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Jorge Corrales Quesada
19/01/2014, 19:04
CONTROL DE PRECIOS DE LAS MEDICINAS
Por Jorge Corrales Quesada

Debo decirles que tengo casi 69 años de edad. Que entre mis problemas de salud tengo algunos usuales de esos años, tales como presión alta, pero también tengo sobrepeso. Además, he tenido problemas cardíacos por hace unos 30 años y desde esa misma época tengo diabetes. Afortunadamente desde aquel entonces dejé de fumar.

¿Y a qué viene todo esto? Porque además de muchas medicinas que me da la Caja -como asegurado que siempre he sido y a que he pagado mis cuotas de ley- también tengo que comprar muchas otras en farmacias privadas. ¿Y…? Resulta que ahora un candidato ha propuesto controlar el precio de las medicinas en su plan de gobierno. Esa es la fuente de mi preocupación, porque soy consciente de los costos que usualmente provoca cuando hay un control por parte del gobierno de los precios de los bienes y servicios.

Veamos lo que podría suceder si ese candidato ganara las elecciones (creo que tal vez no gane, pero uno nunca sabe con certeza esas cosas de la política) y decide poner en práctica lo que ha ofrecido, como lo es su idea de controlar el precio de las medicinas.

Cuando un gobierno impone un precio inferior a aquel que equilibra la demanda y la oferta en un mercado, provoca que los consumidores quieran más de ese producto que lo que los productores desean ofrecer en ese mercado. Es cierto que, en el caso de las medicinas, usualmente no querrán aumentar su consumo, pero no hay razón para que los oferentes no reduzcan su producción a esos precios menores controlados. En todo caso, lo que se logra con aquella política económica es un exceso de demanda sobre la oferta en la economía: las medicinas serán más escasas en el país.

Alguien me dirá inmediatamente que la Caja traería todas esas medicinas, pero ¿acaso alguien cree que eso sea posible dada su situación financiera actual? Lo que puede suceder es que la Caja ofrezca otra medicina parecida, pero no aquella que el médico me dijo que comprara y que actualmente la Caja no la brinda.

En todo caso, lo que el candidato presidencial tiene en mente posiblemente no es que se fije un precio menor obligatorio en las compras de medicinas de la Caja, pues no creo que sea tan tonto, sino que lo que busca es controlar el precio de las medicinas vendidas en las farmacias y boticas privadas.

¿Por qué digo que sería una tontería? Porque ya sea que controle los precios imponiendo uno máximo a las medicinas vendidas sólo en farmacias privadas, así también las que entrega la Caja, el efecto será el mismo: disminuirá la cantidad de medicinas disponibles en cualesquiera de ella; o sea, tanto de las vendidas en farmacias como de las entregadas por la Caja. Simplemente si el precio fijado por el gobierno es inferior al de equilibrio en el mercado, lo que provoca es una disminución en la cantidad que se puede comprar del producto a ese precio regulado, a la vez que los oferentes disminuirán lo que ofrecen venderle a la Caja así como en las farmacias, según sea el caso.

Es cierto que, cuando una compra se hace en grandes cantidades, es posible que el oferente acepte un precio menor en comparación a si lo vendiera en cantidades pequeñas. Por ello podría esperarse que el precio/costo de las medicinas que adquiere la Caja en grandes cantidades sea menor. Pero eso ya se hace ahora. La Caja realiza grandes adquisiciones de medicinas y posiblemente ello le permite adquirir las medicinas más baratas, en comparación con una idéntica traída por una farmacia privada. Y si la Caja hoy no comprara de esa manera, claramente esa política del ente estatal tiene que variarse: es lo menos que haría una buena administración, ya sea gubernamental o privada.

Si se obliga a las farmacias y boticas privadas a obedecer el precio tope en las medicinas que vende, como a ese precio menor que se ha impuesto aquellas no traerán esos productos tanto como antes, lo que experimentaremos será largas colas para poder adquirir, al precio fijado, lo que el consumidor requiere.

