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Ver la Versión Completa : Artículos publicados en Diario La Nación 2000-2003



Elisa
20/03/2012, 13:17
Tenemos el agrado de presentarles los artículos que el Sr. Jorge Corrales Quesada publicó en el Diario La Nación de 2000 a 2003

Elisa
20/03/2012, 13:20
2000-08-28-CRIMEN Y CASTIGO

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CRIMEN Y CASTIGO

La Nación, 28 de agosto del 2000.

Don Julián Volio tiene el enorme mérito de haber estimulado la discusión de un tema trascendente: la situación del régimen penal. Las reacciones a que dio lugar contrastan con lo sucedido ante la sugerencia reciente de don Eduardo Lizano de discutir públicamente la dolarización, cuando la respuesta de algún "estudioso" fue: "¿para qué?, si con eso no se resuelven todos los problemas económicos del país". Así estamos: ni siquiera debe haber discusión...

Leí el artículo del juez José Manuel Arroyo Gutiérrez “¿Cuál abolicionista?” (La Nación, 17 de agosto del 2000), en donde responde a la invitación de don Fabián.

Deseo comentar la siguiente afirmación del juez: "Costa Rica tiene ya el dudoso honor de prever las sanciones de prisión más altas del continente en derecho penal de adultos (hasta 50 años de cárcel para ciertos delitos), y lo mismo para el derecho penal de menores y, como es totalmente comprobable, tales medidas no han afectado, para nada, el crecimiento delictivo que con razón nos preocupa a todos".

Me parece que esta opinión es errada en dos sentidos: porque confunde la realidad estatutaria con la pena aplicada efectivamente y, por ende, hace que sus afirmaciones no sean comprobables.

Bien puede ser que ese "dudoso honor" sea real, pero lo importante es hasta qué grado esa pena extrema es efectivamente aplicada. Me da la impresión de que tan sólo en muy pocos casos ello ha sido así y, por ende, la carga de la prueba está en la presunción señalada por el juez; esto es, que efectivamente hay una aplicación "amplia" de la pena máxima, como para hacer del país el dueño de ese dudoso honor.

Aún más y en esto es totalmente omiso el juez, lo importante no es sólo la pena máxima que se imponga –suponga que efectivamente sea de 50 años– si en la realidad, con base en la misma legislación penal, tan sólo con cumplir la mitad de dicha pena y bajo ciertas condiciones de comportamiento esperado de quienes purgan las condenas, se puede acceder a la libertad antes de dicho plazo. Esto se ha visto en casos recientes, ampliamente conocidos en el país.

Implícito en las consideraciones del Juez está que el costo –que debe compararse con el rendimiento esperado del crimen, para entender el comportamiento del delincuente (sí, no es lo único, pero parece ser muy importante)– radica únicamente en la pena que se pueda imponer; esos 50 años de que habla el Juez. Este es un terrible error pues el costo del crimen no consiste únicamente en la pena que al final se impone sobre el presunto crimen. Hay otras partes muy importantes que conforman el costo del crimen. Así, aun cuando existan tales penas gravosas, si la probabilidad de la captura del delincuente es casi nula (o que la gente, decepcionada ante la inutilidad, no reporta los delitos), la posibilidad de la aplicación efectiva de dicha pena es muy baja. Esto hace que el costo del crimen sea menor, comparado con sistemas represivos que sean más eficientes en todo lo que implica la captura del delincuente. También, si se presenta una mala fundamentación de los casos, que así se pierden en los tribunales o que estos sean muy ineficientes: que, en general, el proceso de determinación del delito es ineficiente o laxo, hace que de nuevo se reduzca el costo del crimen. La probabilidad de la aplicación de la pena es así menor comparada con la que habría con sistemas judiciales más eficientes.

En síntesis, yerra el juez al considerar la pena máxima como el factor disuasivo del crimen, puesto que dicha pena tiene, al final de cuentas, muy pocas probabilidades de ser aplicada, además de que, con la actual legislación, aunque se aplique, es alivianada; de hecho se rebaja (también, el año penal no es de 12 meses, sino de nueve: la teoría de la relatividad en acción).

El problema es muy complejo como para reducirlo a una pena máxima. Señalo, como algo extremo, que hay delincuentes en Estados Unidos que han dicho que prefieren "vivir" en la cárcel que en la calle; por tanto, no habría pena que causara una disuasión del crimen; esto es, la "pena" más bien sería percibida como una recompensa. No estoy arguyendo ni a favor del maltrato ni porque haya malas condiciones en las prisiones; lo hago tan sólo para señalar que el asunto no es únicamente de "pena máxima" sino esencialmente de las posibilidades de su aplicación.

Asimismo, otros factores pueden ciertamente cumplir un papel explicativo de la delincuencia. Por ejemplo, señala el juez, "el abandono más o menos acentuado de esa política social, en las últimas dos décadas, ha sido uno de los factores que directamente han incidido en el empobrecimiento de amplios sectores del país... y, por esa vía, el incremento de la violencia y la criminalidad común". Únicamente me atrevo a plantear dudas sobre lo expuesto por el juez autor de esas afirmaciones. ¿Se refiere a que en las últimas dos décadas ha disminuido el nivel de ingreso de los costarricenses y que por ello ha aumentado la delincuencia? Esta afirmación es errónea desde la primera premisa. ¿Se refiere a que en esas dos últimas décadas ha empeorado la distribución del ingreso y, por ende, ha aumentado la delincuencia? Tampoco esta afirmación parece ser correcta, pues los dos únicos estudios realizados recientemente sobre distribución –o algo en ese sentido– tanto por Ronulfo Jiménez y Víctor Hugo Vargas de la Academia de Centroamérica como por Juan Diego Trejos de la CEPAL, no muestran que se haya dado un "empeoramiento" de la distribución del ingreso. Aun si así fuera, el juez no muestra una correlación entre el empeoramiento de la distribución del ingreso y el aumento en la delincuencia. Parece que su afirmación es simplemente una opinión subjetiva sin comprobación con la evidencia.

Sobre esto mismo, ¿por qué el juez no considera la enorme inmigración que Costa Rica ha experimentado durante estas dos últimas décadas y –no sé cómo lo haría– muestra que tal vez esa inserción tan fuerte de culturas o "modo de ser" diferente del "tradicional" costarricense –¡qué sé yo!– puede explicar el aumento de la delincuencia? No digo que eso sea así: sólo señalo que el Juez no comprueba nada de lo dicho y que el factor cultural, religioso, el desmembramiento de los hogares, entre otros, podrían ser explicaciones más plausibles de un fenómeno observado, como es el aumento de la delincuencia. Pero debe probarlo.

Mi segundo comentario sobre lo afirmado por el juez –acerca de que tales medidas (penas altas) no han provocado un descenso en la delincuencia– es que, si no se han aplicado, si los costos que el sistema impone al delito son bajos, no puede, por tanto, considerarse que ha existido un detrimento del delito por parte de la aplicación de penas "duras". No es un asunto de economicismo, sino de esperar de la conducta humana que, si hay incentivos (bajos costos) para la comisión de delitos (dado un pago o recompensa esperada del delito), no se presentará un descenso de la delincuencia, sino, como parece ser y así lo indica el juez, más bien un aumento.

Elisa
20/03/2012, 13:21
2000-10-02-ECONOMÍA Y CRIMINALIDAD

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ECONOMÍA Y CRIMINALIDAD

La Nación, 02 de octubre del 2000.

Supuse que el planteamiento hecho aquí por don Fabián Volio –de discutir públicamente el problema del crimen y su castigo en nuestro país– daría lugar a diversas opiniones que enriquecerían el análisis. Ello no ha sido así, lo cual refuerza mi pesimismo sobre el estado del desarrollo intelectual en nuestro medio o ¿será que, tal vez, el problema es inexistente y que no importa que el crimen crezca, tal como ha sucedido?

Aún así, me atrevo a ampliar mi opinión sobre este tema. Corro el riesgo de que, tal como leí recientemente, alguien me acuse, como economista, de ser el padre de todos los males que hay en la tierra, acusación que se basa en una falsa pretensión de que la profesión de quien eso arguye representa el saber absoluto y la verdad última y, por tanto, que no necesita del conocimiento que pueda surgir de otros gremios profesionales. El análisis económico ofrece una perspectiva útil para evaluar el problema del aumento de la criminalidad en el país.

La premisa básica es que el criminal, como cualquier otra persona, reacciona a los incentivos de manera que buscará el mayor beneficio posible de sus actos dado los costos en que incurre; esto es: si aumenta su costo, el crimen tiende a disminuir. Hay miles de estudios empíricos que muestran la importancia de los incentivos en la conducta humana; en efecto, si alguien mostrara lo contrario, posiblemente lo haría merecedor de un Nobel en algo. Lo cierto es que los incentivos son importantes para explicar el comportamiento humano y, para el caso concreto, el comportamiento criminal.

A fin de analizar la criminalidad reciente en el país es indispensable tener una idea acerca del costo potencial que para el criminal tiene la comisión del delito. Así, es indispensable saber si la pena esperada por el crimen ha aumentado o disminuido en los últimos tiempos. Lo segundo parece ser lo sucedido.

Para empezar, veamos cómo deben valorarse las cosas: el costo relevante para el análisis del crimen no es tan sólo la pena final que se impone, como lo creen algunos. Lo es el costo total, la pena total, esperado por el crimen. Para ello es necesario tomar en cuenta lo siguiente

A. ¿Qué porcentaje de los crímenes cometidos se reporta a las autoridades? Aquí el problema que se puede presentar es el abandono de las denuncias; si las personas no denuncian (o baja su porcentaje) porque lo consideran infructuoso, entonces, disminuye la posibilidad de que el criminal sea castigado. Al bajar el costo hay un incentivo para que aumente la criminalidad. En esto lo importante es que la ciudadanía tenga confianza en que el delito se persigue hasta el final por parte del Estado.

B. ¿Qué porcentaje de las denuncias termina en arrestos? Si desciende el porcentaje de arrestos el costo del crimen disminuye, lo que tiende a aumentar la criminalidad. Aquí se refleja la importancia que tiene la eficiencia con que actúan las autoridades que hacen los arrestos, tales como el OIJ y la policía, entre otros.

C. ¿Qué porcentaje de los arrestos concluye en una elevación a juicio? Si, a pesar de que se mejora el arresto de los criminales, las autoridades no son capaces o no tienen los medios (o lo que sea) de elevarlos a juicio, disminuye el costo del crimen y por ende se incentiva para que aumente.

D. ¿Qué porcentaje de los casos elevados a juicio terminan en una condena a prisión? Aquí participan tanto la habilidad del fiscal en ganar el caso como la capacidad y decisión de los jueces de condenar el delito. Si, por hipótesis, los jueces no condenan o los fiscales no sirven, el costo del crimen baja y por tanto aumenta la relación beneficio-costo que hace el criminal.

E. ¿Qué porcentaje de los casos que resultan en condena terminan en prisión? Puede ser que, a pesar de condenárseles a prisión, ésta se cambia por multas o deviene en suspensión. Lo relevante en cuanto al costo del crimen es que, si no se va a prisión, se reduce su costo y por ello se estimula la comisión de delitos.

F. Una vez en prisión, ¿cuánto tiempo en promedio pasarán en ella? Aún cuando la condena sea muy alta (como en Costa Rica, según se alega), si "al ratico" se sale de prisión, el costo del crimen es menor y por tanto se incentiva.

El costo esperado del crimen (que el criminal compara con el beneficio esperado del delito) resulta del producto de A, B, C, D, E y F. Este resultado, que no se tiene en Costa Rica, es el que nos diría si a lo largo del tiempo el abolicionismo ha dado lugar a una disminución del costo del crimen o que, por el contrario, ha ido aumentando y, como han argüido algunos, a pesar de ello el crimen más bien ha crecido; esto es que otras razones, aparte del costo, son más importantes para explicar el aumento observado en la criminalidad.

En Estados Unidos, por ejemplo, donde sí se lleva información que permite reducir esta incertidumbre, se ha documentado que, en los últimos años, en comparación con lo sucedido durante los años setentas, ha aumentado la posibilidad de que un criminal sea penalizado por los crímenes serios, así como el tiempo que pasa en prisión. Ello se ha reflejado en descensos significativos en la criminalidad.

Si bien en Costa Rica tales mediciones no parece que existan, hay indicios de que puede haberse venido dando un descenso en el costo del crimen. Menciono algunos a manera de ilustración, para ver si inducen a un mejor análisis del tema: (1) muchos delincuentes llegan a tribunales acusados de algún delito a pesar de que en innumerables ocasiones se les había "pasado" por actos similares; (2) hay notorios casos de criminales juzgados y condenados quienes al "poco" tiempo salen de prisión por muy diversas razones; (3) se dan fallos judiciales en donde se absuelve –y perdonen mi expresión– con suma facilidad ya sea por ser mal planteados o juzgados; (4) muchas personas comentan haber sufrido, por ejemplo, algún robo y no lo reportan ante las autoridades porque "¿para qué? si en nada para"; (5) delitos prescriben en algunos procesos (incluso algunos muy sonados) en un marco judicial abarrotado de casos y cosas; (6) hay quejas de policías de que ni se molestan en llevar los delincuentes a los juzgados porque al tiempo "los sueltan". ¡De cuántas cosas más podrían darse ejemplos!

Si determinamos con mayor certeza que efectivamente el costo del crimen en nuestro medio ha venido descendiendo, la lógica nos indicaría que, para disminuir ese incentivo, se haría necesario elevar su costo: la discusión sana evolucionaría hacia cuáles son las mejores formas de lograrlo.

Elisa
20/03/2012, 13:21
2000-11-16-DE SUEÑO A PESADILLA

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DE SUEÑO A PESADILLA


La Nación, 16 de noviembre del 2000.

Don Manuel Formoso invitó, en un artículo reciente (La Nación, 4 de octubre del 2001), a soñar la posibilidad de tener una nueva utopía. Una petición tan gentil y bien intencionada me motivó a pensar en el tema, el cual creí que me conduciría por buena senda, pero, para mi sorpresa, más bien se ha convertido en una verdadera pesadilla.

Tantas veces el hombre ha intentado asegurar la felicidad para sus congéneres bajo órdenes utópicos, que juzgué valía la pena preguntarme, entonces, ¿por qué las dos más importantes ideologías del siglo que expira, el nazismo y el socialismo, han fracasado tan estruendosamente? He aprendido que ambas tienen mucho en común, pues su origen primario se analiza en el libro de Karl Popper La Sociedad Abierta y sus Enemigos: se encuentra en la utopía originaria, la del poder público ejercido por los "filósofos" de Platón; el ideal del poder centralizado en sabios que sabían más que todos nosotros –simples hombres de carne y hueso. Se supone que los sabios de Platón eran legítimamente capaces de sustituir la acción del hombre común por el raciocinio constructivista del estado centralizador. Se puede pensar que hoy serían ellos quienes transmutaran, lo que se ha dicho es un "gigantesco caos, de dimensiones mundiales, que ha generado el dominio del libre mercado..." por una "perspectiva planetaria, única viable si queremos paz y armonía en la Tierra". Recuerdo a Hayek cuando nos escribe acerca de la arrogancia presuntuosa de quienes creen que poseen el suficiente conocimiento para lograr imponer el orden que –según sus apetencias– se requiere en la humanidad, lo cual es todo lo contrario de quienes nos atrevemos a creer en el mercado, visto simplemente como un instrumento útil para la acción del hombre.

