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Jorge Corrales Quesada
13/06/2012, 09:47
EL PAPEL DEL EMPRESARIO EN EL ANÁLISIS ECONÓMICO:
6.- EL APORTE DE LACHMANN
Por Jorge Corrales Quesada

El aporte de Ludwig M. Lachmann acerca del papel del empresario en una economía

Lachmann, al introducir el subjetivismo más allá de las preferencias, como hasta el momento sucedía en la escuela austriaca, y aplicarlo al caso de las expectativas, sacudió fuertemente no sólo la descripción dinámica del proceso de mercado, sino también, en lo que más nos interesa, en cuanto al papel que desempeña el empresario.
El punto esencial de Lachmann es que

“El proceso de mercado es la manifestación externa de un flujo interminable de conocimiento. Este discernimiento es fundamental para la economía Austriaca. El patrón de conocimiento en la sociedad está cambiando continuamente, un proceso que es difícil de describir. El conocimiento desafía todos los intentos de tratarlo como un ‘dato’ o como un objeto en tiempo y espacio. (Ludwig Lachmann, On the Central Concept of Austrian Economics: Market Process, en Edwin G. Dolan, The Foundations of Modern Austrian Economics, Kansas City: Sheed and Ward, 1976, p. 78).

Dado que el conocimiento es intratable, es imposible que el individuo pueda tener conocimiento del futuro en la actualidad, por lo cual se ve obligado a formular sus planes con base en expectativas acerca de comportamientos o datos. Dichas expectativas de los diferentes actores en una economía, quienes mantienen diversos marcos de referencia en cuanto al tiempo, son la base para considerar que serán expectativas múltiples y posiblemente divergentes. Es decir, la naturaleza subjetiva del diagnóstico que de la situación actual puede hacer un individuo, conduce a que se puedan tener diferentes rangos de expectativas. Éstas tenderán a ser divergentes, pues la observación que un individuo puede tener de un precio actual, da lugar a diferentes reacciones en otros agentes. Y si ante esta reacción de otros, el precio que observa nuestro individuo está fuera del rango esperado de precios, dándose cuenta del error, tenderá a redefinir sus expectativas. El mérito de Lachmann está en el desarrollo explícito que hace de la subjetividad en las expectativas.

La posible diversidad de expectativas constituye una crítica a la posición austriaca de Mises y Kirzner (y de Hayek, como se verá luego) que hemos expuesto, de una tendencia indudable a la convergencia: esto es, al equilibrio del orden de mercado. El criterio de Lachmann expuesto no es contrario al marco analítico austriaco, sino que constituye una extensión natural del paradigma basado en la subjetividad, el cual es ahora ampliado a las expectativas.

De acuerdo con Kirzner y Hayek, los planes son formulados con base en las consideraciones subjetivas (el conocimiento) de los individuos, en tanto que para Lachmann no sólo forma parte lo antes descrito (el conocimiento), sino también las expectativas. El conocimiento surge de la interpretación subjetiva que el individuo hace de la experiencia pasada y las expectativas surgen de las interpretaciones subjetivas que hace el individuo de posible acciones futuras (claramente introduciendo el factor incertidumbre), lo cual involucra un acto de imaginación del futuro.

Precisamente porque Lachmann enfatiza la naturaleza subjetiva de las expectativas, la consecuencia de los nuevos planes formulados con base en ellas y el conocimiento del cual se dispone, es que los planes de los individuos tenderán a divergir.

Esta divergencia es para Lachmann la fuerza del cambio. Así, señala que

“El proceso de mercado consiste de una secuencia de interacciones individuales, denotando cada una de ellas el encuentro (y algunas veces la colisión) de un número de planes, los cuales, si bien son coherentes individualmente y reflejando el equilibrio individual, son incoherentes vistos en conjunto. De otro modo, el proceso no funcionaría.” (Ludwig Lachmann, From Mises to Shackle: An Essay on Austrian Economics and the Kaleidic Society, en Journal of Economic Literature, 14, 1976, p. 131).

El proceso de mercado no conduce a una convergencia hacia el equilibrio, lo cual, de nuevo, hace necesaria una revisión de los planes individuales. Pero dado que el conocimiento es un flujo interminable, esa revisión es constante y, dada la subjetividad de las expectativas, hay una elevada posibilidad de que las expectativas individuales sean divergentes y no convergentes.

