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Jorge Corrales Quesada
27/08/2013, 09:46
EL PESO DE LOS IMPUESTOS
Por Jorge Corrales Quesada

Pudiera ser que el próximo intento de arrebato tributario, que actualmente se está cociendo, sea rechazado por el pueblo. Igual a como pasó con otro despropósito similar intentado hace unos tres años. El rechazo de los pretendidos aumentos en la carga impositiva, para paliar un “preocupante” déficit, sin que se haya hecho un esfuerzo de los gobernantes para reducir su gastadera, me da la impresión de que es resultado de un malestar ciudadano con el uso que se hace de los recursos públicos. Las personas sienten que la plata que han ganado con su esfuerzo, riesgo y trabajo y que luego les es quitada por el gobierno, no está siendo bien empleada. No sólo los ciudadanos ven con claridad que el gobierno ha ido creciendo cada vez más, sino que la influencia que posee se va ampliando a casi todas las cosas. Pero también hoy perciben que se está dando un endeudamiento galopante, usado para financiar ese gasto excesivo. Dicha deuda pública no es más que una carga futura, que deberán pagar con el paso del tiempo. Es así como la gente siente el peso creciente de los impuestos.

También esos mayores impuestos se han reflejado en alzas de los precios de los bienes gravados, como, por ejemplo, los cigarrillos, o el recargo en el costo del servicio de agua para financiar hidrantes. Algo similar sucede con los frecuentes aumentos llamados “normales” en los precios de los combustibles, que, con independencia de variaciones internacionales en los precios del petróleo, se dan por el simple ajuste inflacionario de los impuestos ya existentes.

Puede que, con toda esta evolución de la carga impositiva, entre nosotros pronto se validará la opinión del notable constitucionalista inglés, A. V. Dicey, autor de dos famosos libros, “Introducción al Estudio del Derecho de la Constitución” y “Lecciones sobre la Relación entre el Derecho y la Opinión Pública en Inglaterra durante el Siglo XIX”. La opinión de Dicey la extraigo de esa última obra:

“Para que el progreso de la legislación socialista sea detenido, el freno surgirá, no tanto debido a la influencia de algún pensador, como por algún hecho patente que demandará la atención pública; tal como, por ejemplo, el incremento en la carga impositiva, que es aparentemente el resultado usual, si no es que invariable, de una política socialista” (A. V. Dicey, Law and Public Opinion, p. 302n. La traducción es mía).

Dice y se refería al socialismo europeo de aquella época, pero es aplicable a lo que aquí conocemos hoy como intervencionismo estatal o populismo social-estatista. La propensión al gasto de estos cuerpos de pensamiento político es la fuente de una carga impositiva cada vez mayor. La expectativa es que ese abuso creciente sea claramente definido por la ciudadanía. Que se dé cuenta de que cada cosa que va a llevar a cabo el estado, requiere de gastos, del uso de recursos por parte del fisco, que necesitan ser financiados. Para ello es que acude a más impuestos, a un mayor endeudamiento que deberá ser pagado a futuro por medio de más impuestos o aumentando el costo de los servicios públicos (monopolizados o cuasi-monopolizados) que el estado cobra a los ciudadanos y, últimamente, puede acudir a la vía de la inflación, resultado de una política monetaria expansiva del Banco Central, usada para financiar aquel gasto.

Paradójicamente, ese crecimiento de la carga impositiva en nuestro país brinda la esperanza de que las personas reaccionen contra del aumento en el tamaño del estado y de sus funciones, en desmedro de nuestra libertad.

Publicado en La Extra del 27 de agosto del 2013