El nazismo es claro resultado en este siglo de un sueño utópico que inevitablemente se convirtió en pesadilla. El hombre nuevo, el de los genes puros, el ario, tenía el destino y el bienestar de la humanidad en sus manos. Nada más se trataba de que razas superiores se impusieran sobre otras razas inferiores, como nos lo dijo Gobineau. El capitalismo resultaba ser el enemigo natural del nazismo (lo cual me parece ser verdad). Así, no fue de extrañar que el término empleado en la Alemania nazi para una de las razas "inferiores", los judíos (juden), también se usara para nombrar al capitalista y al burgués.

La otra gran utopía del siglo XX, el socialismo marxista, nos predicaba que la solución a casi todos los problemas del hombre radicaba en la eliminación de las clases, de donde emergía un hombre nuevo –tal como se dijo habría de surgir en la Nicaragua sandinista–, el hombre socialista, inmaculado, quien no podría ni tendría razón para explotar a sus congéneres: el problema económico quedaba resuelto con un "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". El trabajador stajanovista –el obrero de 25 horas al día– era el nuevo hombre socialista. Esa utopía concluyó en un vasto campo de trabajo, donde muchos laboraron incansablemente para el beneficio de algunos, como se deduce de las lecturas de Djilas y de Solzhenitsyn.

El peligro de la ilusión utópica no sólo está en que es aquella que su proponente considera inevitable y capaz de otorgar felicidad eterna. Me imagino que muy posiblemente nos justificará una en donde el hombre nuevo contenga sus genes, sus valores, o lo que él quiera. Pero el mayor peligro está en que ese utopista querrá imponer su propia utopía sobre todos nosotros, los demás: ¿acaso no lo fue así con los totalitarismos nazi y socialista?

Estas dos utopías han resultado demasiado caras para la Humanidad. Del nazismo se han dado estimaciones de que provocó 25 millones de muertos y del socialismo, me permito indicar el dato que presentan Stéphane Courtois, et. al., editores del libro The Black Book of Communism. Según Courtois: "El total de muertes se aproxima a los 100 millones".

¿Por qué va a pagar el ser humano ese experimento utópico que algunos propondrían? Si son ángeles en lo que se nos pretende convertir, prefiero ser demonio, tan sólo para poder contrastar lo que significa ser un ángel. La vida está hecha de "ángeles y demonios" y entre muchos demonios hay quienes en el tiempo han querido sobornar nuestras conciencias con la quimera de que todos podemos ser ángeles. No deja de irritar esa vana pretensión de querer el estado perfecto de la humanidad, arrogándose para ello facultades propias del Creador, al considerar que se puede, como si fuera de barro, moldear un utópico hombre nuevo y diferente de quien los utopistas consideran un mal o imperfecto ser humano, que debe ser corregido.

Tal vez resulte mejor si se nos deja ser, tan sólo, humanos. Quédense lejos quienes nos quieran imponer utopías, pues por la experiencia esos sueños parecen conducirnos a peores pesadillas que las de Freddie. Tan sólo en este siglo el recuerdo de las 125 millones de muertes en sus aras me hace preguntar: ¿Y si el utopista, una vez más, se equivoca en cuanto a la nueva utopía?

Elisa
20/03/2012, 13:22
2001-02-04-ELECCIÓN EN CENTROAMÉRICA

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ELECCIÓN EN CENTROAMÉRICA

La Nación, 04 de febrero del 2001.

Me parece que en años venideros –no se cuán pronto– los costarricenses y el resto de centroamericanos posiblemente tendremos que escoger entre conservar nuestro sistema político nacional o en forjar una federación de naciones. De ninguna manera señalo que un sistema federal sea lo que nos convenga, pues aún no lo sé: lo que sí me parece es que en los últimos tiempos se han presentado sugerencias, principalmente de extranjeros, para que variemos nuestro sistema político, y ello debería hacernos reflexionar.

Concretamente, la decisión europea de conformar una unión económica, que ha avanzado más allá de una simple zona de libre comercio para constituirse casi en un gobierno federal, bien puede ser su solución para diversos problemas internos. Pero con frecuencia se escucha de líderes europeos (así como de burócratas comunitarios) una invitación para que Costa Rica se integre más al resto de Centroamérica, principalmente en lo económico, pero también en el campo político, en donde los órdenes federales parecen ser los apropiados. No hay nada de malo per se en este consejo, además de que se facilitarían muchas negociaciones entre el bloque europeo y nuestros países pues, en vez de hacerlo con cinco "díscolos", lo acordarían con una sola entidad política.

Esta sugerencia ha sido notoria en el campo de la ayuda externa. Sin que se haya dejado de lado el trato directo entre Europa y cada uno de nuestros países, el mensaje que envían es claro: prefieren cooperar directamente en proyectos regionales conjuntos, en vez de hacerlo con cada país en particular. Y esto, bien entendido, es un empujoncito para que nosotros hagamos "de pluribus, unum".

Ante esto, la experiencia de las recientes elecciones de los Estados Unidos nos cae como anillo al dedo, a fin de entender lo que, según algunos criollos, es un "obsoleto" método de elección federal mediante un Colegio Electoral. Este sistema, en vez de la elección directa, podría ser el que en el futuro nos dé alguna viabilidad política en el marco de una presunta república federal centroamericana.

Los fundadores de la nación norteamericana tuvieron el cuidado de asegurar la máxima independencia de los estados particulares integrantes de su sistema federal. Para impedir que unos cuantos estados, cuya población relativamente mayor podría constituirse en una amenaza para la representación popular de los demás estados y para que así no pudieran hacerse dueños de un gobierno por el simple hecho de "pa’ eso tenemos la mayoría", crearon un Colegio Electoral para que, por una votación indirecta, se eligiera a su presidente. Con ello, estados grandes como Nueva York no elegirían tan fácilmente al presidente de la nación, pues tendría que buscar alianzas que le permitieran obtener el mínimo de 272 votos electorales indirectos hoy requeridos para elegir presidente. Esto nos puede parecer absurdo para quienes hemos vivido en un sistema basado en el voto directo: aquí el que gana una cierta mayoría resulta electo. No importa si sólo con los votos de San José, los de Alajuela o de los dos juntos.

Pero, veamos el caso de una posible votación para el hipotético presidente federal de Centroamérica. Basado en datos recientes de votantes registrados para las elecciones presidenciales (entre 1996 y 1999), los guatemaltecos conformarían aproximadamente el 30% de los electores y, de haber un candidato guatemalteco-salvadoreño, llegarían a algo más del 51%. Con solo tener un candidato binacional, la posibilidad de que los otros tres países centroamericanos elijan presidente se vería enormemente reducida (ni siquiera juntándolos). El sistema de votación indirecta confiere cierta protección a los estados individuales y así se disminuye la influencia de los estados de relativamente mayor población. Una enseñanza de la reciente elección en los Estados Unidos es que, si bien Gore ganó abrumadoramente los dos grandes estados de California y Nueva York, el resto de los estados en conjunto podría elegir presidente a otro. (En términos geográficos Bush ganó un territorio seis veces mayor que el conquistado por Gore).

Elisa
20/03/2012, 13:22
2001-02-24-LA TULEVIEJA, EL CADEJOS

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LA TULEVIEJA, EL CADEJOS...

La Nación, 24 de febrero del 2001.

Como parte de esa robusta tradición exhibida por Mario Vargas Llosa, la cual "ha acompañado la historia de América Latina... el rechazo de lo real y lo posible, en nombre de lo imaginario y la quimera," vale la pena recordar el uso de la magia y de fantasmas aterradores cuando los niños se acostaban: si no se portaban bien, si no se dormían ya, el coco o la tulevieja o el cadejos vendrían a asustarlos por su insubordinación. Eran víctimas de un terror paternalista.

Algo similar ocurre ahora con la globalización: se dice que es una especie de mal omnímodo cuyo objetivo es castigar a nuestros pueblos. Si hay contaminación, se menciona que es causada por la globalización; si existen niñas prostitutas, que es un mal derivado de la globalización; cualquier cosa que se asocie negativamente con cierta conducta humana, de inmediato es, de origen, adjudicada a ese coco, a "ese fantasma que recorre la Tierra". Pero esa descalificación a priori se reduce a una solución fácil para no tener que pensar y para evadir responsabilidades. Si se trata de desprestigiar cualquier idea, pues adhiérasele el adjetivo globalizado, que, además, trae su feria: a quien culpe a la globalización de todos los males urbi et orbi casi que automáticamente se le convierte en intelectual de fuste y, para no ofender a los que con modosidad fingen su vanidosa arrogancia, se les complace señalándolos como un miembro más de la vanguardia de la justicia social.

Creo en la globalización; es más, considero que posiblemente es la mejor opción de que dispone el hombre para que se continúe eliminando la pobreza. En parte afirmo esto porque, al estar a favor de la globalización, más me aleja de las utopías que siempre han pretendido hacer el bien, en la vana creencia de que se puede moldear a los humanos como si fueran pedazos de arcilla: el fascismo y el comunismo son solo dos ejemplos recientes de esa quimera.

Pienso que el avance del bienestar humano ha estado íntimamente ligado a lo que hoy se llama globalización: a la ampliación del comercio entre los individuos, los pueblos, las villas o las naciones. ¿Acaso no es cierto que, eones atrás, el hombre vivía sumamente aislado? A lo más, se agrupaba en familias en medio de una cultura restringida, en la autosuficiencia, en donde el intercambio era casi nulo y hasta inexistente. Había asentamientos humanos, pero rara vez interactuaban con otros grupos. Si algo caracteriza hoy a la vida humana es la globalización; esto es, el intercambio amplio, extenso, ubicuo, de una miríada de bienes y servicios, de teorías y realidades; en síntesis, lo propio de una sociedad abierta en donde el acceso al conocimiento enriquece material y culturalmente.

Me imagino que el costarricense de la actualidad se sentiría profundamente empobrecido si, por ejemplo, tuviera que leer solo Uvieta –porque es nacional–, aislándolo del disfrute de la lectura de algo ajeno a una idealizada cultura criolla, no porque no tenga méritos para serla, sino tan sólo porque se mantiene virginal ante la globalización.

Supongo que el costarricense prefiere leer, también, La Tempestad, de Shakespeare, La Ética, de Aristóteles o Un Tratado acerca de la Naturaleza Humana, de Hume. ¿Acaso no sentiría similar miseria si se viera obligado a quedarse con el autóctono frailecillo para curar sus enfermedades o si tuviera que inventar caseramente a la machaca para impulsar sus pasiones, dejando de lado tanto avance médico que nos ha dado la humanidad globalizada? Precisamente, globalización significa que, cada vez más, las personas, en todo el mundo, tengan mayor acceso a lo que otros humanos pueden haber producido o descubierto en los más diferentes y alejados rumbos que podamos imaginar. Ese aumento en el bienestar se logra básicamente conforme crece el intercambio entre los individuos, entre las naciones.

La evolución de la humanidad en mucho se entiende si se analiza el crecimiento de las interrelaciones entre personas. Del aislamiento prehistórico se ha llegado a la cercanía casi física que brinda el clic de Internet. La globalización es un hecho derivado de ese impulso natural humano de intercambiar; es una resultante de la acción humana caracterizada por el propósito del hombre de ir de un estado de menor satisfacción hacia otro que le brinde un mayor bienestar.

Tal vez la globalización moderna lo que tiene de suyo es que existe una mayor facilidad para realizar ese intercambio. Con el paso del tiempo ese comercio, cada vez más factible, se ha traducido en una más difundida riqueza del ser humano (nada más compare cómo vive usted hoy y cómo vivía el más rico de los villanos en El nombre de la Rosa, de Eco). La globalización no es un fenómeno exclusivo de la actualidad, si bien es cierto que profundos cambios tecnológicos y económicos le están dando una dimensión mucho mayor que la de años atrás.

Prefiero, al irme a dormir, no tener que pensar en el coco, ni en la tulevieja ni tampoco en el cadejos, que vengan a imponerme un castigo. Prefiero hacerlo acerca de un mundo total, globalizado, al alcance de mis manos y que, tal como la humanidad ha ido progresando a través de los tiempos, que cada vez más sea asequible a todos.

Elisa
20/03/2012, 13:22
2001-03-13-MÁS SOBRE EL COCO GLOBALIZADO

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MÁS SOBRE EL COCO GLOBALIZADO

La Nación, 13 de marzo del 2001.

Bradford DeLong es un respetado economista de la Universidad de Berkeley. Mi opinión de él sirve solo para destacar que su trabajo está constantemente sujeto a críticas altamente calificadas. DeLong presentó recientemente unas cifras muy elocuentes en Estimating World GDP, One Million B.C.-Present y, antes de cuestionar datos que abarcan tantísimos años, debo decirles que tiene relativamente buenas bases metodológicas, tales como ajustes del producto interno bruto (PIB) en términos reales, usando lo que se llama "paridad del poder de compra", donde emplea diversas estimaciones de población que no difieren significativamente entre sí, aunque no le sea posible tomar en cuenta explícitamente la existencia de nuevos bienes. Ello le permite decir al autor que "con excepción de la última, son estimaciones razonables". Además, si pudiera hacerlo, más bien contribuiría a mostrar un mayor progreso que el reflejado en cifras que no incorporan los nuevos bienes. Angus Maddison, otro economista, en Monitoring the World Economy, 1820-1992 (París: OECD, 1995) construyó estimaciones de la evolución del PIB real per cápita durante esos años, y DeLong, con base en una relación entre ese PIB y la población, se va hacia atrás, hacia un millón dos mil años atrás.

El economista Gary Hufbauer resume así los datos de DeLong: "Entre un millón de años antes y 1.500 después de Cristo, el producto interno bruto mundial per cápita (medido en dólares de 1990) cambió muy poco: de cerca de $90 a cerca de $140. Casi todo el mundo era miserable. Entre los años 1500 y 1900, el PIB mundial per cápita aumentó de $140 a $680. La mayoría de la gente era miserable. Entre 1900 y el 2000, el PIB mundial per cápita se catapultó de $680 a $6.500,” en ¿Es ésta la Maldición de la Globalización?, debate en Williams College, Massachusetts, el 12 de octubre del 2000.

Algunos que sólo ven el mal en la globalización (en realidad, la globalización no es ni buena ni mala per se; todo depende de cuánto logra aumentar el bienestar de las personas) insisten en que ocasiona la desaparición de la identidad nacional. Algo así como –es un ejemplo, usted puede incorporar lo que desee– que el agua dulce desaparecerá en el país, pues no forma parte de la cultura global. Esta es una concepción errónea: en la visión globalizada de lo que se trata es que los individuos conserven lo que consideren apropiado según sus costumbres y tradiciones, pero que cualquier ser humano en la Tierra, si le place, también pueda disfrutarlas. Esa visión global es totalmente diferente de aquella concepción que se sustenta en la unicidad de las cosas, sin variantes, sin matices. Por el contrario, la visión global se aplica a aquello de que en la variedad está el gusto. Se trata de satisfacer cualquier deseo o necesidad de cualquier persona sobre la Tierra, si es que así le complace a alguien. Si le gustan los tacos mexicanos, pues que no deba ir a México para disfrutarlos; que nadie obligue a un francés a comer en McDonald’s, si así no le place; que no tenga que leer forzadamente, por ejemplo, la obra de Rushdie porque se impone el límite de lo nacional, si lo que desea y puede obtener en un mundo globalizado es el poemario de Debravo.

