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Jorge Corrales Quesada
08/10/2014, 08:45
MÁS ALLÁ DE LA LUCHA POR LA LIBERTAD EN HONG KONG
Por Jorge Corrales Quesada

Lo que actualmente sucede en Hong Kong nos debe llamar la atención. Después de que Hong Kong dejó de ser colonia inglesa y se llegó a un acuerdo con China bajo la idea de tener dos sistemas en una sola nación -el de China de centralismo y autoritarismo político y planificación centralizada y el de Hong Kong, democrático, liberal, de plena propiedad privada y de un gobierno limitado-, el mundo pudo observar un experimento nunca antes imaginado: si sería posible conservar los fundamentos políticos democrático-liberales que habían caracterizado a Hong Kong, dentro de un sistema político chino que, si bien ha logrado avances económicos impresionantes, en el campo político continuaba con la preeminencia del partido comunista y su dirigencia centralizadora, en lo referente al control del poder.

Recientemente el gobierno de Hong Kong decidió que, en vez de la forma democrática tradicional mediante la cual los ciudadanos de Hong Kong elegían a sus gobernantes; esto es, optando entre candidatos que presentaban los diversos partidos políticos de la ciudad, en el futuro las autoridades de Hong Kong serían quienes determinarían los tres candidatos que se presentarían para las elecciones locales. Esto es, los candidatos no eran ya productos libremente definidos por los partidos políticos, sino que serían seleccionados por el aparato político del estado (ciudad, en este caso). La propuesta acabaría con la libertad que tenían los ciudadanos para elegir a sus gobernantes locales. Ahora, el partido comunista, por medio de sus actuales gobernantes de Hong Kong, es quién diría de antemano quiénes serían los candidatos.

La reacción popular en contra de la restricción a sus libertades democráticas no se hizo esperar y el movimiento social, en mucho impulsado por jóvenes estudiantes, quienes probablemente tienen muy presente en su vida un futuro político que no desean, cada vez ha venido ganando mayor fuerza.

Obviamente, yo tengo una posición personal de estar en pleno acuerdo con ese movimiento de la sociedad civil de Hong Kong y, desde muy lejos, sólo puedo esperar que sus habitantes continúen siendo libres para elegir sus gobernantes. Pero en esta ocasión quiero exponer algo que ha venido sucediendo allí y que me impulsa a pensar un poco más allá de esos hechos reales, a fin de valorar el significado que tiene para la lucha en favor de la libertad de los seres humanos, independientemente de aquel caso en particular.

Los ciudadanos de Hong Kong, en una gran proporción notable de estudiantes de colegios y universidades, han decidido protestar públicamente en las calles de esa ciudad, ante la pretensión de sus autoridades políticas de cercenar su libre derecho a escoger quién ha de gobernarles localmente. Las manifestaciones han sido multitudinarias y, como en casi toda manifestación en las calles, se altera la vida normal, usual, de la ciudad: el libre tránsito desaparece, al menos en parte de las calles, y habrá personas que no desean circular por allí, ante el riesgo de que los policías del gobierno local decidan intervenir con su fuerza, para romper las manifestaciones.

No hay duda que esa situación afecta los comercios, los negocios, las actividades usuales de intercambio que se realizan en los alrededores de esas calles. De hecho, en un Hong Kong que es relativamente pequeño, el centro comercial y financiero de la ciudad casi que se convierte en el campo de lucha.

Pues bien, esos empresarios, en lugar de apoyar la lucha por su libertad, aquella que les permite vivir según sus deseos y capacidades de montar negocios, han pedido al gobierno de Hong Kong que retire a los estudiantes y, a ellos, que abandonen su lucha. Contradictorio con lo que uno hubiera esperado, ¿verdad?

Refiriéndome a tal paradoja es que quiero terminar este comentario. Tal vez debería empezar este parte explicando lo que significa libre empresa. Obviamente se equivoca quien cree que se trata de que el empresario puede hacer lo que le venga en gana. Como expone Milton Friedman, es “la libertad del individuo para crear empresas: de involucrarse en una actividad tan sólo en cuanto utiliza métodos voluntarios para hacer que otros individuos compitan con él.” (Milton Friedman, “Which Way for Capitalism?”, en Reason, mayo de 1978) p. 18.

Ante esta explicación, Friedman está en capacidad de señalar y explicar que “las empresas en general no son defensoras de la libre empresa… Cada empresario y cada negocio están en favor de la libertad para todos los demás, pero cuando tienen que ver consigo mismo, el asunto es otro. Tenemos que tener esa tarifa que nos proteja de la competencia externa. Tenemos que tener ese subsidio.” (Ibídem, p. 21). Esto es, los empresarios buscan en muchas ocasiones al gobierno para que les confiera protección o algún tipo de ventaja, frente a la competencia de otros empresarios.