No hay duda de que esta visión tan austriaca en cuanto a la utilización del subjetivismo aplicado a la formulación de expectativas individuales, da lugar a una serie de inquietudes, pues, como señalan Boettke y Sullivan,

“En la prosecución de esta línea de investigación de un subjetivismo radical, él ofreció discernimientos profundos e importantes acerca de la naturaleza dinámica de los procesos de mercado, del papel de las instituciones como guías para las acciones, de las dificultades que hay al interpretar señales, del papel del tiempo en la percepción humana y del ligamen que hay en la vida económica entre la dispersión del conocimiento, la dispersión de las expectativas y de la dispersión de las interpretaciones. Estos discernimientos sacudieron los fundamentos de cualquier interpretación determinista de los procesos de mercado, incluyendo la teoría austriaca del descubrimiento empresarial. Si los discernimientos de Lachmann son válidos, entonces el mundo es verdaderamente múltiple o cambiante (caleidoscópico –kaleidic- en palabras de Lachmann). (Peter J. Boettke y Steven T. Sullivan, Lachmann’s Policy Activism: An Austrian Critique of Keynesian Proclivities, en Roger Koppl y Gary Mongiovi, editores, Subjectivism and Economic Analysis: Essays in Memory of Ludwig M. Lachmann, New York: Routledge, 1998, p. 179. El paréntesis en el texto es mío).

Es cierto que los resultados del análisis de Lachmann pueden haber tenido inferencias embarazosas para quienes se han caracterizado por ser anti-intervencionistas del estado en la economía. Expresan Boettke y Sullivan que

“A la hora del análisis final, la visión de la economía de Lachmann como un sistema que no necesariamente posee una tendencia hacia el equilibrio y, en particular, su visión de la operación del sistema de mercado, le condujo a proponer una política activista en tiempos de miseria económica generalizada. Esto es algo curioso en el campo austriaco.” (Peter J. Boettke y Steven T. Sullivan, Lachmann’s Policy Activism: An Austrian Critique of Keynesian Proclivities, en Roger Koppl y Gary Mongiovi, editores, Op. Cit., New York: Routledge, 1998, p. 165).

A esto se puede agregar el hecho de la recepción positiva que se le dio a Lachmann en recintos social-demócratas, caracterizados por impulsar políticas activistas en casos de un presunto fracaso generalizado del mercado. Por ejemplo, en el sitio Social Democracy for the 21st Century: A Post Keynesian Perspective, en el encabezado de la edición del 8 de febrero del 2012 se lee que: “Lachmann Endosó el Estímulo Keynesiano en una Depresión”.

Si bien Lachmann tan solo señala que se trata de una posibilidad que no haya tal convergencia al equilibrio, lo cierto es que, en diversos escritos, enfatizó un papel activo para el estado en el campo económico. Ante esto me parece que un cuestionamiento importante y que va más allá de declarar que su posición es nihilista, es el que formulan Boettke y Sullivan, de que Lachmann no lleva su enfoque subjetivista extremo hasta las profundidades necesarias, lo cual tiene implicaciones para el activismo estatal. De acuerdo con ellos,

“Si el mundo es verdaderamente caleidoscópico (múltiple y cambiante), entonces, quien formula la política debe enfrentar el mismo conjunto confuso de señales, al igual que como lo hace el participante en el mercado (con la misma diversidad de interpretación de las señales). Si los actores en el mercado privado no encaran los incentivos y carecen de la habilidad para adquirir la información, que coordine su comportamiento con el de otros en el mercado, debido a las condiciones constantemente cambiantes y a la diversidad de las interpretaciones de las señales que estos cambios producen, entonces ¿por qué deberíamos esperar que quienes formulan las políticas son capaces de coordinar los asuntos económicos de una manera exitosa? (Peter J. Boettke y Steven T. Sullivan, Lachmann’s Policy Activism: An Austrian Critique of Keynesian Proclivities, en Roger Koppl y Gary Mongiovi, editores, Op. Cit., p. 179. El primer paréntesis es mío).

En una línea similar, Roger Harrison expresa la opinión de que Lachmann

“…se abstuvo de apartar de su imaginación el problema de la coordinación inter-temporal y de aseverar la perversidad inherente del proceso de mercado. Simplemente dejó con nosotros la pregunta abierta, de si podemos contar o no con las fuerzas equilibradoras que coordinen inter-temporalmente… el capítulo de su Capital and Structure se lee como si fuera un programa para el activismo político. ¿Vamos a creer que el futuro es un poco menos no conocible para los formuladores de política Keynesianos que para otros participantes en el mercado? (Roger W. Garrison, Time and Money: The Macroeconomics of Capital Structure, New York: Routledge, 2001, p. 254.)

Es importante indicar que la naturaleza caleidoscópica del mercado mencionada por Lachmann, no implica que se está frente a una anarquía o un desorden generalizado, sino que, como señalan Boettke y Sullivan,

“El caleidoscopio, a pesar de su indeterminación, posee un cierto patrón o estructura interna para su propia operación. El mercado, desde la perspectiva Lachmanniana, se puede decir que posee el mismo tipo de patrón ordenado –que no es el de un reloj ni uno completamente al azar… Los intentos para salirse del sistema y controlarlo no es que dirijan tanto su operación como distorsionan el patrón ordenado que caracteriza a la economía de mercado, dentro de un sistema bien establecido de reglas de propiedad.” (Peter J. Boettke y Steven T. Sullivan, Lachmann’s Policy Activism: An Austrian Critique of Keynesian Proclivities, en Roger Koppl y Gary Mongiovi, editores, Op. Cit., p. 179).

