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Jorge Corrales Quesada
30/10/2012, 11:37
CONFLICTO DE INTERESES
Por Jorge Corrales Quesada

Resulta muy interesante el intercambio de opiniones que se dio la semana pasada entre la Presidenta Chinchilla, principal funcionaria de gobierno en solicitar una rebaja en la tasa de interés que estaban cobrando los bancos comerciales del estado, y el doctor Fernando Naranjo, Presidente Ejecutivo del Banco Nacional, tal vez el defensor más destacado de la política de intereses que estas entidades han proseguido en los últimos tiempos.

Para limpiar la cancha o el intercambio de criterios -como usted lo vea- sí debo señalar que fue indebido el señalamiento hecho por don Fernando, de que tal vez la presidenta, “por no ser economista”, no entendía lo que opinaba acerca del tema en disputa. Creo que no se necesita ser un economista para opinar del asunto. Además, es algo que bien puede interesar a la gobernante. Pero, ante todo, porque es de suponer que la presidenta se hace asesorar de economistas, al expresar opiniones en torno a temas como éste. No se necesita usar una presunta prepotencia del saber, para tratar de descalificar al más que legítimo interés de doña Laura, para que se le explique al país lo que ha sucedido con las tasas de interés cobradas por los bancos del estado. De paso, al igual que la presidenta, el ex Presidente Ejecutivo del Banco Central, don Jorge Guardia, entre otros economistas, ha opinado que en la actualidad dichas tasas son exageradamente altas. Yo también he expresado esa opinión.

Pero veamos las posiciones expuestas tanto por doña Laura como don Fernando y luego me meto en esa conflagración para darle mi opinión.

De acuerdo con la presidenta, las tasas de interés que en estos momentos están pagando los bancos comerciales por depósitos son muy elevados, en comparación con el equivalente que pagan los bancos comerciales privados (quienes se han visto obligados a seguir a los del estado, a riesgo de perder clientela) y sobre todo frente al mismo estado a través del Ministerio de Hacienda y del Banco Central. La presidenta señala que ese mayor costo de los intereses simplemente se traslada a los actuales deudores de préstamos de esos bancos. Estos deudores han visto cómo se ha elevado fuertemente el pago mensual que deben hacer por sus obligaciones existentes con los bancos estatales y privados. Por ello, indicó la presidenta, ordenó una investigación (me imagino que de Hacienda y del Central) para para ver cómo se corrige ese comportamiento de los bancos estatales. Un efecto casi mágico del pedido de la presidenta es que, poco después, a la semana siguiente, la tasa básica pasiva, que refleja en parte esos altos intereses que los bancos comerciales del estado han pagado por recursos prestables, se redujo de 10.75% a 10.25% (medio punto) anuales, que, si bien sigue siendo alta, posiblemente a futuro será menor si es que tiene algún efecto la admonición de doña Laura. De hecho, lo que ella hizo fue pedir una reducción de las tasas pagadas por los bancos comerciales del estado a fin de obtener fondos, que luego trasladaba a sus deudores.

Poco después de que la presidenta se quejara públicamente, entre otros, don Fernando Naranjo expresó públicamente sus razones para oponerse a la petición de doña Laura. Lo primero que él dijo es que eso era de esperar que sucediera cuando no se aprobó el paquete tributario, pues entonces el Poder Ejecutivo tendría que acudir a un aumento de su endeudamiento, a fin de financiar su déficit. De esta manera no podía adscribirse a los bancos comerciales del estado una responsabilidad por el alza en las tasas de interés, sino a la mayor demanda del gobierno en los mercados internos de crédito. Don Fernando dijo, además, que la solución al problema de “insuficiencia de liquidez” ante la demanda existente en los mercados, quedaba en manos del Banco Central. Que éste lo que tenía que hacer para llenar esa demanda en exceso provocada por el gobierno, era aumentar la liquidez en la economía. En sencillo –y esto es mío- que el Banco Central aumentara la emisión de dinero en circulación. Don Fernando indicó que en ningún momento esa presión sobre las tasas de interés se debía a problemas de liquidez en los bancos comerciales, como podía ser el caso si necesitaran recursos para satisfacer demandas de crédito de parte de su clientela.

En mi criterio, es cierto que hay una presión sobre los fondos de dinero de parte de un estado que gasta más de lo que percibe. Esto es, que tiene un déficit el cual debe de satisfacer y por lo que acude a pedir dinero prestado en los mercados. Esto no es nada nuevo. El problema está en que, precisamente, es el gobierno, derrotado por el pueblo en sus aspiraciones de llenar su hueco aumentando los impuestos, el que no ha acudido a disminuir el gasto público en lo requerido. Esto es, el problema es un déficit que no se corrige y que se pretendió hacerlo aumentando los impuestos, a lo que, con toda razón, se opuso la ciudadanía.

Pero es absurda la sugerencia de don Fernando de que sea el Banco Central el que emita dinero, a fin de, supuestamente, crear la oferta de crédito necesaria en la economía que llene esa mayor demanda de fondos, impulsada principalmente por la necesidad de llenar ese déficit en el sector público. Valoro más la opinión de doña Laura, la no-economista, que la de don Fernando, el economista. Ello porque lo único que va a lograr con su sugerencia de que se dé una mayor emisión monetaria por parte del Banco Central, es un aumento de la inflación y, como la tasa nominal de interés incorpora un valor real más la inflación, lo que, entonces, el país va a tener es una tasa de interés mayor y nunca una menor.

En tanto no se reduzca el gasto público (el buen esfuerzo que parece realizar el nuevo Ministro de Hacienda parece no ser suficiente), habrá presión para la existencia de una tasa de interés alta en los mercados locales. El problema es que ésta ya es muy alta, si tan sólo la comparamos con una tasa real de 2 o 3 por ciento más una inflación de un 5 por ciento. Por ello me parece que la explicación de la conducta de los bancos comerciales del estado, podría más bien encontrarse en su necesidad de disponer de la suficiente liquidez, de forma que permita enfrentar las demandas de crédito por parte de sus clientes. Eso es lo que debe ser valorado por quienes, en el Banco Central y el Ministerio de Hacienda, deberán de expresar públicamente su criterio al respecto.

Publicado en el sitio de ASOJOD el 30 de octubre del 2012