Este progreso observado nos explica por qué los países relativamente más pobres, ante el embate de fuerzas muy disímiles, pero unidas en su animadversión al proceso de globalización, tal como sucedió el año pasado en la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, han sido los que han propugnado una profundización del intercambio mundial –llámesele globalización– en contraste con el proteccionismo que han exhibido algunas de las naciones más desarrolladas.

¿Y en qué quedó el coco de la globalización? Dejémoslo en ese mundo de la ficción onírica, al cual siempre quieren sumirnos los oponentes a que el conocimiento humano se amplíe. En esencia, lo que la globalización nos permite es que podamos extender y profundizar el conocimiento, mucho más allá de las ataduras a que nos quieren sujetar los "iluminados" del cotarro.

Elisa
20/03/2012, 13:24
2001-04-17-POBREZA Y CRECIMIENTO

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POBREZA Y CRECIMIENTO

La Nación, 17 de abril del 2001.

Con suma frecuencia se escucha, urbi et orbi, que la globalización (o apertura comercial) no ha contribuido a la reducción de la pobreza. Así, por ejemplo, para el mundo, Jay Mazur en el artículo "Labor’s new internationalism" Foreign Affairs (enero-febrero, 2000, pág. 81) dice: "la globalización ha incrementado dramáticamente la desigualdad entre y dentro de las naciones..." y aquí alguien dijo: "Si me preguntan que cómo está la población con respecto a hace 20 años, yo diría que en términos relativos estábamos mejor entonces". (“Estado no hizo su parte”, La Nación, 2 de abril del 2001, p. 38-A).

Dos estudiosos de estos temas, David Dollar y Aart Kraay, decidieron ver el nexo que hay entre pobreza y crecimiento en Growth Is Good for the Poor (Development Research Group, Banco Mundial, marzo del 2000). Para ello, trataron de responder a ¿Cuál es la relación entre el crecimiento del ingreso de toda una economía y el del 20 por ciento que constituyen los más pobres y en qué proporción la apertura al comercio internacional beneficia a esos pobres?

Uno de los hallazgos de este estudio de 80 países por cuatro décadas, es que hay una relación estrecha entre el crecimiento de los ingresos generales y el aumento de los ingresos de los pobres. No es un caso de goteo (trickle-down) en que los ricos primero aumentan sus ingresos y luego lo hacen los pobres, sino que simultáneamente se elevan los ingresos de los ricos y de los pobres, de la población en general. El aumento en los ingresos de los pobres se explica y se da cuando aumentan los ingresos de la generalidad de la población.

Además, esos autores encuentran que si dividen en dos la muestra total a partir de 1980, la relación entre el crecimiento del total de los ingresos y el de los pobres es casi la misma, por lo cual no puede aseverarse, como dicen algunos, que la globalización ha aumentado la desigualdad a lo interno de los países. Además, encuentran que la apertura impulsa el crecimiento de las economías y no tiene efecto significativo alguno sobre la distribución del ingreso. En síntesis, la globalización da lugar a un crecimiento de los ingresos del que participan plenamente los pobres.

Los autores continúan su estudio para valorar qué tipo de políticas económicas benefician a los pobres y concluyen su análisis en que, "contrario a los mitos populares, las políticas macroeconómicas usuales a favor del crecimiento económico son buenas para los pobres en cuanto aumentan sus ingresos medios, sin ningún efecto adverso significativo sobre la distribución del ingreso" y que "el paquete básico de políticas de derechos de propiedad privada, disciplina fiscal, estabilidad macroeconómica y apertura al comercio internacional incrementan el ingreso de los pobres en el mismo grado en que aumenta el ingreso de las otras familias..." (pág. 6).

Se debe meditar acerca de cuáles podrían ser los verdaderos propósitos de quienes hacen afirmaciones sin sustento empírico alguno como las que me he referido al principio de este comentario. Para algunos puede ser que vuelve la hora de reaccionar contra cualquier propósito de profundizar nuestra apertura comercial. Una nueva etapa de liberalización comercial al amparo del ALCA se ve venir a pasos firmes y por ello su pretensión es cómo enrostrar las más nocivas consecuencias a la apertura comercial, aunque lo dicho sea absurdo y contrario a los hechos. Con dichas afirmaciones intentan que el país se trague el cuento de que la apertura y la globalización no han sido un buen negocio, cuando ciertamente lo que buscan es frenar los esfuerzos para ampliar nuestra apertura comercial. Tal freno, de lograrlo, sería un buen negocio personal: su dilema es cómo podrían participar más en los mercados internacionales a la vez que protegen sus cotos de caza domésticos.

Elisa
20/03/2012, 13:24
2001-08-07-DESAFÍO COSTARRICENSE

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DESAFÍO COSTARRICENSE

La Nación, 07 de agosto del 2001.

Alguien diría que no vale la pena evaluar si Costa Rica, separada del resto de Centroamérica, podría llegar a ser el primer país desarrollado de Latinoamérica, si ya mi apreciado don Javier Solís calificó el esfuerzo como broma, engaño, ingenuidad o estulticia crónica, en su artículo “Desafío centroamericano” (La Nación, 25 de julio del 2001).

No creo que alguien pueda saber (excepto que crea en las "inevitabilidades" que nos enseñaron los marxistas y, tal vez, ahora Fukuyama) si Costa Rica, de seguir un rumbo independiente, llegará a la cima o a la sima del desarrollo en el área. En esto de predicciones históricas los magos han abundado, pero hemos visto cómo los hechos posteriores suelen desmentir sus profecías. Porque eso no es lo importante que los costarricenses debamos valorar al diseñar –si es posible– lo que don Javier denomina "plan estratégico" ante Centroamérica.

Sí me parece que los costarricenses debemos meditar, en sus más diversas dimensiones, acerca de si Centroamérica debe forjarse como una unidad política de la que Costa Rica forme parte o que permanezca como un ente separado. Es más, si fuere necesario que el país (por las razones que sean) debiera integrarse a otras naciones, el planteamiento debería comprender no sólo la alternativa de unión con Centroamérica sino con otras áreas (piénsese, por ejemplo, con la Comunidad Económica Europea, Sudamérica, México, Estados Unidos o lo que sea). Es decir, ¿cuáles son las razones de conveniencia para que Costa Rica se integre a un grupo de naciones y, también, por qué integrarse a un grupo concreto de países y no a otro?

No es mi posición autocomplaciente, ni aislacionista, ni, mucho menos xenófoba, pues como liberal considero que la verdadera prueba de fuego en la tolerancia que estos dicen predicar está en la aceptación de lo extranjero, de lo global, de lo universal. Sí me parece atinada la preocupación de don Javier al observarse muchas veces que es la improvisación y la ocurrencia lo que abunda, pero alguien podría recordarnos que esa presunta desatención es más bien resultado de una apreciación del verdadero deseo del costarricense, de esperar a que se aclaren los nublados del día. Esto yo no lo puedo valorar, pero me parece que no debemos dejar de lado que esa sea la verdadera posición que el pueblo costarricense desea asumir ante Centroamérica. Observe que no he dicho que esa es la posición que preconizo: vivo en esto, como en tantas otras cosas, en un jardín de dudas.

Sí me llama la atención lo escrito por un eminente y moderno pensador alemán, el profesor Víctor Vanberg, en un artículo titulado "Globalization, Democracy and Citizen’s Sovereignity: Can Competition Among Governments Enhance Democracy?, Albert-Ludwigs-Universität Freiburg im Breisgau,1999, quien concluye que "...la competencia entre jurisdicciones puede constituir una contribución valiosa para mejorar la ‘democracia’ haciendo más difícil que los gobiernos puedan poner en práctica esquemas políticos que benefician a unos ciudadanos a costa de otros. De acuerdo con el alcance de su propia movilidad y de la movilidad de sus recursos, la competencia entre jurisdicciones les ofrece a los ciudadanos y a quienes las utilizan una protección efectiva contra la explotación, ya sea ésta a favor de grupos privilegiados o de aquellos que mantienen las riendas en la toma de decisiones del poder político".

Estas ideas podrían servirnos como introducción al tema que, afortunadamente, don Javier Solís propone que se discuta: ¿contribuiría a fortalecer la democracia costarricense una unión con el resto de los países centroamericanos, en comparación con la posibilidad de permanecer separados? Porque dice don Javier que "la integración de Costa Rica y Nicaragua es irreversible", pero ello debe probárnoslo de alguna manera.

Elisa
20/03/2012, 13:25
2001-09-02-TIEMPO PARA COSECHAR

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TIEMPO PARA COSECHAR

La Nación, 02 de setiembre del 2001.

La presentación de resultados del último censo debería de servir para que las personas mediten acerca de los logros tenidos en aspectos vitales de nuestras vidas. Estoy seguro de que una pausa así inducida permitirá apreciar mejor nuestros éxitos, pudiendo valorar lo que hemos logrado y quejarnos menos de lo que no tenemos, pero, sobre todo, para estimular nuestros esfuerzos en seguir progresando. No faltará quien diga que hago mal con identificar al progreso con el hecho de que, entre muchos otros datos, en el 80,8 por ciento de las casas ahora hay lavadora y que en el 84,3 por ciento se tiene refrigerador (hace varias décadas se trató de impedir que los costarricenses pudiéramos tener televisión a colores), pero lo cierto es que esa mayor disponibilidad de bienes en las casas puede haber hecho más por liberar a la mujer de las arduas tareas hogareñas que miles de prédicas públicas.

Es posible que hechos trascendentales en nuestra historia reciente, como el empuje a la educación y la salud masiva de los años cuarentas o la abolición del ejército, a fines de esa década, hayan incidido para que el costarricense haya experimentado, a fines del siglo XX, condiciones de vida tal vez inimaginables hace un tiempo. Estas contrastan notoriamente y desmienten la actitud derrotista, negativa y pesimista que se observa con frecuencia en nuestro medio.

Pensemos cómo una pequeñísima nación del orbe ha sido capaz, en un lapso de 15 años, de aumentar sus habitantes en casi un 10 por ciento por inmigración, adicionado a su propio crecimiento interno, sin que se haya incrementado el desempleo, sin que los salarios reales hayan disminuido, sin que se disminuyera la jornada laboral para poder absorber ese aumento en la oferta de trabajo. Cuando por ahí se quejan de que, lamentablemente, "el 1,6 por ciento de los pobres viven en precario igual que en 1984", se ignora paladinamente este hecho singular y que, posiblemente, alguien en el futuro documentará como uno de los mayores éxitos en nuestra historia moderna. Esos inmigrantes que engrosaron nuestra población venían buscando qué hacer y qué comer en nuestro país y llegaron a vivir en precarios, de donde aún esperan salir algún día. No se trata de buscar pelos en la sopa; hay explicaciones que nos deben llenar de alegría y satisfacción. Si algo aprende uno en la vida es que siempre habrá problemas: nos lo resume el pensador Karl Popper cuando dice que "toda discusión científica comienza con un problema, al que ofrecemos algún tipo de solución tentativa –una teoría tentativa–...; la teoría y su revisión crítica dan lugar a nuevos problemas”.

El progreso de la humanidad se ha transferido a nuestra nación, pero claro que falta mucho por lograr: piense el ciudadano cuán mal nos habría ido de tener una economía cerrada al comercio. Precisamente ha sido el progreso del capitalismo lo que ha permitido que las masas dispersas en el orbe vivan mejor, en países unos más dispuestos que otros a recibir estos beneficios. Los profetas del chauvinismo prefieren ignorar estos hechos pedestres. No pueden admitir que, como ciudadano consumidor, usted vive mejor cuando alguna persona en, digamos, China, buscando su beneficio propio, le faculta disponer de más y mejores bienes y servicios.

Lo cierto es que la humanidad ha visto cómo en los últimos 50 años han mejorado sus condiciones de vida y ello se ha dado, en gran parte, por el notable crecimiento del capitalismo y del comercio internacional, esas maravillosas máquinas de progreso que hasta Marx alabó.

Elisa
20/03/2012, 13:25
2001-10-06-NO ACABARON CON EL ESPÍRITU

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NO ACABARON CON EL ESPÍRITU

La Nación, 06 de octubre del 2001.

Es poco probable que Minoru Yamasaki, principal arquitecto del World Trade Center, hubiera tomado lecciones de Economía. Pero sabía el sentido de sus palabras cuando, al inaugurarlo, dijo: "El comercio mundial significa la paz mundial [...] El World Trade Center es un símbolo viviente de la dedicación del hombre a la paz mundial [...] debería, por su importancia, convertirse en una representación de la creencia del hombre en la Humanidad, de su necesidad en la dignidad individual, por sus creencias en la cooperación entre los hombres y, a través de esa cooperación, de su habilidad para encontrar la grandeza".

En la Cámara de los Comunes británica en 1845, Richard Cobden se refirió al libre comercio como "ese avance que es calculado para tejer más juntas a las naciones en los lazos de la paz por medio del intercambio comercial". Ya Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, se había referido al comercio entre individuos y entre naciones como "lazo de unión y amistad".

No es de extrañar el propósito nihilista y destructor que animó a extremistas enemigos de los principios y tradiciones que caracterizan a las sociedades abiertas. Son los principios de libertad, comercio, trabajo, individualismo, ahorro, racionalidad, paz, cooperación social, tecnología: el World Trade Center representaba esos fundamentos que caracterizan al mundo civilizado. Por eso, los enemigos del progreso y de la libertad juzgaron que avanzarían en sus infames propósitos si lograban destruir al icono.

No sorprende cuando, en el periódico inglés The Guardian, se proclama, con inocencia intelectualoide, pero influido por su animadversión al sistema capitalista, que "Cualquier asomo de reconocimiento de por qué personas pueden haber sido empujadas a llevar a cabo tales atrocidades [...] –o por qué los Estados Unidos son odiados con tal amargura, no sólo en los países árabes o musulmanes, sino en todo el mundo en desarrollo– parece estar casi totalmente ausente". Tampoco extraña un graffito en una pared de Toronto con similares apreciaciones: "Los capitalistas merecen lo que obtienen". Huele a anti-capitalismo, anti-globalización, anti-comercio: son los luditas de nuevo cuño.

Pero esos enemigos de nuestras sociedades abiertas están totalmente equivocados. Es cierto que lograron destruir una impresionante edificación, símbolo del desarrollo y el progreso del capitalismo.

Ciertamente hirieron el orgullo de un pueblo que cree en el trabajo, en el esfuerzo y en la búsqueda individual del bienestar. De veras que el daño material es impresionantemente elevado y la pérdida de vidas humanas destroza el alma: más de 6.000 de ciudadanos de 81 globalizados países. Sin embargo, esos enemigos no entienden en dónde es que reside la esencia del éxito del capitalismo y por ello no lo lograron destruir. Porque no pueden desaparecer los mercados en donde las personas cooperan con todos los demás en la provisión de todos los bienes y servicios que los humanos desean. Tendrían que haber terminado con todas las personas para así segar ese impulso de intercambiar que poseemos los humanos; solo así podrían eliminar esa acción humana por la cual los individuos actúan para estar mejor.