La propuesta Lachmanniana difiere de la visión por la cual el sistema de mercado funciona tal como lo hace un reloj; esto es, como si fuera un conjunto de ecuaciones Walrasianas que se resuelve simultáneamente, ni tampoco concuerda con aquella de Keynes, quien consideró al mercado como inherentemente inestable; es decir, que funciona totalmente al azar. Más bien, se trata de la conformación de un orden o patrón característico de la operación del mercado. Una metáfora que explica este patrón es la expuesta por Garrison, quien describe cómo es el orden de un mercado, en el cual actúa el empresario, de acuerdo con la concepción de Lachmann. Este no es, no funciona, como un reloj, ni tampoco se puede describir como un desorden:

“El intrincado patrón de vidrio coloreado de un caleidoscopio, representa el patrón de precios determinado por los compradores y vendedores en los mercados de bienes y por quienes creen que el mercado de activos va en alza y quienes creen que va a la baja. El patrón tiene orden y belleza, pero no longevidad; ningún patrón obtenido puede durar por mucho tiempo. El paso del tiempo está necesariamente marcado por el descubrimiento de nueva información, a través de expectativas satisfechas o insatisfechas de los inversionistas. Esta es la naturaleza, según Lachmann, del proceso de mercado. Tales descubrimientos pueden hacer que, quienes creían que el mercado iba al alza, crean que ahora va a la baja y lo contrario. La baraja resultante de los activos de capital agita al caleidoscopio. Emerge un nuevo patrón de precios, pero sus características particulares no pueden haber sido predichas únicamente a partir del patrón previo o a partir de la suma total de conocimiento subyacente.
El descubrimiento inevitable de nueva información, al irse revelando el mercado, no tiene análogo en la mecánica Newtoniana. Las posiciones futuras de un péndulo pueden ser calculadas a partir de su posición actual, su masa y de las fuerzas que actúan sobre él. La posición a la cual finalmente el péndulo llega a descansar no es el resultado de un proceso –tal como Lachmann usa el término. Esto es, la posición final de equilibrio es independiente de la magnitud y de la dirección de los movimientos particulares que impulsaron al péndulo a esa posición.” (Roger W. Garrison, The Kaleidic World of Ludwig Lachmann. Review Article: The Market as an Economic Process by Ludwig Lachmann, en Critical Review, Vol. 1, No. 3, verano de 1987, p. 78. La letra cursiva es del autor).

El gran aporte de Lachmann consistió en la incorporación del subjetivismo a las expectativas. Estas últimas, según Mises, así como Hayek, eran instrumentos para predecir. En cambio, para Lachmann, debido a la naturaleza caleidoscópica de la sociedad, caracterizada por cambios inesperados que alteran los patrones previos que servían de fundamento para la acción individual, las expectativas son resultantes de las interpretaciones subjetivas que los individuos hacen de posibles situaciones futuras. Es aquí donde Lachmann hace su muy conocida afirmación de que “El futuro no es conocible, pero no inimaginable” (Ludwig M. Lachmann, From Mises to Shackle, en Journal of Economic Literature, Vol. 14, No. 1, marzo de 1976, p. 59.) El empresario Lachmanniano, a diferencia de aquel de Kirzner y de Hayek, desempeña el acto de imaginar cómo será ese futuro, el cual incorpora en sus expectativas que, por el proceso de difusión ampliada del conocimiento que surge, a su vez son incorporadas en las expectativas de otros agentes. Pero este proceso es continuo y caracterizado por el cambio inesperado, con lo cual, en la sociedad caleidoscópica, conduce a incompatibilidades en los planes individuales. Esta posibilidad de inconsistencia, como dice Sandye-Gloria Palermo, “desafía la visión tradicional de una tendencia hacia el equilibrio. El mercado es ahora un proceso indeterminado, gobernado por la interacción de las fuerzas del equilibrio y del desequilibrio.”[Op. Cit., p. 126]. La competencia se encarga de difundir, por una parte, el conocimiento relevante, que constituye una fuerza que impulsa hacia el equilibrio del sistema, pero, a la vez, dado que el futuro es imaginado por cada individuo, quien en diferentes momentos conjetura distintas situaciones, hace que revise sus planes en función de su capacidad para imaginar. Como esta capacidad no conoce límites, da lugar a posibles divergencias en las expectativas de los diferentes participantes. Esta es la fuerza desequilibrante que impide la garantía de un equilibrio generalizado.

Publicado en el sitio de ASOJOD el 12 de junio del 2012.