No sólo los actuales consumidores de productos en farmacias tendremos que hacer esas largas filas, sino que también surgirán nuevos compradores de esos productos. No porque estén enfermos, sino porque tienen la posibilidad de hacer un negocio: comprar barato, para luego vender más caro. Alguno me dirá que eso no es posible, pero es porque se niegan a reconocer algo que ya sucede hoy en día. ¿Acaso no se han dado cuenta de que en el mercado central de Managua se venden las medicinas que obtienen en Costa Rica a un precio de “cero” en la Caja y luego las venden allá a los precios mayores vigentes en ese mercado?

Nada va a impedir que alguien haga filas en las farmacias para adquirir medicinas a los precios controlados, comprarlas y luego vendérselas a los consumidores que las necesitan y para quienes hacer fila para obtenerlas les resulta ser muy costoso. Hacer fila es usar tiempo que Usted podría dedicarlo a hacer otra cosa. Simplemente al hacer una fila dejaría de estar con su familia, ver televisión, resolver un problema matemático en una universidad o cualquier cosa. Los economistas llaman a eso “costo de oportunidad”. Es el costo que surge cuando, al hacer una cosa, se deja de hacer otra.

Es cierto que para un “viejillo pensionado” como yo, quien ya no tiene que trabajar cotidianamente, tal vez ese costo de oportunidad sea muy bajo. Pero sólo falta que alguien vaya a decirme que hacer fila en una farmacia es algo agradable y placentero, pues me mantiene ocupado. Hacer fila tiene un costo. De hecho no conozco a nadie que me diga que le gusta hacer filas. Si fuera así, esa persona estaría dispuesta a pagar por ello. Nunca he conocido a alguien así, tal vez con excepción de quienes están dispuestos a hacer fila para luego venderle a uno el campo o cobrarle por el tiempo que gastó guardándome campo.

El caso es que la imposición de controles de precios a las medicinas va a provocar largas y costosas filas, además de que ocasonará que surjan mercados negros (el chorizo al que me referí arriba, tal como sucede en el mercado de Managua con las medicinas de la Caja).

A plazo el político demagogo que impuso el control de precios va a sufrir las consecuencias políticas de su estulticia. Los consumidores, quienes no encontrarán todas las medicinas que desean o que deberán hacer largas filas tratando obtenerlas, se darán cuenta que el responsable de esa situación es el político que decidió controlar los precios. El problema es que este último suele ser muy arrogante y, en vez de reconocer el error, dirá que los culpables de esa escasez son los farmacéuticos y los boticarios privados y los especuladores, en general. Y no es raro que nos dirán que la solución está en que sea el estado quien asuma esos negocios privados y que se los pasen a la Caja. Es posible que eso suceda, pero sabemos que entonces no vamos a encontrar más que las relativamente pocas medicinas que hoy trae la Caja, lo cual nos ha obligado a los cotizantes a adquirirlas en farmacias y boticas privadas, por ser las que requerimos para gozar de una mejor salud.

Esa propuesta del político ni siquiera sería socialmente viable, porque los laboratorios internacionales que suministran las medicinas al país no van a hacerlo en esas condiciones de precios fijados por el gobierno, por debajo del precio de mercado. Es decir, sólo seguirán vendiéndole a la Caja si eso les permite cubrir sus costos y generarle un rendimiento a su inversión (principalmente elevada por lo costosa que es la investigación). Si la Caja quiere pagar menos -al precio fijado por el gobierno-, dejarán de venderle medicinas y la obligarán a adquirir esos productos en otros rumbos, pero de menor calidad. Por esa razón, hoy día la Caja adquiere sus productos en grandes cantidades e incluso en ligamen con las compras conjuntas de diversos países por medio de la Organización Mundial de la Salud. Con ello se supone que adquiere las medicinas a un menor costo, pero, al igual que antes, al usuario se las seguirán entregando, desembolsando en ese momento nada por ellas (ya les fue cobrada de alguna manera en las cotizaciones a la Caja: no hay nada gratuito).

A los “viejillos” del mundo como yo (y también a los no-viejillos), les digo que no dejen engañarse con promesas como esa de Villalta, que, de cumplirse, nos harán mucho daño. Lo que debemos hacer es impedir que, quienes creen conocer mejor el mercado que la multiplicidad de participantes que hay en él, nos impongan su equivocada voluntad.

Publicado en mi sitio en Facebook Jcorralesq Libertad el 18 de enero del 2014