No entendieron que una sociedad abierta es mucho más que una edificación. No pudieron destruir el espíritu libre que genera la verdadera riqueza de una nación: no acabaron con la verdadera fuente que nutre el bienestar de las personas; no terminaron con su libertad.

Lo explicó Henry Hazlitt en The Foundations of Morality: "aunque las ventajas de la cooperación social son económicas en un amplio sentido, no son solamente económicas. A través de la cooperación social promovemos todos los valores, directos e indirectos, materiales y espirituales, culturales y estéticos, de la civilización moderna". El terrorismo no pudo acabar con el poder de las mentes libres capaces de tomar sus propias decisiones y de buscar su propio bienestar y así promover aquél de todos los demás.

Elisa
20/03/2012, 13:25
2001-11-17-TERRORISMO Y COMERCIO

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TERRORISMO Y COMERCIO

La Nación, 17 de noviembre del 2001.

Dos posibles consecuencias de los recientes actos terroristas en Estados Unidos nos debe llevar a la meditación pues podrían tener un impacto significativo sobre nuestra forma de vida. Por un lado, una de las características de la guerra es que aumenta el poder del Estado, pues se considera, a veces con mucha razón, que en tales casos las personas deberían ceder en sus derechos a favor del Estado, para lograr un deseable fin ulterior: mantener la sociedad ante el ataque del enemigo. Me parece que el problema de cesión de derechos sólo se resuelve con base en la experiencia de casos similares que tienen los ciudadanos de los países, pero la prudencia y la esencia de la libertad humana deberían ser las guías prácticas en cuanto al grado de cesión y la garantía de la restitución de la libertad temporalmente limitada.

El segundo posible efecto de las guerras es propiciar el proteccionismo. Esto reviste, en la actualidad, una importancia inusual, no sólo porque el ataque al corazón de EE. UU. en mucho pretendía destruir el fundamento de la libertad y del comercio mundial, sino también por las circunstancias recesivas de esa economía y, en general, del resto del mundo.

Hace poco Robert Zoellick, Representante Comercial de EE. UU., dijo en el Washington Post "El Congreso necesita ahora mandar una señal clara al mundo de que los Estados Unidos están comprometidos con su liderazgo global en la apertura y que entiende que la vigencia de su nueva coalición (ante la nueva guerra) depende del crecimiento económico y de la esperanza."

Así, el problema no es sólo de que EE. UU., (y el resto del mundo) deban resistir las presiones proteccionistas usualmente provocadas por los conflictos bélicos, sino, sobremanera, que aquella nación debe mantenerse firme en su posición a favor de la apertura, la liberalización y el comercio internacional sin restricciones, lo cual enviaría una señal inequívoca de que ese es el camino que permite el progreso y el crecimiento económico de los países.

En una recesión mundial, limitar al comercio internacional a causa de la guerra contra el terrorismo provocaría un mayor descenso en la actividad económica, empobreciendo principalmente a todas las naciones que, como lo han hecho muchos países a partir de la segunda mitad del siglo XX, han visto en dicho comercio la posibilidad de lograr su desarrollo. Como indican Jagdish Bhagwati y T. N. Srinivasan en su importante ensayo Orientación hacia afuera y desarrollo: ¿Están los revisionistas en lo correcto?, "...los análisis sutiles y profundos de experiencias de países, recabados en los estudios más importantes durante los años sesentas y setentas, de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD), de la Oficina Nacional para la Investigación Económica (NBER) y del Banco Mundial, han mostrado plausiblemente, tomando en cuenta numerosos factores específicos de los países, que el comercio parece crear, y aún mantener, un crecimiento económico más alto".

Por ello, es crucial la vigencia del sistema de comercio mundial y, más aún, que se profundice para que continúe como promotor del crecimiento económico, pues parece el único camino viable, al momento, para que nuestros pueblos se puedan desarrollar. El comercio internacional, tan vilipendiado por algunos, constituye la única manera por la que los ciudadanos de nuestros países pueden salir de la pobreza. La globalización es la mejor aliada de los pobres. No deseo tener que mostrar la validez de esta proposición al analizar los resultados de una caída del comercio internacional si se cede al nuevo ímpetu proteccionista. Dicho costo sería tan elevado, que no compensaría la satisfacción de afirmar que el enorme progreso económico de la humanidad durante los últimos 250 años encuentra su fundamento en el comercio libre entre los individuos de las diversas naciones.

Elisa
20/03/2012, 13:26
2001-12-27-DETENGAN AL MUNDO

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DETENGAN AL MUNDO

La Nación, 27 de diciembre del 2001.

Al leer o escuchar a ciertos proteccionistas, que ahora pululan anticipadamente como abejones de mayo, me acuerdo de la petición que en el pasado otros hicieron para destruir las nuevas máquinas, con el prurito de que venían a sustituir al trabajo humano. Pues sí, hay luditas de nuevo cuño, pero, dado que se dice que en nuestro país se ha avanzado en la educación de sus ciudadanos, espero que quienes presumen de preclaros no pongan oídos sordos a lo que actualmente sucede en la humanidad, pues los muertos que pretenden matar, tal vez por un simple oportunismo, siguen más campantes que Johnny Walker.

Quien esto lee, estoy casi seguro, también ha escuchado la prédica de que la apertura y la globalización han causado enorme daño a nuestros pueblos y que, como consecuencia, hasta el Banco Mundial está retrocediendo en su propuesta para que nuestras naciones se integren a plenitud al comercio internacional.

A inicios de diciembre, el Banco Mundial dio a conocer su libro Globalization, Growth, and Poverty, en donde exhibe varios hallazgos sumamente significativos: primero, que en los países en desarrollo que se integraron con mayor plenitud al comercio global, el ingreso per cápita medio creció de un 1% en los años sesentas a un 5% en la década del 90, mientras que aquellas naciones que no "entraron" en la globalización, experimentaron tasas negativas de crecimiento (-2,4%) en esta última década.

En segundo lugar, se expresa que "la esperanza de vida y los niveles de escolaridad también están creciendo en los nuevos países que han participado en la globalización –a niveles cercanos a los prevalecientes en los países ricos en los años sesentas" (pág. 7), mas no ha sido así en aquellos que se quedaron al margen de la globalización. Tercero, señala que "desde 1980 el número global de pobres (gente que vive con menos de $1 al día) al fin se ha detenido en su crecimiento, y de hecho se ha reducido en aproximadamente 200 millones. Está bajando rápidamente en los países que se han integrado a la globalización y está aumentando en el resto de los países subdesarrollados" (pág. 7).

El Banco Mundial enfatiza, contrario a los augures de que está abandonando a la globalización, que lo importante ahora es ver cómo este poderoso factor de crecimiento de las naciones puede beneficiar también a aquellos países y personas que no se han integrado a la economía mundial. Está claro que esta marginalización debe ser eliminada y para ello se requiere, entre otras cosas, que los reticentes –por diversas razones– se integren a plenitud, en mucho con la liberalización de sus políticas comerciales.

El economista jefe del Banco Mundial, Nicholas Stern, formula, más que una advertencia, un consejo para quienes en nuestros países se encargan (o quieren llegar a hacerlo) de definir nuestras políticas económicas: "En ciertos aspectos, la globalización provoca justificada ansiedad, pero dar marcha atrás en este proceso tendría costos inadmisibles, ya que se eliminarían las perspectivas de prosperidad para muchos millones de personas pobres. No estamos de acuerdo con quienes quisieran retraerse a un mundo de nacionalismo y proteccionismo, que conduciría a la profundización de la pobreza y mermaría en aspectos fundamentales el bienestar de la población de los países en desarrollo. Por el contrario, debemos lograr que la globalización favorezca a los pobres del mundo".

Debe rechazarse la posición absurda por la cual se pretende detener al progreso de la humanidad.

No se trata de que si los "hechos" no comprueban sus prejuicios, pues "lástima por los hechos"; lo que pasa es que una vez que ponen en práctica sus propuestas no son capaces de aceptar sus consecuencias y buscarán achacar la responsabilidad de los fracasos en otros; ¿acaso no vivimos esto a finales de los setentas como para correr ahora el riesgo de empobrecernos una vez más? La humanidad debe seguir progresando, a pesar de los que quieren detener al mundo.

Elisa
20/03/2012, 13:26
2002-02-13-HERRAMIENTA DEL TEMOR

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HERRAMIENTA DEL TEMOR

La Nación, 13 de febrero del 2002.

Algunos se valen de la globalización para asustar a las personas; de creérseles hay que deducir que casi toda la maldad existente en la Tierra se personifica en la globalización.

Si hay hambruna en el cuerno de África, aseveran que se origina en la globalización; si en Costa Rica la gente acude en tropel a realizar compras en Navidad, dicen que la causa es la globalización; también se ha dicho que es culpable de las enfermedades de contagio sexual en Brasil. Y, lo último, con arrebatos pavlovianos, alguien dice que la globalización conduce "hacia la imaginaria virtual a través de una selva de embrujo subliminal producido por videoclips y digital videodiscs" que, por medio de un sistema very light, transmuta al ser humano, en un homo videns. (La Nación, 29 de diciembre del 2001, pág. 13).

Como parte de la "maldición globalizadora" se ha dicho que es responsable del empeoramiento en la distribución del ingreso, internamente en los países y entre ellos. Para nuestra fortuna, en los últimos años han surgido estudios serios sobre el tema, como uno reciente de Peter H. Lindert, de la Universidad de California, Davis, y Jeffrey G.

Williamson, de Harvard, titulado "Does Globalization Make the World More Unequal?, donde analizan si la globalización es la causa del aumento observado en la distribución desigual de los ingresos.

Estos autores, para su estudio histórico, acuden a trabajos recientes de numerosos economistas y sociólogos, como Maddison, O'Rourke, Bourgignon, Bordo, Berry, Pritchett, Ward, Allen, van Zande, Pomeranz, Abel, Barro, deLong, entre muchos otros cuyos nombres puedo proporcionar privadamente al lector. Digo esto, porque Lindert y Williamson no están "bateando", como suelen hacerlo muchos de los críticos criollos de la globalización. Más bien destacan que la divergencia mundial en los ingresos se ha venido presentando desde hace 200 años, pero esa desigualdad vista dentro de cada nación no ha seguido un camino claro, omnipresente, de deterioro; por el contrario, la divergencia global observada en los ingresos se ha debido básicamente a una ampliación de la desigualdad entre las naciones.

Como la integración mundial de las economías también tiene unos 200 años, los enemigos de aquélla se han apresurado a juzgar que la causa del empeoramiento en la distribución del ingreso debe de haber tenido origen en esa globalización.

Pero los hallazgos de Lindert y Williamson nos dicen otra cosa totalmente distinta. Por una parte, "la ampliación dramática de los ingresos entre las naciones probablemente ha sido reducida y no ampliada por la globalización de los mercados de bienes y factores de producción, al menos para aquellos países que se integraron a la economía mundial". Además, señalan que "encuentran claros signos de convergencia en los ingresos entre los países que se integran con mayor plenitud a la economía mundial, en tanto que hallan una divergencia entre los que participan activamente y los que eligen aislarse de los mercados globales". Y resumen su trabajo así: "Considerando todos los efectos internacionales e intra-nacionales, una mayor globalización ha significado una menor desigualdad mundial... Los ingresos en el mundo serían aún desiguales bajo una integración global completa, como sucede con cualquier economía nacional grande que esté integrada. Pero serían menos desiguales con una economía mundial plenamente integrada que con una plenamente segmentada".

Sin embargo, los oponentes de la globalización prefieren continuar con la falsedad de que ha sido la causa del empeoramiento en la distribución de los ingresos, tal vez porque esto justifica su ignorancia o su deseo de mantener el statu quo, en el que los usufructuarios tradicionales continúan enriqueciéndose a costa de la explotación de todos los demás, quienes son privados de la libertad de intercambiar para así atarlos al servicio de los protegidos monopolios nacionales.

Elisa
20/03/2012, 14:03
2002-03-15-GALLO PINTO COMERCIAL

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GALLO PINTO COMERCIAL

La Nación, 15 de marzo del 2002.

Los economistas estamos acostumbrados a analizar las consecuencias no previstas de las acciones de los individuos. De acuerdo con Hayek, si no fuera porque las transacciones individuales de la gente dan lugar a un orden que no ha sido diseñado, la Economía como disciplina no tendría razón de existir.

Tal vez una consecuencia no prevista del anuncio del presidente Bush de que buscaría un Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, fue que motivara a la Comunidad Económica Europea a acelerar sus relaciones de intercambio con los países del área, también por medio de un tratado de libre comercio. Y, claro, la competencia nos favorece: en vez de uno, ya hay dos muy grandes mercados interesados en que nuestras naciones se favorezcan con las ventajas del intercambio comercial. Lo importante aquí es que éstas se dan no sólo porque vamos a poder exportar más productos, sino ante todo porque podremos importar más. Esto me mueve a explicar un tema que en muchas ocasiones es incomprendido, principalmente en medios de comunicación.

Me refiero a la creencia de que, si los países con los cuales entramos en un acuerdo de libre comercio (o algo que se le aproxime) no abren sus fronteras a nuestras exportaciones (usualmente se menciona el caso de textiles y productos agrícolas), entonces el acuerdo comercial no nos sirve.

Veamos un ejemplo que tal vez permita entender el asunto. Suponga que usted tiene las siguientes opciones: una, no comer nada; dos, comer gallo pinto (sólo arroz y frijoles), y tres, además de gallo pinto, que encima tenga un par de huevos fritos. Mis preferencias van de la tres a la dos y, por último, a la primera.

En esto de los acuerdos de comercio internacional, las opciones suelen ser: uno, quedarse como se está (es decir, sin nada que comer en el ejemplo previo); dos, que el país unilateralmente se abra al comercio y así los consumidores domésticos (todos los costarricenses) pueden adquirir más baratos los bienes y servicios que satisfacen sus deseos y necesidades (en el ejemplo anterior, solo gallo pinto) y tres, que, además, el país con el cual se entra en el tratado reduzca las barreras que impone a nuestras exportaciones, con lo que puede aumentar la riqueza de los costarricenses y así importa (consume) más.

Me imagino que usted me dirá que si no puede obtener el par de huevos fritos se queda con el gallo pinto pelado (su mejor opción), pero que éste es preferible a quedarse sin nada. Algo similar sucede con estos acuerdos comerciales: aun cuando el país con el que se llega a un tratado comercial no se abra a nuestras exportaciones, al menos podemos conseguir más productos (y más baratos), en comparación con los que se pueden obtener si no hay acuerdo alguno.

El punto esencial es que debemos luchar, y fuertemente, porque el gallo pinto tenga huevos pues así va a estar más sabroso. De hecho Costa Rica forma parte de lo que se conoce como el Grupo Cairns para lograr que, en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio, las naciones industrializadas ricas se abran a nuestras exportaciones textiles (quién sabe si en eso radica ahora nuestra ventaja relativa), así como a las de productos agrícolas, pues políticas de subsidios que prosiguen en este sector (se habla de cerca de $300 billones anuales) impiden exportar productos en que se supone somos más eficientes.