Pero este comportamiento de los empresarios en cuanto a las manifestaciones en pro de la libertad de elección de los ciudadanos de Hong Kong, no parece calzar con esta conducta de búsqueda de rentas empresariales, sino más bien con algo que atinadamente también señaló Friedman en una conferencia que brindó en 1989. Dijo en ella que “las corporaciones a menudo promueven políticas que son adversas a los mejores intereses propios. En la arena política, los negocios tienen un horizonte de corto plazo que difiere de su estrategia de planificación corporativa en el largo plazo. Se pueden dar como ejemplos las actitudes empresariales hacia los aranceles proteccionistas, y en cuanto a las políticas regulatorias, tipos de cambio fijos, contribuciones de las empresas y acerca de los déficits de los presupuestos públicos y de la balanza comercial.” (Milton Friedman, “The Suicidal Impulse of the Business Community,” Conferencia por el Premio Adam Smith, 31ª. Reunión Anual de la Asociación Nacional de Economía de las Empresas, 24 al 27 de Setiembre de 1989, San Francisco, California y reimpresa en la edición de enero de 1990 de la revista Business Economics).

Con base en esta apreciación de Friedman, podemos entender este impulso suicida de ciertos hombres de negocios de Hong King ante la huelga mencionada: su interés de corto plazo es poder continuar realizando sus actividades de negocios, de continuar en su logro de ganancias, aunque sus acciones vayan en contra de sus propios intereses de supervivencia corporativa en el largo plazo, cuando tal vez podrán continuar con sus empresas bajo el modelo chino continental de propiedad -caracterizado por una fuerte participación e intervención estatal- pero no con el tipo de libre empresa con que hasta el momento han operado en Hong Kong.

El tema es interesante, pues uno debe explicarse cómo es que el empresariado nacional suele ser indiferente a las propuestas liberales, dejando de lado incluso a agrupaciones intelectuales que luchan por la vigencia de la libertad en nuestro país, algo que es esencial para la misma supervivencia de aquellas empresas de las cuales son dueños. Hay explicaciones de ello, como pueden ser, una de ellas, que esos empresarios no están a favor de la libre empresa en competencia, sino de la empresa privada como tal, y, por tanto, a cambio de favores gubernamentales que les aíslan de la competencia, están dispuestos a apoyar políticas públicas que son contrarias a “sus mejores intereses propios”. Otra puede ser que esos empresarios sientan temor de que, si públicamente adversan las políticas gubernamentales, el estado actúe en su contra, por ejemplo, introduciendo regulaciones que les afectan o bien que los entes tributarios procedan, por ese hecho, a revisar sus declaraciones impositivas o que se les quite algún tipo de subsidio estatal. Este no parece ser el caso actual en Costa Rica, pero no es extraño que tal cosa llegue a suceder, tal como, por ejemplo, hoy se da en Venezuela o en los Estados Unidos. Una tercera posibilidad es que los empresarios calculadamente acuerden con el gobierno la introducción de políticas que relativamente les dañe menos, que lo que se daría en ausencia de tales acuerdos. Esto es, prefieren una obediencia o aceptación de la intervención estatal a cambio de no perder la totalidad de su propiedad.

Cualquiera que sea la razón que motiva esa conducta empresarial, la responsabilidad de evitar el grave daño al sistema capitalista competitivo o de mercado competitivo se encuentra en nuestras manos. Una vez más la voz de Friedman nos podría guiar: “Yo no voy a darle un porrazo a los negocios porque prosigan su propio interés. Un ejecutivo empresarial que va a Washington en busca de un arancel que proteja al producto de su empresa, está buscando el interés propio de los accionistas de la empresa, y no lo puedo culpar por hacer tal cosa. Como empleado que es de los accionistas, tiene la responsabilidad fiduciaria de promover el interés de aquellos. Si él ha hecho una valoración exacta y válida de que un arancel va en el interés propio de la empresa, está justificado en hacer lobby para lograr ese arancel. Si él es librecambista por principio, un camino apropiado sería renunciar y buscar un trabajo en donde sus principios no entran en conflicto con sus intereses fiduciarios. De manera que no les echo la culpa a los ejecutivos que hacen lobby en busca de aranceles. Le echo la culpa al resto de nosotros, por ser tan tontos en dejarnos que ellos nos exploten. La culpa debe recaer en nosotros, no sobre ellos. Somos nosotros quienes promulgamos los aranceles.” (Ibídem).

Lo que me preocupa es que, en el caso de Hong Kong a que me he referido, los “nosotros” de allá son quienes están ahora luchando en contra de la represión de la libertad. Por ello, no encuentro excusa en cuanto al comportamiento de esos empresarios, que, de tener éxito en su oposición a las manifestaciones, cosecharán a largo plazo la pérdida de la verdadera propiedad de sus empresas y pasarán a ser simples empleados del estado hongkonés. Su visión miope actual tendrá su costo en el futuro: la pérdida de la libertad de poder organizar una empresa.

Publicado en mi sitio de Facebook Jcorralesq Libertad el 08 de octubre del 2014