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Jorge Corrales Quesada
29/10/2014, 10:40
EL MURO DE LOS LAMENTOS
Por Jorge Corrales Quesada

El pasado 21 de octubre, al leer en La Extra de ese día las diversas declaraciones de funcionarios gubernamentales en torno a los recortes presupuestarios de las entidades que representan, no me quedó más camino que imaginarme que estaba en Jerusalén, enfrente del famoso Muro de los Lamentos, porque las quejas y llantos y arrebatos de los entrevistados ante el recorte esperado a su gastadera, no tenían comparación sino con lo que religiosamente hace el pueblo judío, lamentarse por la destrucción del templo de la ciudad y por la diáspora de sus nacionales.

Casi todas las declaraciones de los políticos entrevistados tienen una estrategia en común, cual es que, ante el recorte, le hacen ver a los ciudadanos que se verán perjudicados porque las entidades gubernamentales tendrán que reducir operaciones de actividades que son útiles para el pueblo. Con eso esperan frenar los recortes, al provocar intencionalmente el malestar ciudadano, al ver éste cómo, con la disminución del gasto, se dejarán de prestar aquellos servicios que son esenciales para muchas de sus actividades.

Esa estrategia de los jerarcas más bien debería de darles vergüenza por la bajeza que muestran, al pretender dañar servicios básicos para los ciudadanos, en lugar de reducir el gasto en cosas menos necesarias. Pongo un solo ejemplo: ¿Por qué, ante el recorte presupuestario, en vez de reducir el gasto en cosas esenciales, no lo disminuyen en cosas, como, por ejemplo y lo digo deliberadamente para mostrar la artimaña, en los propios sueldos de los altos funcionarios? Me dirán que mi posición es demagógica, pero no es menos que la usada por aquellos para justificar su despilfarro de los recursos de todos los costarricenses. Hay muchos otros rubros que los funcionarios gubernamentales podrían recortar. Pero la verdad es que el caso es aún peor: el tal “recorte presupuestario” usualmente no es más que una disminución del crecimiento del gasto y no una rebaja al previo. Entendamos esto muy bien: Por ejemplo, si el año pasado la entidad gastaba ₡100 millones, pretendió que su nuevo presupuesto aumentara a ₡120 millones. La rebaja que ahora se busca llevar a cabo es reducir ese aumento de ₡20 millones a que sea solo de ₡10 millones. Con esto, el nuevo presupuesto con que operaría la entidad sería de ₡110 millones; o sea, habrá un aumento del 10% con respecto al año pasado (incluso mayor a la inflación esperada). Y con todo y esto los funcionarios estatales tienen el galillo para proclamar que, con esos nuevos montos de presupuesto, no podrán cubrir lo necesario para suplir lo que a la gente le interesa que el estado haga.

Veamos las declaraciones de algunos de los jerarcas gubernamentales que aparecieron en el “Muro de los Lamentos” del diario La Extra:

“… nos recortan horas extra pero esas son de los observadores climáticos de los aeropuertos… nos recortaron los alquileres, vamos a cambiarnos a la calle, quitaron los recursos a la Secretaría Técnica Ambiental… nos quitan recursos para análisis clínicos”, dice el señor Édgar Gutiérrez, ministro de Ambiente, Energía y Mares. O sea, aplicarán tijera a lo que podría dolernos, pero no a la burocracia, estudios, viajes, sobresueldos, anualidades, etcétera, que forman parte elevada del monto total de gastos de esa entidad y que es lo que podrían rebajar si en verdad desearan un manejo adecuado de las limitaciones financieras con que tendrán que operar.

Otro ejemplo: “El recorte… implicará daños (a) proyectos de desarrollo de alto valor agregado, el apoyo a los cafetaleros… ya se están poniendo metas de productividad (para) productores de granos básicos para que puedan salir adelante y mantenerse…” dice el señor Luis Felipe Arauz, ministro de Agricultura y Ganadería. Entre estos pobrecitos perjudicados con la eventual rebaja ministerial están los cafetaleros, en momentos en que el precio mundial del grano es excelente, así como los arroceros (“productores de granos básicos”, quienes ya sabemos que reciben un subsidio fantasioso del estado, que es pagado por todos los consumidores del país y en especial por los de menores ingresos, y que, sin esa plata del MAG, no podrían “salir adelante y mantenerse”. Un descaro que nunca antes creo haber visto.