Hace poco Brink Lindsay, del Instituto Cato y autor del libro Contra la Mano Muerta: La lucha incierta por el capitalismo global, escribió que era terriblemente dañino para la credibilidad de los Estados Unidos que "...como voceros de los mercados libres y del libre comercio alrededor del mundo, nos adhiramos tenazmente a esas políticas proteccionistas, al tiempo que nos la pasamos sermoneando e intimidando a otros países para que se deshagan de sus barreras al comercio". Luchemos porque esas naciones nos quiten esas barreras odiosas para así tener esos huevos fritos, pero tampoco elijamos quedarnos sin nada si podemos tener gallo pinto.

Elisa
20/03/2012, 14:04
2002-04-13-Y CUÁL ES LA ALTERNATIVA

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Y ¿CUÁL ES LA ALTERNATIVA?

La Nación, 13 de abril del 2002.

Si algo caracteriza la forma de pensar del economista es la pregunta que suele hacerse cuando se plantea algún tipo de problema: Y ¿cuál es la alternativa? Con ella puede (o intenta) comparar los costos y los beneficios que se derivan de sus opiniones, por ejemplo, respecto a la aplicación de una política determinada.

Pero con esta forma de analizar las cosas da la impresión de que es un hereje o un insensible, como sucede cuando no condena que la Nike dé empleo a niños en sus fábricas de calzado en Indonesia, hecho que dio lugar a que se "boicoteara" la compra de sus productos por parte de quienes, entendiblemente, se mostraban perturbados por esa práctica corporativa. Esa impropia interpretación del análisis económico no se fundamenta en que el economista sea un "enemigo" de los niños, como algunos tramposos intelectuales aseveran, sino porque él requiere preguntar: y ¿cuál es la alternativa de empleo que tienen esos niños?

Esto me recuerda algo similar sucedido en una empresa maquiladora de origen extranjero que conocí ya hace varios años. Se ubicaba en la parte oeste de San José y en ella trabajaban más de 400 obreras. La empresa de maquila de ropa no es sino una línea continua de operaciones, en que las partes que integran las piezas de vestir tienen que ser cosidas entre sí a un ritmo específico; esto es, por ejemplo, que una sección no puede trabajar 40 horas y el resto, 48 horas: todo es un flujo continuo, seguido.

En esa empresa laboraban algunas menores de 18 años, en mucho porque hermanas mayores las habían ayudado a encontrar empleo. La compañía les había asignado las tareas menos complejas, tal vez en consideración de su edad (más bien, posiblemente, por su menor experiencia). Un día apareció por la empresa un inspector de trabajo, quien ordenó que esas muchachas menores de edad trabajaran un número de horas inferior al resto de sus compañeras: creo que 40 en vez de 48 horas. Obviamente la firma consideró la decisión de despedir a esas obreras y contratar sólo a mayores de edad, pero no fue sino por una brillante idea del abogado de la empresa, quien prefirió seguir un litigio, el cual si bien sabía que se iba a perder lo sería cuando ya esas menores de edad tuvieran más de 18 años. De seguirse el criterio del inspector, para que esas muchachas continuaran empleadas sólo sería posible si una sección laborara a un ritmo menor y el resto a una tasa mayor, lo cual obviamente resultaba imposible desde la lógica de la producción en línea de la compañía.

El inspector no tuvo empacho en señalar que, si había que despedir a esas muchachas, pues que así fuera. Al saber de esto, la pregunta que hice fue: ¿cuál era la ocupación alternativa de esas trabajadoras? Y la cruel realidad me fue expresada: iban desde regresar a la vagancia en sus casas hasta ingresar a la prostitución; en general, volver al desempleo y ver disminuidos los ingresos en sus pobres hogares. Esas eran las alternativas. Por suerte la empresa tenía un buen abogado, pero a partir de esa fecha no volvió a contratar nuevas menores de edad: el efecto inmediato fue reducir las posibilidades de progresar de muchas mujeres pobres, quienes ahora no encontrarían trabajo.

Los esfuerzos que se hacen para reducir el empleo infantil se han orientado a asegurar que esos jóvenes puedan educarse. Si por preocupaciones acerca del bienestar de esos pobres niños se impide mediante legislación que trabajen, aunque ello signifique que la miseria humana penetrará aún más en sus hogares, quienes tal consideración tienen por esos pobres deberían orientar sus esfuerzos hacia darles ingresos alternativos en tanto llegan a la mayoría de edad.

La pregunta que los economistas hacen es apropiada. Y de la respuesta que brinden tal vez, esos míseros podrían vivir mejor. Si nos dejamos impulsar por un sentimentalismo bien intencionado, la consecuencia sobre esos pobres que se pretende proteger podría ser un mal mayor. Por ello, nada importa siempre preguntar: y ¿cuál es la alternativa?, y así evitar que, creyendo hacer el bien, se cause un daño mayor no previsto.

Elisa
20/03/2012, 14:04
2002-05-11-SEPARAR LA PAJA

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SEPARAR LA PAJA

La Nación, 11 de mayo del 2002.

Uno de los temas interesantes en un seminario reciente de Siprocimeca fue la visión del liberalismo (mal llamado neoliberalismo) acerca del individualismo.
Se dijo que el liberalismo creía que el interés egoísta del individuo era lo único que importaba en cuanto a su toma de decisiones o, como aseveraría algún economista neoclásico, que en la función de utilidad del individuo contaban sólo los intereses propios de ese individuo, a quien se llama homo economicus y que sólo busca hacer máxima su utilidad, sin tomar en cuenta intereses externos a él.

Este tema no es irrelevante para el ser humano de carne y hueso; se trata de si lo único que importa al individuo es su interés egoísta o si toma en cuenta los de otras personas o entidades. En esa reunión se señaló a dos economistas, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, como ejemplos de liberales quienes creen que las personas sólo procuran hacer máximo su beneficio propio y nada más, con los consecuentes efectos sociales negativos de tal comportamiento.

¿Qué opinan esos dos economistas miembros de la llamada escuela austriaca de economía? De la obra máxima de Mises, La Acción Humana, obtengo lo siguiente: "...esta distinción entre motivos 'económicos' y 'no económicos' de la acción humana es insostenible... no era una idea de [los economistas clásicos] que la demanda, tal como usaron ese concepto, estaba exclusivamente determinada por motivos 'económicos' diferentes de motivos 'no económicos'." (pág. 63-64). El crítico de Mises desconoce que basar el análisis económico en el comportamiento individual, en vez de hacerlo en el de los agregados (sociedad, nación, estado, partido, etc.), precisamente es lo que nos permite entender el comportamiento de esos agregados. Dice Mises, sobre lo que se denomina el individualismo metodológico, que "no existe colectivo social concebible que no se haga operativo mediante las acciones de algunos individuos... el camino para el conocimiento de los 'todos colectivos' es por medio de un análisis de las acciones de los individuos" (pág. 42).

Por su parte, Hayek, en Individualismo y Orden Económico, me parece que aclara la confusión que en ocasiones se da. Dice Hayek: "El énfasis [del individualismo] descansa en el hecho de que... el Estado... debería ser sólo una pequeña parte de ese organismo más rico que llamamos 'sociedad' y que aquél simplemente debería proveer un marco en el cual la colaboración libre de las personas (y por lo tanto no 'dirigida conscientemente') tenga el máximo ámbito posible... Esto requiere... que el Estado debidamente organizado, por un lado, y los individuos, por el otro, [estén] lejos de ser vistos como las únicas realidades, a la vez que sean suprimidas todas las asociaciones y formaciones intermedias... El verdadero individualismo afirma el valor de la familia y de todos los esfuerzos comunes de las pequeñas comunidades y de los grupos... Cree en la autonomía local y en las asociaciones voluntarias y... de hecho, el caso en su favor descansa fundamentalmente en la posición de que muchas de las razones por las cuales usualmente se invoca la acción coercitiva del Estado podrían ser mejor satisfechas mediante la colaboración voluntaria" (p. p. 22-23).

Por lo expuesto del pensamiento de Hayek y Mises no parece que sólo el comportamiento egoísta determina la acción humana. No hay razón para deducir que los liberales sean, por tanto, seres insensibles a cualquier cosa diferente de su propio ego. Al economista liberal Gary Becker –un neoclásico– se le dio el Premio Nobel en Economía por haber aplicado el principio de comportamiento racional y de optimización a áreas donde los investigadores anteriormente habían asumido que el comportamiento era habitual y hasta irracional. Gary Becker aplicó su individualismo metodológico a temas como el comportamiento de la familia, la discriminación en los mercados de trabajo, el crimen y su castigo, la educación, entre otros comportamientos no de mercado. Con esto espero haber ayudado a separar la paja del arroz.

Elisa
20/03/2012, 14:05
2002-06-05-LOS COSTOS DE LAS APELACIONES

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LOS COSTOS DE LAS APELACIONES

La Nación, 05 de junio del 2002.

Existe una correcta apreciación en el país de que el sistema actual de apelaciones conduce a una postergación indebida y onerosa de las obras del Estado.

Con frecuencia se manifiesta la queja de que ante la Contraloría General de la República se presentan apelaciones sin sentido, tan sólo con el propósito de que el adjudicado pierda la licitación que ganó en buena lid y que, más bien, sea otorgada a algún participante debidamente perdidoso. Si bien la Contraloría, como tal, no tiene la culpa del atraso que sufre una adjudicación objeto de apelación, lo cierto es que, al menos en los dos últimos años, la División de Asesoría y Gestión Jurídica de esa entidad ha rechazado más del 72 por ciento de las apelaciones que se han presentado. Tal resultado es muestra contundente no de que existe "temeridad" por quienes apelan, hecho que es jurídicamente muy difícil y hasta imposible de probar, sino que hay una demanda exagerada e indebida de solución de este tipo de conflictos por parte de la Contraloría.

Deseo enfatizar algunos de los posibles costos que sobre la sociedad impone la existencia de una demanda excesiva de solución de apelaciones, además del costo burocrático que en sí ocasiona a la propia Contraloría.

Primero, las apelaciones retrasan la ejecución de obras o gastos públicos, hechos que originan un elevado costo financiero. Es innecesario ampliar este aspecto.

Segundo, facilita la colusión en contra del proceso competitivo que se supone debe regir la contratación en el Estado. Si es un "cartel" en que pocos integrantes se distribuyen de forma acordada diversos contratos, una apelación "hablada" puede permitir al ganador lograr mayor tiempo para iniciar el contrato pues, al momento, bien puede tener los recursos ocupados en otras obras. Asimismo, facilita la cohesión requerida entre los miembros del "cartel", al convertirse la apelación en un arma potencial contra cualquier comportamiento díscolo de alguno de los miembros.

Alternativamente, el proceso actual de apelaciones también sirve para impedir la entrada de potenciales participantes que no son miembros del cartel, puesto que tendrán que tomar en cuenta que, si ganan un contrato al haber ofertado un precio menor en sana competencia, el costo inicialmente calculado se elevará, al tener que considerar los gastos en que incurre al no poder realizar la obra en el momento inicialmente acordado en el contrato, a causa de una apelación que se usó para retrasar el inicio de la obra.

Tercero, las apelaciones que se dan en ciertos sectores objeto de un cambio tecnológico significativo (como, por ejemplo, en computación) tienen el efecto de que el Estado no puede obtener la tecnología de punta que inicialmente pretendió lograr. De hecho, si hay un descenso, con el paso del tiempo, en el costo del producto que inicialmente se licitó y se ganó a un cierto precio, la postergación a que da lugar una apelación permite que el oferente ganador obtenga una ganancia adicional, que, por supuesto, la paga la sociedad como un todo. O sea, en estos casos, el Estado obtiene productos más atrasados y a un costo mayor que al que podría obtenerlos.

En cuarto lugar, la posibilidad de que las apelaciones no constituyan solo un medio de lograr un grado de control sobre la actuación de la administración, sino más bien una forma adicional mediante la cual los oferentes pueden jugar con los costos, hace que también se distorsionen otras partes esenciales de los mecanismos de licitación. Por ejemplo, si la administración detecta que sus procesos de contratación bajo licitación pública se apelan con frecuencia por participantes interesados en que deliberadamente haya retrasos, buscará utilizar otros procesos licitatorios diferentes y legales que podrían requerir un tiempo compensatorio menor, como, por ejemplo, usar métodos de contratación directa, fraccionar las licitaciones, entre otros, que alteran el objetivo fundamental de buscar la máxima competencia en las compras del Estado.

En quinto lugar, no omito señalar que los retrasos en la adjudicación final de las licitaciones por apelaciones injustificadas pueden poner en juego aspectos vitales de la forma de vida que hemos escogido los costarricenses, tal es el caso de apelaciones a licitaciones de medicinas y equipos de salud en el caso de nuestros sistemas hospitalarios y de seguridad social.

Elisa
20/03/2012, 14:05
2002-06-07-CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA

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CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA

La Nación, 07 de junio del 2002.

La legislación sobre contratación administrativa incentiva una demanda excesiva ante la Contraloría General de la República para que resuelva las apelaciones a la adjudicación de los carteles por parte de los diferentes entes administradores del Estado.

Mientras que los costos de esta práctica son excesivos para la sociedad en su conjunto –como señalé en mi artículo anterior, “Los costos de las apelaciones” (La Nación, 05 de junio del 2002) ̶ los que se imponen sobre quien apela son casi nulos; de hecho, ni siquiera se tiene que pagar a onerosos abogados para apelar (así, la solución no está en crear un privilegio gremial por el que se exija que sólo mediando abogados se pueda actuar), dado que administrativamente cualquier funcionario autorizado por el apelante puede plantear el caso ante la Contraloría. Y menos aún se castiga a quien apele porque le plazca. Si el costo de apelar es bajo, la cantidad demandada de los servicios de la Contraloría es alta, lo que explica la enorme cantidad de apelaciones, que resulta en un proceso muy oneroso.

La apelación es una institución esencial para el buen manejo de los fondos públicos; no obstante, una propuesta que considero esencial para disminuir este exceso de apelaciones es introducir legislación que imponga un costo sobre quien apele y pierda la apelación. Puede haber otras cosas menores que bien pueden reducir los costos de transacción, pero no es sino mediante el nexo directo entre los incentivos para apelar con el costo que tiene dicha acción, como será posible solucionar una parte significativa del problema, dado que, con la propuesta, el apelante potencial comparará los costos de perder su apelación con la posibilidad real que tenga de ganarla, lo cual limitaría el abuso.

Se debe aprobar legislación que reforme en este sentido la Ley de Contratación Administrativa para que se introduzca el concepto de "costas" por apelar. Esto es, que, por ejemplo, quien apele ante la Contraloría General de la República deberá rendir costas por un 5 por ciento del valor de la adquisición pública apelada. Si la gana, se le devuelven las costas rendidas; caso contrario, se pasaría el monto a la administración cuyo acto fue apelado (no a la Contraloría, para evitar el riesgo moral). Con esto creo que se pueden resolver algunas de las objeciones que la Sala IV realizó a un planteamiento similar mediante el voto 998-98, pero sobre esto sería mejor que, en su momento, opinaran los profesionales del Derecho.

Lo que ahora se necesita es que algún diputado o un grupo de ellos acoja esta idea, que me parece puede contribuir a terminar con este enorme abuso económico que con tanta razón preocupa a los costarricenses. La introducción de este sistema de costas permite a la sociedad recuperar parte de los recursos que pierde cuando se apela sin tener la razón.

Elisa
20/03/2012, 14:07
2002-06-25-GLOBALIZACIÓN-LO MÁS NUEVO

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GLOBALIZACIÓN: LO MÁS NUEVO

La Nación, 25 de junio del 2002.

