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Elisa
13/03/2012, 07:57
GENERACIONES Y RECURSOS NATURALES

La Nación, 09 de julio de 1974.

Uno de los temas que más han sido objeto de recientes comentarios es el de la contaminación ambiental y la depredación de los recursos naturales. Alrededor de estos asuntos se ha dicho que son un problema que trasciende lo económico y que “el ambiente ecológico tiene no sólo valor económico sino un decisivo valor humano” (Contratos, extremismos y desarrollo, por José A. Sáenz Renauld, La Nación, 19 de junio de 1974).

La preocupación que comparto es la búsqueda de una utilización de los recursos y la conservación de un ambiente apropiado para las generaciones venideras, con “un sentido económico”, como apunta el Prof. Sáenz. Debemos por tanto, definir claramente el criterio que se deberá seguir en el empleo de los recursos naturales, de manera tal que tanto las generaciones actuales como las futuras, usen óptimamente los recursos escasos que brinda la naturaleza.
Si bien la tecnología, la política, la ética y otras ciencias tienen que ver con el problema de la utilización de los recursos naturales, la característica definidora de la ciencia económica es la optimización en el uso de los recursos escasos cuando hay fines alternativos. Por ello, yerran en su enfoque acerca del problema de la contaminación ambiental y el empleo de los recursos quienes dejan de lado el análisis económico.

El punto fundamental de la discusión es cómo deben utilizarse los recursos naturales. Es obvio que si lo que se desea es mantener en existencia los recursos naturales no renovables por el mayor tiempo posible, entonces, lo óptimo es que nunca sean utilizados. Sin embargo, no creo que los “conservacionistas” estén dispuestos a que se congele el empleo de los recursos no renovables, aunque de esta forma los nietos y los tataranietos heredarían el máximo de recursos naturales.

Por lo tanto, debemos buscar un medio racional para la utilización de los dones de la naturaleza. Para ello, supongamos que poseemos un bosque. Podríamos, como una alternativa, no cortar el bosque y dejar que termine su ciclo natural. Esto implica que se está incurriendo en un costo al dejar de ganar por no cortar los árboles. Entonces, ¿deberíamos cortarlos ahora? Veámos: si vendo la madera hoy obtendré ciertos ingresos; pero si dejo que los árboles crezcan por otro año éstos me redituarán más. Por lo tanto, tiene que existir algún punto en la vida de los árboles en el cual su corte rinde las mayores ganancias.
La regla que el economista brinda es que los árboles deben ser cortados a lo largo del tiempo, de manera tal que se haga máximo el valor presente o descontado de esos árboles. Se habla de valor presente porque los costos en que incurran en el futuro serán una carga menor que si tuvieran que ser pagados hoy y los beneficios cada vez valen menos mientras más en el futuro se perciban.

La regla sugerida aparece, entonces, de la comparación de los beneficios de no cortar el bosque (el terreno puede ser usado como un centro de recreación o de campamento) con los costos de no cortar los árboles (los costos alternativos de no vender la madera por lo que se le pueda sacar).
Por lo tanto, un significado operativo del concepto de conservación es el uso óptimo a lo largo del tiempo de nuestros recursos naturales fijos.
Veamos un ejemplo, no ya de bosque, puesto que los árboles pueden siempre volverse a plantar, sino de un recurso no renovable, tal como el caso de las calizas que se utilizan en la producción del cemento (pueden ser, también petróleo, gas natural, hierro, níquel, etcétera, pero no parece que los haya en Costa Rica hasta este momento).

Creo que si la caliza no se usa nunca; es decir, es totalmente “conservada” ni nosotros ni nuestros tataranietos recibirán beneficios por el empleo de ella. Dado lo absurdo de esta situación, ¿cómo decidimos cuál ha de ser la tasa a que utilizaremos estos recursos? De nuevo el criterio es emplearlos de manera tal que el valor presente de este recursos sea el máximo. Por lo tanto, eventualmente es posible que en la alguna fecha del futuro se agoten las calizas. Y ello es resultado de una utilización óptima de los recursos porque, si se paralizara o detuviera el uso de las calizas, muy posiblemente se empleará algún otro recurso en forma más intensiva o se desarrollarán sustitutivos. Es decir, se gastarán más rápidamente que en la forma alternativa. Debemos recordar que es imposible “conservar” todo. Si así lo fuera, el hombre no hubiera existido desde hace mucho tiempo. El criterio de uso óptimo requiere que utilicemos antes los recursos que nos son más baratos y los más caros, luego. Si decidimos emplear ahora una combinación de recursos que tiene un costo mayor que otra, estaremos engañando a las generaciones futuras, las cuales heredarán una riqueza menor. Con su “conservacionismo” así les hacemos un flaco servicio a nuestros descendientes. “Conservacionismo” no puede significar un uso erróneo de nuestros recursos mediante limitaciones emotivas; al contrario, el verdadero conservacionismo significa la obtención máxima de los beneficios derivados de la utilización de nuestros recursos naturales escasos.

Si nuestra preocupación es el bienestar de las generaciones futuras, los “conservacionistas” no deben olvidar que el bienestar de la población venidera depende del comportamiento de los ahorrantes actuales. Por ello, el criterio del máximo valor presente es el conducente al empleo mejor de nuestros recursos naturales escasos. Es un error definitivo el dejar de lado o subestimar el criterio económico. No existe un divorcio entre el valor económico y el valor humano, puesto que, al fin y al cabo, la economía es una ciencia social al servicio del hombre y no se trata de algo extrahumano.