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Jorge Corrales Quesada
18/05/2015, 13:53
EL ESTADO INEFICIENTE-DESEMPLEO Y POBREZA
Por Jorge Corrales Quesada

No hay duda que el aumento de la pobreza en el país debe ser objeto de la preocupación ciudadana. Por ello no pasó inadvertido el artículo de La Nación del 31 de octubre titulado “Deterioro en empleo empuja a más hogares a la pobreza: Porcentaje de grupos familiares con carencias subió de 20.7% 22.4%”. Es decir, nuestro nivel de pobreza en las familias aumentó casi en un 8% en un año.

Como bien lo explica Floribel Méndez, gerente del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), se debió a la fuerte pérdida del poder de compra de los hogares, puesto que, por una parte, “el ingreso por hogar, en términos corrientes, bajó de o.4% del 2013 al 2014, mientras el costo de los bienes y servicios básicos (la línea de pobreza) subió un 5%.

A ello el prestigioso economista don Víctor Hugo Céspedes, agregó otro elemento crucial para entender el origen del aumento en la pobreza, cual es la situación del desempleo. Señala don Víctor Hugo que “en el período entre ambas encuestas el desempleo no se redujo (se mantuvo en 8.6%) y los salarios sólo aumentaron 1.9% por debajo de la inflación”.

Lo interesante es que es preocupación por el impacto negativo de la desocupación en la pobreza del país, la patentizó un comunicado al respecto del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), que dice: “La Administración Solís Rivera tiene como prioridad reducir la pobreza y es necesario que haya empleo y crecimiento económico, además de acciones puntuales para reducir la pobreza.”

Aquí es donde surge mi preocupación acerca de la ineficiencia estatal para resolver la pobreza. Por ejemplo, en cuanto “acciones puntuales”, el mismo comentario periodístico señala que, en el caso de dos programas estatales destinados a resolver problemas de pobreza, como son subsidios estatales y becas para estudiantes de hogares pobres, si bien el gobierno anterior se “realizó un esfuerzo por atenuar la situación, al aumentar en un 15% los subsidios estatales y becas a los hogares pobres; no obstante, eso fue insuficiente para detener el alza”.

No sólo se han dado críticas acerca de si ciertos tipos de estos programas efectivamente favorecen únicamente a estudiantes de hogares pobres y no a familias de ingresos mayores, sino vale la pena cuestionarse si han sido capaces de reducir la pobreza. A veces más bien surge la impresión de que se está estimulando no el esfuerzo personal para salir de la pobreza, sino una especie de cultura de dependencia del estado para generar ingresos. Este es un tema poco estudiado en el país, puesto que en cierto momento podría ser que los ingresos que se reciben producto de programas estatales dirigidos a reducir la pobreza, sean superiores a los ingresos que se podrían obtener en los mercados laborales.

Pero lo que sí parece quedar muy claros de la información que se comenta, es la relación directa que parece haber entre desempleo y pobreza. Tal hecho parece reconocerlo abiertamente el IMAS en su pronunciamiento -y lo cual yo también lo creo- de manera que es importante preguntarse si el gobierno actual está haciendo lo apropiado para impulsar el empleo privado en la economía y, por tanto, una consecuente reducción de la pobreza de los hogares.

Francamente, a pesar de la buena voluntad de los administradores del IMAS, creo que el gobierno no está prosiguiendo políticas económicas que puedan promover el crecimiento del país y reducir la elevada tasa de desocupación. Me refiere a un factor esencial como es la confianza en el rumbo de nuestra economía. Y voy directamente al grano: el manejo fiscal hasta la fecha que ha dispuesto esta administración en vez de promover a confianza del sector privado, más bien ha incrementado la incertidumbre. Y no voy a repetir aquí lo que han dicho ciertas encuestas de estos días sobre cómo diversos sectores empresariales perciben su inquietud ante el futuro económico, impulsándolos, en lo máximo a mantener el empleo y en un alto porcentaje a una disminución de éste. La incertidumbre es fatal para la nueva inversión en nuestra economía. Y si no hay inversión nueva, difícilmente aumentará el empleo. Ante una población laboral creciente, si no aumenta la ocupación, significará una de dos cosas: que mucha de la fuerza de trabajo potencial entrante al mercado laboral no lo haga al considerar que no hay posibilidades de encontrar empleo, o que lo pierdan algunos de quienes hoy tienen trabajo.

Un presupuesto gubernamental desbordado, como el recientemente aprobado, con un aumento del gasto de alrededor de un 19%, incluso muy superior a la inflación esperada en el año entrante de cerca de un 5%, no es una buena señal para la economía (y la economía somos todos, no solo empresarios y ricachones). El enorme déficit que hoy tenemos se debe a un exceso de gasto gubernamental y el presupuesto que se aprobó no es un indicador de un deseo de un manejo prudente del gasto -que es lo que se requiere- sino todo lo contrario: mayor gasto. Pero, además, es señal de que el estado acudirá al endeudamiento internacional, pero es muy posible que lo tenga que hacer a tasas de interés superiores a la del previo endeudamiento, con lo cual aumentará, por una parte, el pago futuro de intereses en el presupuesto del gobierno, pero también una elevación de las tasas de interés en el mercado nacional.

Pero, también, como ya lo sabemos, lo olfateamos, como diría alguien por su mal olor, si viene un elevado aumento de impuestos, pues esa parece ser la vía -palabras aparte- que está escogiendo el gobierno (además del endeudamiento) para financiar su déficit y, lo que es peor, para su gasto futuro, pues al tener mayores ingresos -presuntamente- por los más elevados tributos no va a resistir el impulso de gasto que ha caracterizado a nuestro estado por ya buen rato.

El gobierno puede ser eficiente en la conducción de la economía. Con estas señales creo que está siendo peligrosamente ineficiente, puesto que las políticas que ha tomado -primordialmente en el área fiscal y, afortunadamente, aún no en el monetario- no van a promover el aumento de la alicaída producción nacional que no crece a un nivel suficiente que permita generar el empleo necesario y, con él, que aumenten los ingresos de las familias y, por tanto, que así pueda disminuir nuestra pobreza.

Publicado el 19 de enero del 2015.