Xavier Sala-i-Martin, de la Universidad de Columbia, publicó en Internet en abril de este año dos estudios, "La Distribución Mundial del Ingreso" y "El 'Preocupante' Aumento de la Desigualdad Mundial del Ingreso", en los que estima la distribución global del ingreso entre 1970 y 1998 para 125 países. Luego obtuvo diversos indicadores de pobreza y de desigualdad en los ingresos.

Es necesario diferenciar entre pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso. La pobreza se refiere a una porción de la población cuyo ingreso es inferior a un monto previamente definido, que se supone incorpora algún mínimo considerado como aceptable. Así, es usual encontrar dos criterios de pobreza: uno de $1 y otro de $2 per cápita al día, en términos reales.

Sala encuentra que la pobreza, según el criterio de $1 diario, bajó de 550 millones de personas en 1970 (un 17 por ciento de la población mundial) a 350 millones en 1998 (un 6,7 por ciento de la población mundial) y, medida por el monto de $2 al día, bajó de 1.300 millones de personas en 1970 (un 41 por ciento de la población del mundo) a 970 millones en 1998 (un 19 por ciento de la población total). La pobreza sigue siendo elevada, pero en el período 1970-1998 comprueba que descendió significativamente.

En cuanto a la desigualdad en la forma en que se distribuyen los ingresos hay que distinguir entre la distribución interna de los países y entre los países. Sala encuentra que, internamente en las naciones, en esos 30 años se ha dado un ligero aumento en la desigualdad: casos de EE. UU., Gran Bretaña, Australia y China, entre otros.

Sin embargo, y esto es lo más significativo, la desigualdad en la distribución del ingreso entre países ha disminuido significativamente; tanto es así que más que compensa la mayor concentración dada internamente en las naciones. Esto se debe fundamentalmente al incremento de los ingresos en China (un 20 por ciento de la población mundial) e India (con un 15 por ciento de la población del globo), que han liberalizado sus economías en el lapso estudiado. Lo contrario lamentablemente ha sucedido en África Subsahariana, donde las economías no han crecido, a la vez que en esencia han permanecido aisladas de la economía global.

Sala utiliza varias formas de medir la supuesta mayor concentración mundial de los ingresos (las cito para que aficionados a estas técnicas no demeriten su trabajo: coeficientes de Gini, la varianza del logaritmo de los ingresos, dos de los índices de Atkinson, la desviación del logaritmo de la mediana, el índice de Thiel y el coeficiente de variación). En todos los casos encontró una disminución sustancial de la desigualdad con que se distribuyen los ingresos, principalmente porque disminuyó la disparidad entre países: "la desigualdad mundial de los ingresos ha declinado en más de un 5% en las últimas dos décadas", según el coeficiente de Gini que, de paso, fue el más bajo de los resultados.

Ante estos hallazgos, nos dice Robert Barro, economista de Harvard: "Es incorrecto señalar que la pobreza y la desigualdad en el mundo han ido aumentando durante los últimos 30 años y atribuir este desarrollo ficticio a la globalización y a la expansión de los mercados. Estas observaciones pobremente fundamentadas... alimentan los falsos argumentos de los 'globófobos', quienes generalmente se oponen al desarrollo de las economías. La 'globofobia' ni ayudará a reducir la pobreza en el mundo ni provocará el crecimiento económico de África" (Business Week on line, del 6 de mayo del 2002). De los trabajos de Sala se deduce que lograr el desarrollo de ese continente es vital para que continúe bajando la pobreza mundial. Por ello es necesario, como dice Pedro Schwartz en el periódico español La Vanguardia (29 de abril del 2002), que los europeos y los estadounidenses dejen de lado su conducta hipócrita de cerrar sus mercados a las exportaciones africanas, a la vez que dicen preocuparse por la pobreza en África.

Elisa
20/03/2012, 14:07
2002-07-29-ÁFRICA, EL SIDA Y OTROS MALES

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ÁFRICA, EL SIDA Y OTROS MALES: PARA QUE LAS OBRAS SEAN AMORES

La Nación, 29 de julio del 2002.

Tiene bastante razón don Carlos Cortés al quejarse en “La peste del olvido” (La Nación, 9 de julio del 2002), por la "dejazón" en que el mundo rico tiene al África pobre, con su problema de la diseminación de la peste del sida.

Se estima que hoy 25 millones de africanos portan el virus. No hay duda de la desgracia: puede significar la desaparición de una mano de obra joven, que es la que en definitiva podría ayudar al continente a salir de la miseria. Y más miseria y más pobreza significan, a la vez, más desgracias sanitarias. No tenemos que convertirnos en cínicos para pensar que no será sino hasta que la pandemia llegue masivamente a las naciones ricas cuando surgirá el interés necesario para resolver esta calamidad sanitaria de África.

La solución al problema africano por supuesto que no está en la vivencia irresponsable de quienes lanzaron chiflidos y gritos para impedir hablar a participantes de la Cumbre Mundial sobre el Sida, como sucedió recientemente en Barcelona. Tal vez la angustia de ver el avance de esa enfermedad haya confundido a algunos pues tontamente asociaron una presunta eliminación del mal con una lucha contra una globalización que no comprenden. Lamentablemente es la falta de globalización de África, que continúa alejada de ese proceso y del progreso que traería, lo que contribuye a profundizar sus males. El problema sanitario de África no radica sólo en las variantes africanas de la enfermedad del sida. Esta y otras enfermedades tropicales, como la malaria y la tuberculosis, matan cada año a 5 millones de africanos.

Los laboratorios de investigación farmacéutica ubicados en naciones desarrolladas producen medicinas que sirven contra las enfermedades que existen en sus países ricos. No van a producir medicinas que tienen un costo muy elevado de investigación y desarrollo, para venderlas luego al continente de los pobres más pobres del mundo, quienes no tienen los ingresos suficientes para pagarlas.

Incluso es frecuente observar cómo, en ocasiones, gente bien intencionada espera que esos laboratorios las vendan "regaladas", pero no van a poder hacerlo dados los enormes costos que tiene su desarrollo.

Ante tal problema, vale la pena tener presente una idea expuesta por Michael Kremer, de la Universidad de Harvard, según narra Xavier Sala en su libro Economía Liberal para No Economistas y No Liberales, por la cual "se trataría de que los gobiernos de los países ricos se comprometieran a comprar un determinado número de vacunas a precio de mercado para luego regalarlas a los países pobres". Con ella habría los incentivos adecuados para que los laboratorios invirtieran en los enormes gastos de investigación y desarrollo que se requieren para obtener esas vacunas (o medicinas). Además, en vez de acudir al viejo sistema fracasado de pedir y obtener ayuda monetaria de Occidente que aviesamente se canalizaría por medio de las cleptocracias que gobiernan algunas naciones africanas, con ella, de manera efectiva, los recursos no serían robados y llegarían a quienes verdaderamente los necesitan.

Esta forma de ayuda de las naciones ricas probablemente daría mejores resultados que los que suelen dar las transferencias financieras de organizaciones como el Banco Mundial o Naciones Unidas, las cuales han sido harto cuestionadas. Por ejemplo, ¿qué tal si esos organismos crean un fondo con el que se pagaría una patente por las vacunas que desarrollen modernos laboratorios internacionales, los que, competitivamente, participarían gustosos con ofertas que les permitan lograr el premio? El incentivo es muy claro: una jugosa remuneración al laboratorio (posiblemente de países ricos) que desarrolle una cura para las enfermedades tropicales que están diezmando a los pobres de África. Las vacunas luego les serían obsequiadas. Con esto obras son amores, no buenas razones.

Elisa
20/03/2012, 14:07
2002-09-13-SOBRE LA LOTERÍA FISCAL

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SOBRE LA LOTERÍA FISCAL

La Nación, 13 de setiembre del 2002.

Cada vez que se habla de reforma tributaria, bien se trate de una reforma a la estructura tributaria o bien de un simple aumento en los impuestos, salta al tapete la famosa lotería fiscal, algo similar a la que el país puso en práctica hace algunos años.

Esa lotería se creó imitando un esquema que existía en Chile, que fue una forma muy popular para controlar que los gravámenes fueran efectivamente pagados, recaudados y enterados al fisco. Tengo entendido de que la experiencia fue muy exitosa en ese país, pero de la nuestra he tenido versiones contradictorias.

Tengo la impresión de que la lotería fiscal que Costa Rica tuvo hace algunos años poseía un problema de diseño que le impedía generar el potencial de control que se deseaba.

Esto porque los documentos que el ciudadano enviaba como prueba de que había pagado sus impuestos para participar en el concurso –la factura– deberían tener una serie de requisitos formales, tales que satisficieran los lineamientos burocráticos que debería reunir una factura perfecta. Por ejemplo, el papel que se enviaba para concursar –"la factura"– debería ser timbrado, con los nombres claros del vendedor, la descripción del producto, el desglose del monto del impuesto, entre otras cosas. En síntesis, que todo estuviera perfecto y claro. Supongo que la razón para exigir todos estos requisitos era que el ciudadano, al comprar y exigir su factura, también reclamara que la información consignada en dicho documento era veraz y no un engaño del vendedor. En otras palabras, se pretendía que el incentivo de ganar un premio en el concurso se tradujera en uno para que el ciudadano le exigiera corrección al vendedor en el documento que le entregaba como factura.

Pero empezó a observarse cómo, en muchas ocasiones, al momento de valorar un jurado, principalmente integrado por conocedores de estos asuntos, si una supuesta factura escogida al azar era aceptable como ganadora, se descalificaba porque el papel no reunía todos los requisitos básicos exigidos. Y allí moría la cosa: había que sacar al azar una nueva factura hasta que apareciera una que fuera perfecta (o, tal vez, casi perfecta) e imagino que ese tribunal trasladaría luego a la administración la factura elegida como premio para verificar su corrección –y que los fondos se habían entregado al fisco– aunque en realidad es posible que eso no fuera necesario, porque lo importante era el estímulo que se generaba para que el ciudadano exigiera las facturas en regla.

Siempre me he preguntado si no habría dado un mejor resultado, en cuanto al control de la evasión del gravamen de ventas, el que, en vez de rechazar aquellas "facturas" incompletas o incorrectas, más bien sirvieran para que la autoridad investigara por qué se estaban entregando tales facturas. No estoy suponiendo que los consumidores fueran tontos y que los estaban engañando en sus derechos para participar en la lotería fiscal con la entrega de esas facturas malas; lo que me parece es que muchas personas no se daban cuenta de que el papel ("factura") que les entregaban no servía para participar en el concurso.

Por lo tanto, mi sugerencia es que, si se reinstala la lotería tributaria, se redefina el tipo de documento que se acepta para ganar el premio, el cual debería contener como requisito tan sólo el nombre del negocio que la entregó. Así la administración podría verificar por qué se entregó tal tipo de facturas indebidas, lo cual posiblemente permitiría confirmar por qué la empresa retuvo dinero que los consumidores pagaron, por su medio, como impuestos para el fisco.

Elisa
20/03/2012, 14:08
2002-10-11-LAS ELASTICIDADES

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LAS ELASTICIDADES

La Nación, 11 de octubre del 2002.

Espero que el título no desanime su lectura, pero este concepto lo usan mucho los economistas en sus apreciaciones. Para explicarme, voy a usar un ejemplo –con la comprensión de los ingenieros– tomado de su campo profesional. Imagínense que se da un temblor de por ahí 7 grados, suficiente para derribar un edificio. Es muy posible que esto suceda si las columnas de la edificación son muy rígidas; esto es, que no son flexibles o elásticas. Si son muy rígidas no resisten la fuerza a la que son sometidas y se quiebran. Al contrario, si son elásticas absorben –por así decirlo– las fuerzas del temblor y se acomodan sin quebrarse. Este el concepto de elasticidad. Veámoslo de otra manera más simple: si usted le aplica presión a un fideo crudo, observará que este inflexible cuerpo pronto se quebrará; en cambio, si la aplica a un tallo de zacate es posible que vea su flexibilidad ante la fuerza aplicada; se dobla pero no se quiebra. El fideo es muy inelástico; el zacate es muy elástico.

Este concepto es muy útil en economía; por ejemplo, ¿aumentarán o disminuirán los ingresos totales por las ventas cuando reduzco el precio del producto en, digamos, un 10 por ciento? Algo similar sucede cuando se ponen o aumentan los impuestos. Al elevarse el costo para el consumidor, quien ahora debe pagar más por el alza o imposición de un nuevo gravamen, reduce la cantidad que demanda del producto gravado, pero ¿porcentualmente se reducirá en mucho más (o mucho menos) la cantidad demandada que en lo que porcentualmente aumentó el impuesto? Resulta importante saber que si se aumenta un impuesto dará lugar a una reducción tal del consumo del bien, que terminará por recaudar menos que antes o si, por el contrario, aún ante el mayor costo el consumidor seguirá consumiendo “casi lo mismo que antes”, de manera que el Estado disfrutará de un aumento en la recaudación.

Aplicado a gravámenes. Como siento que a veces no se quiere entender la importancia del concepto de elasticidad aplicado a los impuestos, me permito poner dos ejemplos.

Supóngase que una alternativa sea aumentar o poner un impuesto a los periódicos, en tanto que otra es poner un gravamen similar a los bananos. ¿Qué podemos decir los economistas al respecto, especialmente en cuanto a la aplicación del concepto de elasticidad? Vean lo importante que puede ser que algún diputado pregunte acerca de las elasticidades.

Según un trabajo clásico de H. S. Houthakker y L. D. Taylor, La Demanda del Consumidor en los Estados Unidos, 1929-1970, la elasticidad de la demanda de periódicos (y revistas) era de 0,1. Esto quiere decir que, si se aumenta en un 10 por ciento el precio del periódico debido al impuesto, la cantidad demandada de periódicos casi no se va a reducir (solo en un 1 por ciento), con lo que la recaudación sería muy fructífera para el Estado. Por ejemplo, si el periódico valía inicialmente, digamos, ¢100, suponga que se vendían 100.000 ejemplares, lo que generaba ingresos totales por ¢10 millones. Con el gravamen del 10 por ciento, el precio aumenta a ¢110, pero la circulación cae a tan solo 99.000 ejemplares, con lo que la venta total es ahora de ¢10.890.000, donde el Estado se queda con ¢990.000 de recaudación.

Bueno para el fisco. El anterior resulta un “buen gravamen” para el fisco (no tanto para el consumidor o el productor), que se da por una razón, cual es que, según los economistas, la demanda de un bien suele ser inelástica si la proporción de gasto en él dentro del gasto total del consumidor es “muy pequeña”.

Piense ahora en un impuesto al banano. ¿Se imaginan lo que harán los consumidores si se dan cuenta de que ahora tienen que pagar un 10 por ciento más por el banano, no así en otras frutas? Pues dejarán de comprar bananos y adquirirán otros sustitutos bastante cercanos, como naranjas, mangos, manzanas, entre muchos otros. Esto lo olvidaron varias décadas atrás tanto don José Figueres como el general Torrijos, cuando, para compensar el alza en el precio del petróleo, le pusieron un impuesto a la salida del banano costarricense. El consumidor internacional dejó de comprarlo, y ya sabemos el efecto que eso tuvo sobre nuestra producción.
¿Ven como preguntar por las elasticidades de los bienes a los que se les ponen impuestos resulta ser una buena regla?

