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Elisa
13/03/2012, 08:11
EL CUERO DE ALGUNOS


La Nación, 09 de setiembre de 1974 y reproducido en ese periódico el 15 de setiembre de dicho año.

El Poder Ejecutivo acaba de emitir un decreto en el cual se fijan cuotas a la distribución y venta de cueros producidos en el país.

Algunos pensarán que este decreto es uno más de tantos que hay por allí y probablemente, en su adentros, se dirán que, al fin y al cabo, a uno qué le importa les fijen cuotas a los productores de cueros.

Una de las enfermedades más comunes de la vista es la miopía, que consiste en no poder ver más allá de las propias narices, la cual está haciendo estragos en Costa Rica. Y creo que es hora de pensar acerca de cómo debemos curar esa cegatería, que me atrevo a llamar miopía empresarial. Existen algunos productores a los cuales no les preocupa el hecho de que el Estado súbitamente decida, por decreto, a quién y cuánto debe vender uno lo que ha producido. Y digo que nos les preocupa puesto que no lo están experimentando en carne propia. Puede uno pensar que lo mejor es el lema “zapatero a tus zapatos” y que así el perjudicado directamente, en este caso, el productor de cueros y el consumidor que paga por la ineficiencia de algunos empresarios protegidos por decretos estatales, sea quien lleve la batuta en la lucha contra los impedimentos a la libre compra y venta de los productos.

¿En qué radica, entonces, la miopía empresarial? En que no se dan cuenta de que la fijación de cuotas en la venta de cueros, que ahora afecta a algunos productores, el día de mañana puede, perfectamente, hacerse extensivo a su propio producto. Y entonces, señores, esos mismos empresarios que hoy muestran indiferencia ante el decreto presidencial porque no afecta sus bolsillos, serán los primeros en cacarear por lo que entonces les hagan. Permítanme hacer varias preguntas muy concretas: ¿Qué creen ustedes que harían los comerciantes si el día de mañana se emite un decreto por el cual se les obliga a vender una cuota de su producto a ciertos individuos o grupos o lo que sea, impidiéndoles venderlo a quien les dé la regalada gana o al mejor postor? ¿Qué piensa usted que harían los trabajadores si el gobierno emite otro decreto ordenando que tengan que trabajar cierto número de horas en ciertas empresas y a un salario menor que el que les pagarían en otras? ¿Qué cree usted que vayan a decir los agricultores si el Poder Ejecutivo les ordena el día de mañana que tengan que entregar una cuota de su producción de caña, de café, de chayotes o de lo que sea, a alguna empresa que por ahí tuvo el beneficio de satisfacer ciertos apetitos de algunos políticos por hacer “algo social”? ¿Qué opina usted sobre lo que clamarán los industriales si de pronto se ven obligados a vender su materia prima o sus productos acabados en cuotas para favorecer a ciertos beneficiarios de la bondad de Papá Estado?

Creo que es hora de que el empresario se dé cuenta de que aún cuando hay ciertas medidas que ahora aparentemente no le perjudican, nada garantiza que mañana sea él quien clame en el desierto por ayuda para poder operar libremente. Es necesario eliminar esa miopía empresarial basada en el error craso de no mirar más allá de sus propios intereses personales del momento. Tal vez debemos deducir algo de la regla de oro de “no hacer a los demás lo que no se quiere que los demás le hagan a uno”, como sería “hoy por ti y mañana por mí”.