pero que les den la opción a los padres y estudiantes de escoger la educación que prefieren, además de una base común entendible.

La idea puede ser basar la educación en bonos o ayudas (“vouchers”) que el estado le da a cada padre de familia, en función del número de hijos, de manera tal que aquellos los dispongan únicamente para la educación de los retoños en las escuelas aceptadas por el Ministerio de Educación (con la apertura curricular e intelectual necesaria, pero impidiendo que surjan falsos centros educativos) y que cumplan con aquél currículo básico que antes mencioné.

Suecia ha seguido en los últimos tiempos un esquema similar al propuesto, poniendo a competir las escuelas oficiales con escuelas independientes, en donde los padres pueden enviar a sus hijos a la escuela que prefieran y se invita a empresas privadas o a asociaciones de maestros o a grupos de voluntarios para que establezcan escuelas “libres”, que no son sino escuelas que, si bien son pagadas por el estado, no manejadas por él. Nada exige que la provisión de la educación que el estado puede buscar o proponer, deba ser suplida por ese mismo estado, sino que se puede acudir al logro de esos mismos objetivos empleando los métodos eficientes propios de una empresa privada en competencia.

Un libro señala los siguientes resultados: “Los bonos (vouchers) en Suecia han producido no sólo escuelas más baratas (de menor costo) sino que también son mejores. Anders Böhlmark y Mikael Lindahl examinaron los datos para todos los niños en edad escolar entre 1988 y el 2009 y encontraron que la ampliación de la participación de las escuelas “libres” en un distrito (sueco) en particular, conduce a un mejor desempeño en cuanto a una variedad de mediciones, que van desde notas escolares hasta el ingreso a universidades. La mayores ganancias son registradas en las escuelas públicas regulares, que en las escuelas ‘libres’”. (John Micklethwait & Adrian Woolridge, The Fourth Revolution: The Global Race to Reinvent the State, New York, The Penguin Press, 2014, p. p. 176-177). Esto último es sencillo de explicar: no hay nada como enfrentar la competencia para mejorar uno mismo. Eso es lo que ha sucedido con las escuelas públicas de Suecia, al estar sujetas a la competencia privada de las escuelas libres: las ha obligado a “vender” un mejor producto.

Tal vez podamos lograr que un ESTADO INEFICIENTE se convierta en un ente eficiente en el campo educativo, si nuestro sistema educativo abraza propuestas o soluciones como las que han logrado tal éxito en Suecia. El estado no necesariamente tiene que ser el que se encargue de dar clases, tal como la situación en nuestro país, en donde el margen para escuelas no estatales es mínimo (e incluso casi circunscritas a factores religiosos) y, en todo caso, en donde es obligatorio seguir estrictamente un programa único, uniforme, de educación, impuesto por el estado.

Promover la competencia es un gran atributo del esquema que aquí se ha propuesto, al igual que como lo es responsabilizar a los padres y a los estudiantes para que elijan la educación que ellos consideran apropiada para sus intereses (después de todo, los mejores reguladores del gobierno son los ciudadanos). Un esquema en el cual la sociedad le da un aporte esencial para la educación de los estudiantes, brindando ayuda financiera para ser usada exclusivamente en el pago de la educación de los estudiantes. Por supuesto que los padres están en libertad, si así lo desean, de gastar aún más en la educación de sus hijos. En ese sentido, el desembolso del estado para los bonos (o vouchers) no es más de lo que hoy día gasta el estado en la educación de esos estudiantes.

Publicado el 07 de abril del 2015.