Uno más: “Dice Bernardita Marín, viceministra de Seguridad, “…lo que nos preocupa es el nombramiento de sólo el 15% de plazas vacantes, por ejemplo, si tenemos mil plazas, solo podemos llenar 155”. O sea, que la reducción sería los llevaría a llenar 15.5% y no de un 15%, como dijo, pero lo importante es lo que no dijo: que bien podrían reducirse muchos otros gastos exagerados en ese ministerio y dedicarlos a contratar más personal, si es que eso fuera necesario. Pero no, parece que esa funcionaria lo que desea es tener todo lo que el ministerio pidió y que no se reduzca nada de ese todo. Parece no haberse dado cuenta de que el festín del gasto se está acabando.

Continúo citando casos: Señala Welmer Ramos, ministro de Economía, Industria y Comercio, que las “afecciones (me imagino que se refiera a las “afectaciones” ocasionadas por la reducción presupuestaria) irán desde el pago de alquileres hasta los programas de apoyo para las microempresas…”, pero bien podría haber conseguido los recursos que destinarían a microempresas, provenientes de la disminución de otras partidas en donde los recursos no van dirigidos a esos grupos de productores pequeños que bien podrían requerir de un apoyo inicial de parte del estado. Me permito sugerirle una reducción de gasto de apoyo a las macroempresas… pero él debería saber mejor cuáles son los que se podría rebajar sin causar tanto daño.

Sigo con los ejemplos: “… las inversiones que tenemos se verán afectadas, además de la parte operativa, tenemos proyectos en el aeropuerto de Los Chiles y en el de Liberia”, dice Álvaro Vargas, director general de Aviación Civil. Una vez más, no es necesario afectar la parte operativa esencial y básica, sino cualquier otro gasto que deba reducirse, incluso redefiniendo si las inversiones que se tienen en mente son rentables o no. Que no me vengan con el cuento que no hay de dónde obtener los recursos necesarios para que no se afecten las funciones básicas de Aviación Civil.

Y me agrada lo que honestamente dice doña Martha Asch, directora de planificación del Poder Judicial: “…se rebajó en actividades protocolarias referentes a la apertura del año judicial o una actividad específica, además obliga a readecuar los programas de capacitación… en la escuela policial”. Tiene la franqueza de decir que el gasto “protocolario” innecesario se va a reducir; ojalá lo hicieran también en muchas otras actividades que son, en mucho, “protocolarias” y no de funciones esenciales que debe realizar ese Poder. Por supuesto que en dicho Poder es posible reducir el excesivo gasto gubernamental, antes que esa práctica de incrementar anualmente el gasto muy por encima de la inflación esperada, termine reduciendo a la indigencia a los ciudadanos que pagan los impuestos.

Para terminar, vean lo que nos dicen en el Ministerio de Cultura: “…nos deja casi bajo un cierre técnico. No podemos pagar servicios de luz, agua y teléfono, como comunicaciones… Nos deja sin posibilidades de atender la Antigua Aduana y Casa del Este, las mismas instalaciones del Cenac… afecta el Festival Nacional de las Artes… nos dejan sin posibilidades de llevar la cultura a las zonas rurales… No se puede comprar libros para ninguna de las bibliotecas públicas…” Casi que la ministra, doña Elizabeth Fonseca, me mueve a llorar, pero lo cierto es que podría hacer muchos esfuerzos, como cerrar festivales que no se autofinancian, además de que, por la historia que ella públicamente denunció acerca de gastos impropios en la administración anterior de esa entidad, ahora ya no se darían más, lo cual significaría un ahorro, así como posibles ingresos por la recuperación de los gastos indebidos que ella nos señaló.

En síntesis, es mucho llanto por nada. Los presupuestos no han disminuido; lo que se rebajó fue el aumento que pretendieron obtener cuando presentaron sus presupuestos. Pero, además, servirá de acicate para que los jerarca sean más moderados en su gasto, aprendiendo que, al igual que nos sucede a todas las familias, que cuando la cosa aprieta del lado de los ingresos, buscamos cómo reducir los gastos. Tal vez si se diera un premio en efectivo a la institución que preside el jerarca ministerial que más logra reducir el gasto -por ejemplo, devolverle un 10% de lo que rebajó de gasto en su entidad- introduciríamos el incentivo correcto e indispensable en esta difícil situación financiera de todos los costarricenses.

Publicado en mi sitio en Facebook Jcorralesq Libertad el 29 de octubre del 2014.