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Jorge Corrales Quesada
22/12/2013, 11:16
LA IMPORTANCIA DE “1984” DE GEORGE ORWELL

Por Jorge Corrales Quesada


A la Costa Rica actual puede convenirle mucho que tenga presente lo que George Orwell escribió en su famoso libro “1984”. Esa importancia se explica por sí misma en el párrafo que continuación transcribo:

“Pero los problemas que plantea la perpetuación de una sociedad jerarquizada son mucho más complicados. Sólo hay cuatro medios de que un grupo dirigente sea derribado del Poder. O es vencido desde fuera, o gobierna tan ineficazmente que las masas se le rebelan, o permite la formación de un grupo medio que lo pueda desplazar, o pierde la confianza en sí mismo y la voluntad de mando. Estas causas no operan sueltas, y por lo general se presentan las cuatro combinadas en cierta medida. El factor que decide en última instancia es la actitud mental de la propia clase gobernante.”

La verdad es que, una vez que se enquista el totalitarismo en el poder, es muy difícil que lo abandone voluntariamente. Tal vez la grandeza de Reagan radica en que supo darse cuenta, como gobernante de una nación de hombres y mujeres libres, de que le había llegado su hora a aquella predicción del fracaso del socialismo que había advertido Mises en su obra “El Socialismo”. Asimismo Hayek nos habló de la soberbia de los totalitarios, quienes pretenden creer que lo saben todo y que por lo tanto organizan gobiernos en donde sus órdenes determinan y ordenan la vida de los ciudadanos, para así trastocarlos en súbditos obedientes, en todos los aspectos posibles, de todo aquello que les dicte el estado.

Una gran herencia de Lenin -ciertamente maligna- la constituye su prédica política de que, una vez tomado el poder, lo único que no era concebible era volverlo a perder. Así, con frecuencia se observa esa pretensión de eternizarse en el poder, tanto en sátrapas desarrollados -Mao, Lenin mismo, Hitler, Stalin, Pol Pot, la familia Kim de Corea del Norte- como en autócratas reinantes o en desarrollo, tales como Maduro, la señora Kirzner, Evo Morales, Daniel Ortega, quienes para lograrlo no sólo manipulan a sus aparatchiks, sino que ponen todos los poderes públicos formales bajo su control, alejándolos de ser fuentes de frenos y contrapesos y convertirlos en instrumentos que eternicen su poder.

Tal vez el mensaje redentor nos surja de la irrupción de Chávez a la política de su país, derivada de un golpe frustrado ante un gobierno legal, el de Carlos Andrés Pérez, pero cuya legitimidad política se había derrumbado en un marasmo de corrupción e incapacidad. Tiempo después Chávez fue democráticamente electo presidente de su país y después se dio la evolución que ya todos la conocemos. Su muerte trascendió a Maduro, pero el pueblo ha continuado sumido en una gradual eliminación de sus derechos, en el marco del empobrecimiento de los individuos, apenas sostenido -como da vida el aire por respirador artificial o ventilador médico- por una abundancia de ingresos petroleros. Pero estos no son eternos y una economía tan ineficiente como Venezuela pronto dará mayores signos de su decadencia y declinación como productor de petróleo.

El comentario de Orwell nos empuja a que reflexionemos acerca de cómo se pueden despojar del poder los grupos totalitarios una vez ungidos en él. Ciertamente suele ser algo difícil. Al enquistarse, su extirpación no sólo suele ser dolorosa al momento, sino que a veces trae consecuencias tal vez más dañinas que antes. Esta no es una invitación al inmovilismo en favor de la prevalencia de algún gobierno de turno, sino una llamada de atención acerca de que, quienes a veces se presentan como los liberadores de un pueblo, suelen convertirse en sus peores tiranos, y de cómo, después, deshacerse de ellos se convierte en una faena más que ardua.

La mira de nuestros pasos democráticos deberá orientarse hacia la preservación de nuestra libertad y de nuestros derechos. Hay que estar atentos con el travestismo político, el encubrimiento y la no revelación de las verdaderas intenciones, de quienes alegan ser protectores de los desvalidos y combatientes contra la explotación. Lo que en verdad suelen buscar es convertirse en explotadores, a su manera. Al igual que como se dio bajo el despotismo y el avasallamiento de los libres por los dictadorzuelos del pasado -los socialistas o nacional-socialistas, son hermanos políticos- hoy pretenden asumir al poder envueltos en ropajes nacionalistas, de inmaculados defensores de los pobres, pero lo que en realidad ambicionan es asumir un poder que luego intentarán conservar eternamente: hasta que no logren con su accionar que haya un “hombre nuevo”, que exactamente calce con lo que son los diseños e intenciones del césar, de Goldstein, el Gran Hermano de 1984.

Publicado en mi sitio en Facebook Jcorralesq Libertad el 22 de diciembre del 2013