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Jorge Corrales Quesada
25/09/2012, 11:02
LA IRA DE DIOS
Por Jorge Corrales Quesada

Hace muy pocos días, una especialista en estudios religiosos de la Universidad de Harvard, reveló la existencia de un pedazo de papiro, del tamaño de una tarjeta de presentación, en la cual aparecía escrita una mención de Jesús acerca de su esposa. Obviamente esta noticia ha de haber sacudido a los interesados en estos temas, pues, de ser cierto que Jesús estuvo casado con una mujer, eso tendría un enorme impacto en las religiones cristianas modernas, que hasta el momento han sostenido que Jesús nunca se casó.

En esos mismos días, en muchos países en donde hay una alta representación de miembros de la religión mahometana, turbas muy bien armadas, formulaban amenazas de muerte por doquier, tanto para los autores de un supuesto “tráiler” –que tengo entendido es un anticipo de una película- como para el gobierno de los Estados Unidos, a fin de que se reprimiera esa expresión de alguno o algunos, que las hicieron en el marco de la libertad de expresión que existe en ese país.

Esas huestes intolerantes, “casualmente” en momentos en que se celebraba un aniversario más de la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York por parte de extremistas musulmanes, volaron fuego a distintos centros diplomáticos de los Estados Unidos, e incluso en Libia asesinaron al embajador estadounidense y a otros tres funcionarios de esa nación.

El argumento de los fanáticos fue que aquel “tráiler” constituía una blasfemia al mostrar, de alguna manera, el rostro de Alá, pues, según su religión, es prohibida su representación. Ya en el pasado sucedió algo similar con la publicación de los Versos Satánicos de Salman Rushdie, a quien se intentó matar por mandato de algunos altos sacerdotes de aquella religión. También se voló fuego a un periódico nórdico por publicar una “imagen” del Dios de los musulmanes, así como a una revista de humor francesa, por presentar caricaturas del profeta.

¿Se imaginan lo que hubiera pasado si, por ejemplo, los católicos creyentes en que Cristo nunca se casó, hubieran decidido solicitar que se ejecute a la profesora de Harvard, por publicar tal “blasfemia”? ¿Piensen lo que habría pasado si, para limpiar la maldad de ese acto execrable, los católicos hubieran decidido protestar ante la Universidad de Harvard (¿tal vez el INCAE?) o ante la embajada gringa para exigir que ese país persiga a la académica, quien, en ejercicio de su libertad de expresión, osó decir tal cosa como que Jesús era casado? Hay religiones en que las personas que las obedecen se convierten en verdugos de quienes no comparten su fe. No es porque no se les “respeta”, por lo cual actúan, sino simplemente porque no quieren creer en sus dogmas. Sólo que hay religiones en que los “dogmas” son menos intolerantes y tal ve hasta menos violentos que los de otras. La religión debería ser un asunto personal y no la imposición que de ella pueda hacer un estado mediante algo que denominan como ley.

Tal vez para contrarrestar una política exterior débil en lo que concierne a naciones árabes extremistas, el gobierno de los Estados Unidos lo primero que ha hecho es excusarse por lo ofensivo que era el “tráiler”, cuando lo cierto es que la existencia primordial de la libertad de expresión es lo que nos garantiza el derecho hasta de ser ofensivos, siempre y cuando no se dañe a un tercero y así lo determine un juez. Vieran como me ofende, como manudo, el triunfo ocasional del Saprissa, o como me molesta ver vanagloriarse a cierto político de lo honesto que es su gobierno. Pero no le reprimo el derecho de poder decir lo que le dé la gana, siempre que no me cause un daño.

El camino de represión de la libertad de expresión, a fin de que lo que cada persona sólo pueda decir aquello que es de la complacencia de cualesquiera otra persona, únicamente conduce al silencio, al totalitarismo, a la pérdida de la libertad; simplemente, a que dejemos de pensar por nosotros mismos y que sólo sea lo que el dictador nos permita. Bajo esa idea aparentemente conveniente de que haya libertad para expresarse siempre y cuando sea responsablemente, entendiendo por esto último que no afecte la sensibilidad de un tercero, se le abre el espacio al estado para que éste, en nombre de la coherencia social, de la sensibilidad de alguno o algunos ciudadanos, de la solidaridad entre personas y pueblos, pueda reprimir aquellas opiniones que considera indeseables. Por supuesto que las más indeseables para el estado, serán aquellas que van en contra de ese mismo estado: los hombres libres serán los mejores siervos, diría George Orwell.

Publicado en el sitio de ASOJOD el 25 de setiembre del 2012