Elisa
20/03/2012, 14:08
2002-12-09-SI LOS PAÍSES NO EXISTEN-EN MEMORIA DE ALBERTO DI MARE

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SI LOS PAÍSES NO EXISTEN: EN MEMORIA DE ALBERTO DI MARE

La Nación, 09 de diciembre del 2002.

El prestigioso Institute for International Economics acaba de publicar el libro Imagine There’s No Country: Poverty, Inequality and Growth in the Era of Gobalization, del economista de la India Surjit Bhalla, quien cuestiona la metodología que emplea el Banco Mundial para medir los efectos de la globalización sobre la distribución del ingreso y brinda resultados que muchos antiglobalizadores deberían de conocer antes de lanzar su andanada usual e infundada en contra del progreso de los seres humanos.

El Banco Mundial basa sus estudios en la comparación de quintiles de la población de los distintos países a través del tiempo (es decir, el porcentaje del ingreso que percibe el 20% más pobre, el que recibe el siguiente 20%, y así sucesivamente), mientras que Bhalla, en vez de comparar naciones, lo hace entre los individuos de todos los países a través del tiempo, de forma que a cada percentil de la población mundial le adscribe un porcentaje del ingreso (así, el porcentaje de ingresos que recibió el 1% de la población; el porcentaje que percibió el siguiente 1% y así hasta llegar al 100 por ciento).

Con base en el criterio usual de línea de pobreza (ingreso de $1 al día), Bhalla determinó que el porcentaje de pobres en el mundo desarrollado declinó de un 37% en 1985 a un 13% en el 2000 y, en vez de los 1.150 millones de pobres, que según el Banco Mundial había en 1999, su cálculo es de 650 millones en el 2000, pobreza que, definitivamente, el ser humano debe continuar resolviendo. Sí evidencia una declinación sin precedentes en la pobreza extrema en el mundo en los últimos 20 años.

En cuanto a la desigualdad en la distribución de los ingresos en el mundo, Bhalla muestra datos que expresan que, desde 1910, nunca había sido tan igualitaria. Según el índice de Gini, que se usa para medir dicha desigualdad, en 1950 el índice era 65,1, llegó a un pico de 69,3 en 1973 y, luego de un período que se asocia con la globalización, se redujo a un 65,1 en el 2000. Esto es, de acuerdo con el estudio de Bhalla se ha dado una disminución en la concentración de los ingresos.

También ha habido una notoria convergencia en los ingresos. Por ejemplo, si se compara a personas que están en el mismo percentil de la distribución de ingresos de los Estados Unidos con el de los países subdesarrollados, mientras en 1960 el ingreso de una persona de ese percentil en EE. UU era 19,1 veces el de un individuo del mismo percentil en las naciones subdesarrolladas, ya en el 2000 se había reducido a 11,7 veces.

Además, el crecimiento promedio real anual en los países en desarrollo durante el actual período de globalización fue casi el doble del obtenido en el mundo desarrollado (3,1% frente a 1,6%). Lo interesante es que Bhalla obtiene que dicho crecimiento básicamente ha favorecido más a los pobres: si se compara el crecimiento de su consumo con el de los no pobres, en los países en desarrollo ha sido mayor, pues por cada 10 por ciento de crecimiento del consumo de los no pobres, el de los pobres ha sido del 18 por ciento.

Antes que alguien diga que estas cifras están manipuladas, nada más piense que si los pobres de China e India (que históricamente han constituido la mayoría de los pobres del mundo) han ganado con el crecimiento, el que pobres de otros países (por ejemplo, Haití) no lo hayan hecho, es más que compensado por los primeros, por lo que se puede pensar que el crecimiento ha sido pro pobres. El punto está en que, como lo hace Bhalla, se trata de comparar a personas y no a países, como se solía hacer.

Don Alberto Di Mare nos enseñó cómo el ser humano sólo podía progresar en un ambiente de libertad, pero que tampoco consistía una garantía para el éxito. La globalización es resultado de esa búsqueda de los seres humanos por vivir mejor y, como también lo expuso don Alberto, son los mercados libres los que mejor permiten, como pocas otras instituciones humanas, que los pobres se enriquezcan, pero que también los ricos puedan empobrecerse si es que no satisfacen bien los deseos de sus semejantes.

Elisa
20/03/2012, 14:09
2002-12-27-QUITAR LAS AMARRAS

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QUITAR LAS AMARRAS

La Nación, 27 de diciembre del 2002.

Con frecuencia se pide que a los entes públicos se les “quiten amarras” que supuestamente impiden su buen funcionamiento. Estas amarras suelen ser de dos tipos: las que limitan su presupuesto de gastos y las que impiden realizar compras como en el sector privado.

¿Por qué hay amarras para el sector público? James Madison lo expresó nítidamente en El Federalista No. 51, al decir: “Pero ¿qué es el gobierno en sí, sino el mayor reflejo de la naturaleza humana? Si los hombres fueran ángeles, no se necesitaría ningún gobierno. Si los ángeles fueran el gobierno, no se necesitaría un control externo ni interno. Al formar un gobierno que será administrado por hombres sobre hombres, la gran dificultad yace en esto: primero se debe permitir al gobierno que controle a los gobernados; y en segundo lugar obligarlo a controlarse a sí mismo”.

Hay que distinguir entre utilizar recursos privados y usar fondos públicos. En los primeros, se supone que la persona puede hacer lo que desee con ellos (siempre que no se dañe a terceros), en tanto que, en los segundos, quien los usa es normalmente un depositario llamado administración o gobierno, que sólo puede usarlos de conformidad con la autorización recibida.

Las entidades públicas reguladas, usualmente con atributos monopolísticos, suelen buscar la eliminación de las amarras. No es propio de los usuarios de los bienes o servicios que esos entes producen, solicitar que se quiten tales amarras. ¿A quién favorece su eliminación? Entre otros, a los altos administradores (muchos de ellos políticos), a grupos internos organizados (que conservarían privilegios o tratamientos especiales), a proveedores, quienes así asegurarían sus ventas y hasta podrían disfrutar de una menor competencia en las ofertas, así como a asesores externos, quienes tendrían mayor acceso al presupuesto y una posible liberación de regulaciones estorbosas.

¿Quiénes serían los posibles afectados con esa eliminación de amarras? Los usuarios del ente público “desamarrado”, el cual así podría trasladar, por medio de precios o tarifas más altas, el mayor costo en que incurre a la sociedad por una utilización menos eficiente de los recursos públicos. También lo sería el ciudadano común y corriente, quien sufriría alzas en impuestos para sufragar el mayor gasto de la entidad pública previamente regulada.

¿Son buenas las amarras existentes? No necesariamente. En primer lugar, se habla de quitar restricciones presupuestarias que el Gobierno Central impone sobre el gasto total que realiza el ente público limitado. En una economía es indispensable que haya estabilidad monetaria y fiscal. En lo fiscal se supone que el Gobierno Central determina el impacto que sobre la estabilidad de la economía tiene un gasto público mayor o menor. Si es de esperar que el déficit del gasto público (sobre los impuestos) no debe exceder a un cierto porcentaje (digamos que un 4 por ciento del PIB), si se le quitan las amarras presupuestarias al ente público específico para satisfacer la meta fijada, necesariamente el gobierno central tendrá que limitar el gasto del sector público. De algún lado tendrán que venir los recursos para compensar lo que de más gastó el ente “desamarrado”.

La segunda gran amarra que se sugiere eliminar recae sobre la discreción del ente público para adquirir bienes y servicios. Se alega que tal liberación es necesaria para hacerlo más competitivo o más rápido en su actuar. Si se sugiere que el actual sistema de apelaciones es inadecuado, pues estoy de acuerdo. Pero la solución no yace en eliminar al órgano de control de los fondos públicos como garante de la procedencia y el gasto de los recursos del pueblo, sino en mitigar ese incentivo indeseable. En este periódico propuse desalentar la cantidad de apelaciones, al poner un costo a quien apele y pierda. Se trataba de hacer más eficientes las amarras.

Hay que tener mucho cuidado al proponer “quitar amarras” en el sector público pues así los incentivos se dirigirían hacia una mayor corrupción. Así lo he comprobado en estos años. Don Pablo Cob, presidente ejecutivo del ICE, recientemente dijo: “...ahora con la participación de la Contraloría General de la República todavía el asunto da muchísima más tranquilidad”. De eso se trata, de que estemos tranquilos, para lo cual son necesarios tanto los incentivos apropiados como las amarras requeridas.

Elisa
20/03/2012, 14:09
2003-02-02-VERDADERA COOPERACIÓN EXTERNA

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VERDADERA COOPERACIÓN EXTERNA

La Nación, 02 de febrero del 2003.

Ha hecho bien el ministro de Comercio Exterior, don Alberto Trejos, en insistir ante la Unión Europea acerca del enorme daño que al país le podría causar el aumento de los aranceles que esa fortaleza económica intenta imponer sobre la exportación de algunos bienes agrícolas nacionales, como flores, helechos y plantas ornamentales, entre otros.
Esta infausta pretensión me hizo recordar un estudio sobre la exportación nacional que realicé hace unos años con el economista Ricardo Monge, para el cual entrevisté a muchas mujeres que entonces laboraban en empresas exportadoras de helechos y flores, surgidas gracias a la exención arancelaria que nos brindaba Europa. Fue maravilloso observar cómo, gracias a esto, habían encontrado una alternativa mejor que la de permanecer ancladas en sus hogares, donde la posibilidad de progresar era casi nula. Gracias al comercio internacional podían hacer un uso mejor de sus destrezas y habilidades, lo que les permitía aumentar significativamente sus ingresos y aliviar en algo la miseria de sus hogares. Este resultado virtuoso, surgido como algo imprevisto de la acción humana, está a punto de caer por la borda si Europa aprueba quitar el acceso libre de aranceles a esas exportaciones.

Es cierto, esa fue una concesión gratuita que Europa nos dio, como a otras naciones, bajo el impactante nombre de Sistema Generalizado de Preferencias. Pero, si no les importa nuestro dicho de que “el que da y quita, se vuelve cuita”, tal vez sirva a su conciencia el que les recalque, una vez más, que más que ayudas y donaciones y empujes para una integración forzosa, como la que recientemente hizo en México el funcionario europeo Nigel Evans, lo que en verdad anhelamos es acceso libre de nuestras exportaciones al mercado de la Unión Europea.

Narra Xavier Sala –un europeo, catalán por más señas, pero ciudadano del mundo en Nueva York– en un artículo publicado en el diario español La Vanguardia el 17 de febrero del 2000, cómo el presidente de Senegal, Wade, clamó en una reunión de Davos: “No queremos más limosnas... queremos que nos dejen trabajar y competir en condiciones justas”. Y agrega Sala: “En Davos me dio la sensación de que los líderes del Tercer Mundo están cambiando para bien. Que cambien los europeos va a ser mucho más difícil, pero mantengo la esperanza”. Debemos conservar la esperanza.

Una de las virtudes de un tratado de libre comercio (TLC), como el que se proponen realizar las naciones centroamericanas y los EE. UU., es que acaba con esa incertidumbre propia de arreglos concesionales, como el Sistema Generalizado de Preferencias y la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. Mediante un TLC los acuerdos son esencialmente permanentes y permiten a un empresario, dispuesto a arriesgar en una actividad comercial internacional, tener alto grado de certeza de que, si tiene éxito, como ha sucedido con nuestros exportadores de flores y helechos a Europa, no se les va a dejar guindando en sus proyectos una vez consolidados, como será el resultado si Europa aprueba imponer aranceles a esas exportaciones.

Pero ¿es que a la Unión Europea le preocupa un posible daño a casi 40.000 costarricenses, quienes directa e indirectamente están ligados a la actividad exportadora hacia Europa de flores, helechos y similares? Posiblemente le interesa más ceder a las pretensiones del proteccionismo interno, pero, a nosotros, nos muestra, una vez más, cómo el comercio internacional, libre y sin ataduras, puede beneficiar a los nacionales, incluso a muchos de los más desvalidos.

Elisa
20/03/2012, 14:10
2003-02-17-EL ALZA DEL PETRÓLEO

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EL ALZA DEL PETRÓLEO

La Nación, 17 de febrero de 2003.

Ante una casi inevitable guerra en Iraq y la realidad de la megalomanía en Venezuela, es muy posible que los precios internacionales del petróleo experimenten un alza sustancial. Se ha dicho que el precio del barril podría llegar a $40. Ante esta alza, más o menos inminente, se han escuchado propuestas acerca de medidas que el país debería tomar (supuestamente por las autoridades) para enfrentar esa escasez, por lo que considero que es obligación de los mayores, quienes ya vivimos circunstancias similares y la puesta en práctica de medidas semejantes, advertir de algunas posibles consecuencias muy dañinas para todos, que podrían presentarse como resultado de esas acciones públicas.

La primera lección importante de aquella época es que, si no se siguen unas políticas monetaria y fiscal prudentes, el país pagará enormes consecuencias negativas en términos de elevada inflación, nivel alto de desempleo y mayor caída de la producción; en general, un enorme descenso en el bienestar de las personas. No debe olvidarse lo que experimentamos a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980. El contrapunto nos lo brinda la mesura en la conducción macroeconómica que prosiguieron países como Taiwán y Japón, los que, igual que nosotros, tampoco tienen petróleo. Al final de aquella época triste esas dos naciones emergieron muchísimo menos dañadas que la nuestra, en mucho porque no financiaron con recursos públicos, por la vía de la emisión monetaria o del gasto público desbordado, el mayor precio internacional del petróleo.

La segunda lección es que hay propuestas muy bien intencionadas que tienen consecuencias no previstas y que pueden terminar por dañar más al país que si no se tomaran.

Una es el control de los precios. Se cree que la solución al problema del alza internacional del petróleo está en que el país controle su precio, generalmente con la buena intención de proteger al consumidor de menos recursos. Lo que siempre pasa –y lo vivimos a plenitud en la década de los setentas– es que surgen efectos no previstos. Así, aparecen enormes y costosas colas en las bombas y se sustituye a vehículos de gasolina por otros muy caros que utilizan diesel (que supuestamente no se aumenta para no perjudicar la producción); además, procesos productivos más eficientes que utilizan gasolina se distorsionan para que empleen diesel, todo lo cual hace que aumente enormemente la demanda y hasta la cuenta total de combustibles que importa el país.

Se dan muchos otros efectos que resultan ser hasta pintorescos, pero lo cierto es que, si se deja que aumenten los precios de la gasolina; es decir, que no haya fijación, los propietarios de vehículos escogerán entre usar carros más económicos en el empleo de la gasolina o pagar más y viajar más cómodos en sus “tragagases”. Pero ni usted ni yo tendremos que pasar largas horas desperdiciadas en colas que se forman en las bombas cuando el precio fijado es inferior al de mercado.

Otro ejemplo de una propuesta que podría originar más mal que bien es la de que vehículos con placas impares circulen ciertos días de la semana y los de placas pares, en otros. Este experimento se llevó a cabo en la ciudad de México con el fin de reducir el consumo de combustible y con ello bajar la contaminación. Al tiempo de estar vigente la práctica se abandonó del todo por las consecuencias no previstas a que dio lugar. Resultó que familias de ingresos medios, principalmente, y algunas de ingresos altos, que tenían un solo carro (las últimas ya tenían varios), así como también muchas empresas, decidieron comprar otro vehículo con una placa diferente a la “paris o nonis” que ya tenían, para poder continuar conduciendo su vehículo propio toda la semana. El resultado fue que la medida aumentó la cantidad de vehículos en circulación y, como ese segundo carro de la familia era posiblemente más viejo, por esta causa también aumentó la contaminación.

