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Jorge Corrales Quesada
10/07/2012, 10:49
AMAGOS DEL ESTADO NIÑERA
Por Jorge Corrales Quesada

Gradual, pero en ascenso, nuestro estado ha ido otorgándose para sí el deber de cuidar a los menores, particularmente, pero también a la generalidad de las personas. Fue el principio de que “el bien común está por encima del bien privado”, (Gemeinnutz geht vor Eigennutz), el que inspiró al movimiento fascista alemán para llevar a extremos su política de salud pública.

En los últimos tiempos nuestro estado (mejor dicho, algunos funcionarios públicos) ha tomado decisiones que bien nos pueden estar acercando a esos extremos peligrosos. En algún grado esa actitud gubernamental resulta sorprendente, pues, como si no tuviera cosas importantes que hacer, se ha dedicado a decidir qué, cómo y cuando, ciudadanos libres, adultos, pueden consumir bienes que legalmente están a la disposición de quienes quieran comprarlos, mientras que, en otros casos, le ha ido quitando a los padres la responsabilidad de cuidar a sus hijos, que asumo incluye lo que deben comer. En un caso se conculca la libertad de adultos y en el otro se sustituye a los padres en sus responsabilidades (de ahí viene el término estado-niñera).

Lo primero me molesta, porque afecta el derecho de las personas a consumir algo que probablemente no le haga bien, pero que, aun así, están en libertad de hacerlo. Si fuera una sustancia explícitamente prohibida (crack o heroína, por ejemplo), podría aceptarse la prohibición y actuar en consonancia, pero no en el caso en que ese mismo bien, cuyo consumo busca limitar el estado, ese mismo ente lo considere de libre venta, como sucede con los cigarrillos (no fumo; es dañino, pero defiendo el derecho de quien quiere consumirlo), que son vendidos y consumidos “democráticamente” por todo el país. ¿Por qué, por ejemplo, no permitir que haya bares o restaurantes exclusivamente para fumadores, al igual que otros para quienes no fuman?

El segundo caso me irrita, porque quita a los padres una responsabilidad claramente establecida por la tradición y la costumbre, cual es velar por la salud y el bienestar de los hijos menores de edad. Lo hace al prohibir el consumo de ciertos alimentos en las escuelas, alimentos cuyo uso es libremente permitido en todo el país. El estado cree que aquella es su responsabilidad y así impone conductas por decreto que impiden a los padres decidir que es lo que les conviene a sus hijos. Se me dirá que hay padres ignorantes, pero les respondo que también hay gobernantes ignorantes. Por tanto, no es buen argumento. Si el estado pretende hacer algo positivo, no lo es quitando responsabilidades a los padres, sino informándoles del costo de ciertas conductas, para que, con base en esa información, tal vez no disponible para los padres, aunque no hay nada que impida tenerla, actúen con base en lo que ahora saben mejor.

¿Qué sigue en esta trocha sin fin del estado-niñera que define “conductas deseables” para los hombres y mujeres libres? Nada más piénsese en tres ejemplos. Primero, exigir a los contrayentes antes de que se casen, exámenes de su ADN para determinar que así los hijos serán lo sanos que quiera el estado. Segundo, ante el enorme crecimiento de la población, aplicar políticas, como hoy en China, por las que se limita a las parejas a tener sólo un hijo. Así se honra la memoria de ciertos científicos sociales que, una y otra vez, nos han amenazado ecológicamente con la bomba poblacional (se acuerdan de los Ehrlich). Tercero, prohibir a los niños el consumo de mamones, guayabas (las semillas se pueden implantar en la apéndice) y nances, con lo cual no se atragantarán o de licor y cerveza para que un adulto no se embriague o disfrute de unos tragos. Hay muchos otros ejemplos de eugenesia, tan apreciada por los y las fascistas, que el estado-niñera podría desear acometer en el futuro.
Publicado en La Extra del 12 de julio del 2012.