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Elisa
13/03/2012, 08:44
LA ESTRATEGIA DE LA AMENAZA

La Nación, 20 de junio de 1975.

Este asunto de la legislación mordaza sobre la radio y la televisión nos ha traído sorpresas desagradables. Una de ellas fue una publicación de la Cámara Nacional de Medios Publicitarios, en la cual le brinda el apoyo al proyecto presentado por el Poder Ejecutivo, con el que se pretende amordazar la libertad de expresión.

Esa aparente sumisión de los medios publicitarios al Estado nos parece un síntoma más de la domesticación que se ha venido dando en el pueblo costarricense y, muy especialmente, en ciertos grupos organizados, tales como las cámaras patronales y algunas asociaciones colegiadas que, con excepción notoria del Colegio de Abogados, han manifestado con su silencio un apoyo al lema de “quien calla, otorga”.

Es necesario explicar claramente la razón por la cual se da este fenómeno de sumisión colectiva ante el intervencionismo estatal. Generalmente se presenta un proyecto “pavoroso”; es decir, de un corte intervencionista total, en el cual el patrimonio de los afectados se ve amenazado con una expropiación o pérdida total. Claro, inmediatamente los perjudicados protestan y amenazan y, como reacción, el Estado los invita al “diálogo”. Por arte de magia o de cálculo político surgen los “dialogadores” en el sector afectado, los cuales, muchas veces arrogándose el poder rector de la constitucionalidad o de la libertad económica, acuden a resolver el problema. Las reuniones van y vienen; los principios se van para no venir de nuevo y el resultado se presenta según lo esperado: una legislación intervencionista, aunque en grado menor que la propuesta, asegurando al Estado mayor control de la propiedad privada, que era el objeto inicial.
Esta táctica es muy comúnmente empleada en ciertos mercados, tales como La Lagunilla en la Ciudad de México o en los mercados de Guatemala y aún en ciertos negocios de San José. Primero el vendedor cotiza muy alto y uno, tratando de economizar, solicita una rebaja sustancial, pero, después de un teje y maneje, se llega a un precio que las partes aceptan y, por supuesto, ese precio generalmente era que el vendedor esperaba: “se lo imaginaban desde un principio”. Aquí el gobierno presenta un proyecto sumamente expoliador, con las amenazas más graves a la libertad económica que puedan imaginarse; surge el descontento, que es la contrapropuesta y, posteriormente, aparecen los “dialogadores profesionales”, quienes, heroicamente, logran el resultado ecléctico, que era lo que en un principio deseaba el Estado.

En el caso del proyecto mordaza sobre la radio y televisión, la situación es muy clara. Inicialmente el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes presentó un proyecto que equivalía a la socialización de la radio y la televisión, lo cual convertía a todas las estaciones en empleadas al servicio del Estado. Recuerde que las concesiones sobre frecuencias son una cesión del Estado y éste, perfectamente, podría cancelar dichas concesiones.

Ante la amenaza, los dueños de las estaciones de radio y televisión tuvieron que transar. Claro, no importó que lo que hubiera que ceder fueran los principios de libre expresión sin censura previa, puesto que se trataba de la supervivencia de las empresas de radio y T.V. libres, aunque fuera por un rato. De aquí que, entonces, se explica uno por qué la domesticación política de estos grupos se patentiza en tarjetas de apoyo al intervencionismo estatal, por parte de aquellos sectores directamente perjudicados: “de dos males, el menos malo”.

Por otra parte, el Estado, con el fin de recordarles la alternativa nefasta introduce otro proyecto, la espada de Damocles, que contiene las penas máximas, con el fin de que los perjudicados no protesten. Y así vemos un proyecto de la Asamblea Legislativa endosado por algunos a quienes no les importa la libertad de expresión y un estado fascista totalitario.

En síntesis, los empresarios, quienes deben tener graves problemas con sus conciencias, se ven forzados a llegar a lo que el Estado quiere, aunque al país se lo lleve la porra.