En resumen: se trata de tomar medidas lógicas que no provoquen más daño que el que se ha pretendido amortiguar. Las experiencias acumuladas y el análisis del posible efecto económico de esas medidas deberían estar presentes en la toma de decisiones de los funcionarios públicos encargados de definir las políticas, en caso de un alza en el precio internacional del petróleo.

Elisa
20/03/2012, 14:10
2003-04-05-EL GRAN AUSENTE

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EL GRAN AUSENTE

La Nación, 05 de abril del 2003.

Los casi 4 millones de ciudadanos, igual que los casi 2,3 millones de votantes costarricenses, tenemos una característica común: somos consumidores.

Los economistas siempre hemos estado familiarizados con la naturaleza vital que los consumidores poseen en cualquier orden económico. Uno de los aportes más grandes de Adam Smith fue el señalamiento de que el fin último de una economía es satisfacer los deseos y necesidades de los consumidores. Es decir, producir por producir no tiene sentido, sino tan sólo en cuanto sirva a los consumidores. E insisto en su preeminencia porque el sistema de mercado es algo que va mucho más allá de la capacidad para producir el máximo de bienes y servicios (aunque algunos todavía rehúsan reconocerlo).

Tal como escribió el economista austriaco Carl Menger, el sistema de mercado es “un esquema de gobernabilidad económica ejercido por las preferencias de los consumidores”, aquello que W.H. Hutt bautizó luego como “la soberanía del consumidor”. Para que vean que en la disciplina hay pensadores de diversas visiones, quienes concurren en la idea de la primacía del consumidor, les narro lo que un destacado socialista, Abba Lerner, escribió acerca de esta soberanía: “Una de las cicatrices más profundas de mi temprana juventud la sufrí cuando una maestra me dijo: ‘Usted no quiere eso’, después de que le había dicho que sí lo quería. No me hubiera desilusionado tanto de haberme dicho que no lo podía tener, cualquier cosa que fuera, o que había algo malo en mi persona por quererlo. Lo que más me dolió fue la negación de mi personalidad –una especie de violación a mi integridad–”.

Estoy por la soberanía de los consumidores y eso pasa por la posibilidad de que se pueda escoger. Si uno se ve forzado a consumir una sola cosa, cualquiera que sea, no es libre para escoger porque no tiene opción. Por eso, el consumidor tiene el derecho inalienable de escoger y, por tanto, en una sociedad abierta, como se presume que es la nuestra, resulta esencial la presencia de los consumidores cuando por una u otra razón está en juego su libertad para escoger. Piensen en algo similar: ¿estarían ustedes de acuerdo en votar tan sólo por una única persona para presidente o para diputado, sin que pudieran escoger entre varios?

En la actualidad política nacional, en distintas instancias, con el propósito de forjar un criterio sobre algún tema como, por ejemplo, de si el país debe integrarse a un acuerdo de libre comercio con EE. UU., si los costarricenses tendrán que pagar más impuestos o si el ICE puede ser constituido de forma que podrá ejercer con mayor displicencia su carácter monopolístico y, por la ausencia de competencia, subir las tarifas a los usuarios de sus servicios, se le pide a distintos grupos organizados que participen en el proceso decisorio. Los invitados suelen ser los mismos: las cámaras, los sindicatos, asociaciones eclesiásticas y ecológicas, entre otros. Pero en esas actividades hay un gran ausente y, paradójicamente, es quien siempre resulta ser el que paga las cuentas: ¡claro, el consumidor! Si el tratado de libre comercio es menos o más cerrado, el consumidor disfrutará de más o menos bienes a mejores o peores precios y calidades. Si se ponen más impuestos, no les extrañe que en última instancia signifique una disminución en los ingresos de las familias y, por tanto, una baja de su consumo. Si el ICE fortalece su posición de monopolio, el consumidor pagará mayores precios (eso es lo que hace un monopolista) y hasta posiblemente recibirá peores servicios.

En todas estas negociaciones o conversaciones los consumidores están ausentes. No tienen voz para expresar allá, donde “se cocinan” las cosas, sus preferencias. ¿Por qué no invitar públicamente a los consumidores en general y, en particular, a sus asociaciones, como la Federación Nacional de Asociaciones de Consumidores (Fenasco) o a la Asociación de Consumidores Libres, entre otras, para que acudan a expresar sus deseos y participen de lleno en esas actividades? Realmente, lo que algunos decidan en su momento tendrá un impacto enorme sobre las vidas de 4 millones de consumidores nacionales.

Elisa
20/03/2012, 14:10
2003-04-26-AMA-GI

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AMA-GI

La Nación, 26 de abril del 2003.

En la región sumeria de Lagash (también conocida como Shirpurla), en la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, en unos cilindros de arcilla de más de 2.500 años de edad, por primera vez en la historia del hombre, hasta donde hoy se sabe, se halló escrita la palabra ‘libertad’. Ama-Gi significa libertad en el idioma sumerio y su pictograma, que evolucionó hacia la escritura cuneiforme, aparece adjunto (en el artículo original en el periódico). Se considera que esa escritura tiene más de 2.300 años, época en que florecía Lagash, cultura que algunos consideran que se remonta a 4.000 años antes de Cristo. Lo interesante es que la ciudad de Lagash estaba ubicada cerca de lo que hoy es Telloh, en la región sureste de Iraq.

Después de sufrir una dictadura fascista por más de dos décadas, la liberalización de Iraq abre una oportunidad para que renazca en esa nación una sociedad abierta, pluralista, democrática y el mundo occidental bien puede contribuir a que eso se logre. Es indispensable que se forjen instituciones apropiadas que permitan tal resurgimiento, con base en el estado de derecho, con cortes que penalicen a quienes transgredan leyes imparciales, predecibles y capaces de ser aplicadas con criterios de generalidad y no de especificidad.

Un gran atributo de los pueblos de Iraq es que poseen una venerable y antigua tradición favorable al comercio. Restaurar la posibilidad de intercambiar libremente, sin un Estado que ahogue la acción libre de las personas, es necesario para lograr progreso económico más allá del que pueda derivarse de una buena utilización de sus riquezas petroleras. La libertad de comercio, cuya aplicación concreta en mucho contribuyó al resurgimiento de la Alemania Occidental y del Japón de la posguerra, deberá restablecerse.

Una buena guía para la formación del nuevo Gobierno iraquí se puede encontrar en una propuesta que una vez formuló el profeta Mahoma, quien era comerciante y apreciaba el libre intercambio voluntario entre las partes, como medio para aumentar el bienestar de las personas. Mahoma propuso un ideal impuesto bajo y uniforme del 10 por ciento –casualmente tan parecido al diezmo cristiano– que podría servir para evitar que una vez más surja un poderoso gobierno fascista como el de Sadam Husein, a la vez que se
garantice la existencia de un Estado limitado y al servicio de su pueblo, no de los gobernantes.

Para crear un nuevo gobierno los iraquíes necesitarán una nueva constitución, que les permita lograr una sociedad próspera, en la que se incorporen el predominio de la regla de la ley, la existencia de un gobierno limitado y la libertad de las personas para escoger e intercambiar. No harían mal en observar en Occidente cuáles han sido los mejores ejemplos de naciones que han progresado, no las que han seguido un estalinismo como el que tanto admiraba Husein, sino las caracterizadas por órdenes sociales, políticos y económicos abiertos y libres. De las cenizas, con una destrucción física mucho mayor, Alemania Occidental y Japón lograron mediante instituciones liberales democráticas que el progreso y el bienestar llegaran a abundar comparativamente en sus pueblos. Occidente debe brindar al pueblo iraquí todo el apoyo para que se den estas condiciones que permitan que el éxito florezca.

Soy optimista en que el pueblo iraquí, en cuya tierra por primera vez en la historia del hombre se escribió la palabra ‘libertad’, podrá erguirse en esta ocasión para lograr, por sí mismo, que esa libertad escrita corresponda a una realidad.

Elisa
20/03/2012, 14:11
2003-09-09-MOLINOS DE VIENTO Y DESARROLLO

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MOLINOS DE VIENTO Y DESARROLLO

La Nación, 09 de setiembre del 2003.

Los autores del Informe de Desarrollo Humano de Centroamérica plantean su posición contraria a un editorial de La Nación en el artículo “Déficit en desarrollo humano”. Tercio en el asunto porque el enfoque de esos autores induce al error en distintos aspectos.

(Don Quijote: “…porque ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes).

Al “Consenso de Washington” usualmente se le expresa como sinónimo de “neoliberalismo” y “globalización”. Los autores del Informe inteligentemente evitan esa pobre sinonimia y sólo dicen estar en contra de las políticas del Consenso por no haber logrado “altas y sostenidas tasas de crecimiento económico que sirvieran de base para una nueva era de progreso social”.

Pero ven desaforados gigantes donde hay molinos de viento porque (a) no prueban una causalidad entre seguir las políticas del Consenso y tasas de crecimiento bajas y oscilantes; (b) no analizan lo que hubiera sucedido de seguir tales políticas con la recesión y, sin ella, durante los años noventa, en que asoló la economía mundial; (c) no diferencian entre el crecimiento económico de quienes siguieron las reglas del Consenso y las que no; y (d) a sabiendas de que en Latinoamérica los procesos se han realizado a medias, ¿por qué no comparan con lo sucedido en otras partes de Asia? ¡Menuda sorpresa se llevarían en su crítica!

¡Que digan cómo lograrlo!

Para los autores el problema está en que el Consenso fue una promesa incumplida y, como tal, debe ser llamado a cuentas. No he encontrado adónde Williamson, a quien se le adscribe el Consenso de Washington, nos dice que seguir tales reglas es suficiente para lograr la Arcadia. Por el contrario, como dice en una nueva obra, “no hay alegato alguno en este libro de que hayamos descubierto un nuevo modelo… nuestra visión es que quienes formulan las políticas deberían aplicar el conocimiento existente en vez de trabajar arduamente suponiendo que hay alguna medida mágica que resolverá todos los problemas.”

(“¿Qué gigantes?, dijo Sancho Panza”).
Deseo que los autores del Informe digan cuáles propuestas del llamado Consenso deberían de descartarse e indiquen las propias. En su artículo proponen en torno al papel del Estado y la empresa privada algo “mucho más mixto de lo usualmente aceptado, más atemperado y menos ambicioso que los imaginados desde un escritorio” Deberían decir, sin rodeos, qué cambiarían del Consenso, no señalando trivialidades como “más inversión humana”, lo cual es obvio, pero no dicen qué hacer si se debe optar entre más educación y más salud, entre más carreteras, más centros de desarrollo familiar, etcétera, y que nos digan, por favor, cómo hacerlo. O, si piden más “democratización”, señalen a qué se refieren. Cuando promueven lo que llaman “mercado e intervencionismo público” nada dicen de su alcance. O, al alegar que nuestros mercados son “oligopolísticos, poco profundos, con poca seguridad jurídica y sin derechos del consumidor”, sólo hacen una propuesta digna de la ínsula Barataria: que exista “otro tipo de mercados, cuya conformación y dinámica no se generan automáticamente”, ¡que digan cómo logarlo!

(Sancho: “¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento…?)

En 1990 Williamson usó la expresión “Consenso de Washington” para referirse al acuerdo que en ese entonces había acerca de políticas que, como mínimo, serían convenientes aconsejar seguirlas en América Latina, según criterio de las instituciones multilaterales en Washington. Básicamente eran: (1) disciplina fiscal; (2) reorientar prioridades de gasto público hacia áreas con alto rendimiento y mejora potencial en la distribución del ingreso, como salud y educación primaria e infraestructura; (3) reforma tributaria; (4) tasa de cambio competitiva; (5) liberalización comercial de tasas de interés y de influjos de inversión extranjera directa; (6) privatizar y desregular; y (7) asegurar los derechos de propiedad.

Es obvio y hasta necesario que se adicionen otras políticas, pues no sólo se trataba de un consenso mínimo en aquel entonces, sino que tampoco se les consideraba como creación típica del doctor Pangloss.

(“Calla, amigo Sancho, respondió don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras, está sujetas a continua mudanza…”)
Si como dicen los autores “no hay varitas mágicas ni recetas milagrosas para el desarrollo de Centroamérica, tampoco las hay para muchísimas otras cosas, pero queda en sus manos proponer alternativas mejores y más efectivas (que estoy seguro las habrá) a las propuestas del llamado Consenso de Washington. Quedo, como siempre, en espera de ellas.

Elisa
20/03/2012, 14:11
2003-10-30-ARGUMENTO CONTRA LA COMPETENCIA

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ARGUMENTO CONTRA LA COMPETENCIA

La Nación, 30 de octubre del 2003.

Se ha mencionado un argumento contra la competencia en servicios de telecomunicaciones prestados por el ICE. Analicemos si ese argumento es válido, independientemente de si se considera deseable que haya tal competencia.

Se dice que, como la empresa privada busca las máximas ganancias, no prestaría servicios en las actividades o regiones marginales pues la relación de costos a beneficios es muy alta; al contrario, dedicaría esfuerzos y recursos a áreas en las que los rendimientos son elevados. En lenguaje técnico de los economistas, la relación costo-beneficio privado no llevaría a invertir en esas áreas; pero, si se tomara en cuenta una relación costo-beneficio social, debería de invertirse en ellas. Es decir, lo que alegan es que de darse la apertura al ICE le dejarían los huesos (zonas rurales y pobres), mientras que los nuevos competidores agarrarían la cremita (zonas urbanas y ricas).
La preocupación anterior puede estar justificada; pero, si hay una diferencia entre rentabilidad privada y rentabilidad social, ¿es necesario oponerse a la propuesta de competencia? Parece estar claro para los costarricenses que los potenciales competidores del ICE estarían sujetos a lograr una concesión para prestar esos servicios, que son, de acuerdo con el criterio de rentabilidad social, considerados significativos o sensibles. Las concesiones se definirían en un contrato que contendría derechos y deberes, lo que permitiría –como en otros países– utilizar dos mecanismos alternativos.

Según una opción, el contrato señalaría que cierto porcentaje de las utilidades de las firmas que obtengan una concesión del espectro electromagnético (incluido el ICE, que hoy no paga), se destine a un órgano que regule al sector, el cual, entre otros, tendría como objetivo desarrollar las telecomunicaciones en áreas donde el sector privado “no entraría” por no ser rentable hacerlo (un fondo para acceso universal). Este fue el exitoso camino que siguió Chile.

Otra alternativa sería que el contrato poseyera una cláusula por la cual las firmas que dispongan de una concesión del espectro estarían obligadas a prestar servicios, de forma parcial, gradual e incorporadas en un plan de desarrollo, en las áreas que dejarían de ser normalmente cubiertas. Este fue el camino también exitoso que decidió seguir El Salvador.

En suma, con esas opciones, dentro de una regulación eficiente, quedarían disipadas las preocupaciones de quienes argumentan de tal forma para oponerse a la apertura y a la competencia, pues habría recursos para lograr el desarrollo de las áreas “no privilegiadas”.