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Jorge Corrales Quesada
02/04/2013, 11:05
LA CRISIS ECONÓMICA DE CHIPRE
Por Jorge Corrales Quesada

Parece que la crisis de Chipre se venía anunciando desde hace ya buen rato, no sólo por su estrecha relación económica con una quebrada Grecia (algo que ahora aprovecha su archirrival Turquía), sino por el desatinado manejo de su sistema bancario, que gradualmente había venido perdiendo los fondos en él depositados, principalmente de ciudadanos de la Comunidad Europea. La excepción fue el enorme aumento que se había dado de depósitos de ciudadanos rusos (algunos hablan de una mafia rusa).

También el problema en Chipre surgió, al igual que muchas otras naciones de Europa, porque había venido aumentando notoriamente su gasto estatal, hasta colocar las finanzas públicas en estado de precariedad para hacer frente a cualquier situación que pudiera requerir de un apoyo financiero gubernamental. Precisamente la crisis bancaria que se presentó podía haber sido resuelta, dejando de lado la opción, tal vez preferible, de dejar que los bancos insolventes llegaran a un proceso de quiebra, si las finanzas estatales hubieran estado en orden. Pero, en esas condiciones, el rescate financiero requerido era imposible de realizar.

La Comunidad Económica Europea, casi que dirigida por una relativamente más solvente Alemania, llegó a un acuerdo con el Banco Central de Europa y el Fondo Monetario y propusieron prestarle 5.800 millones de euros para resolver la crisis de los bancos chipriotas. A cambio de ello, sorprendentemente, exigieron que se recortaran –en palabras más exactas, que se apropiaran- de los depósitos de los clientes ahorrados en los bancos, en un porcentaje que inicialmente fue de un 6.75% para los de menos de 100.000 euros y de un 9.9% para los de un monto mayor.

La reacción popular en contra no se hizo esperar y, al final de cuentas, se renegoció que, a cambio de una línea de crédito de 10.000 millones de euros de parte de aquellos organismos internacionales, se excluyera de gravámenes a los depósitos de menos de 100.000 euros y que se aplicara una tasa de un 37.5% a los superiores a dicha suma. Estos últimos depósitos, además, estarían sujetos al destino de los bancos en que estaban colocados, por lo que, de darse una quiebra de ellos casi esperada, algunos analistas consideran que su pérdida podría llegar a ser de hasta un 60% del total de sus depósitos.

Lo sorprendente de la medida de apropiarse de los ahorros tal vez no lo sea para un argentino, quien no hace mucho tiempo experimentó el llamado corralito, con el cual perdió gran parte de sus ahorros, o tal vez para algún tico, quien se acuerda cómo, a finales de los años cuarenta, tuvo que pagar un impuesto del 10% sobre el capital, el cual fue aplicable a los depósitos bancarios. Me imagino que cualquier depositante en bancos de España, Italia y hasta de Francia, estará ahora justamente preocupado de que la nueva solución a los problemas bancarios, sea la imposición de una incautación de sus depósitos por parte de estados insolventes, quienes deciden no adoptar la vía normal de los mercados, cual es, en este caso, la quiebra de los bancos. Una vez más, la falta de disciplina fiscal en esas naciones ha dado lugar a que se llegue a este tipo de extremos. Ante la voracidad de fiscos quebrados, no hay nada seguro. Ni nuestros depósitos en los bancos. ¿Qué más sigue ahora?

Publicado en La Extra del 02 de abril del 2013.