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Jorge Corrales Quesada
05/02/2012, 13:44
EL PUEBLO Y LOS IMPUESTOS
Por Jorge Corrales Quesada

El 30 de enero La Nación publicó su encuesta de UNIMER, la cual expone la enorme reacción negativa de los costarricenses, a la pretensión de aumentar los gravámenes por parte de la administración Chinchilla, apoyada en ello por el opositor PAC. Casi un 75% de los entrevistados señaló, atinadamente en mi opinión, que el plan de impuestos no ayudaría a paliar la crisis fiscal. Este porcentaje es notable. Y destaco que La Nación, que contrató esa encuesta, ha sido un fuerte y declarado promotor del aumento de impuestos en el país. Lo ha hecho tanto desde sus páginas editoriales, como por artículos de muchos de sus más reconocidos comentaristas de planta. Este resultado ha de haber sorprendido a los estatistas de ese medio, quienes más se han preocupado por atiborrar de impuestos a la ciudadanía, en vez de exigir una real y significativa disciplina en el gasto público.

Un resultado importante de la encuesta es la expresión ciudadana acerca de las opciones existentes para resolver el problema fiscal. La más significativa es la disminución del gasto público (un 50%). Si a ésta se le unen la reducción de trámites y burocracia (un 33%), la disminución en servicios (un 18%) y la privatización de instituciones (otro 16%), que van en la misma línea que la primera de las respuestas, resulta evidente el deseo social de disminuir el déficit estatal, no mediante un aumento de los impuestos, sino reduciendo de diversas formas el excesivo gasto público. El ciudadano no es tonto: se ha dado cuenta clara de que tener un déficit en el sector público sólo significa que es un gasto gubernamental en exceso. Por ello, lógicamente, lo que hace es clamar por su reducción.

Pronto surgirá algún arrogante quien exclamará que “¿qué sabe el pueblo acerca de cómo se logra un impostergable equilibrio fiscal?”. Lo cierto es que la ciudadanía se ha dado cuenta de que, entre más plata se le da al fisco, ello no ayuda a resolver la crisis económica del sector público. Es por eso que en la encuesta tan sólo un 15% arguye que “la reforma paliará el bache fiscal.” La historia le da la razón a los primeros: en los últimos 25 años, durante los cuales hemos tenido muchos episodios de ampliación de impuestos existentes y la creación de nuevos gravámenes -todo siempre llevado a cabo baje el prurito declarado de disminuir el déficit- únicamente durante cuatro años se ha tenido superávit y dos de esos años, 2007 y 2008, se caracterizaron por un fuerte crecimiento económico nacional y externo. La plata, que por impuestos le entró al gobierno, sólo le sirvió para para que luego la gastara. De inmediato, de seguido, se vuelve al ciclo de pedir otro aumento de impuestos para financiar ahora al nuevo déficit.

En estos momentos los ciudadanos claman porque se haga algo distinto a simplemente darle más recursos al fisco. Por ello, un primer buen paso es que un 46% pide que se recolecten mejor los impuestos vigentes. Me atrevo a pensar, si es que no se le preguntó o no se presentó la información correspondiente, que si a la ciudadanía se le hubiera cuestionado acerca de si considera apropiado que, en tanto unos cada vez tienen que pagar más y más impuestos, a otros se les exime de su pago, las respuestas se orientarían hacia el principio esencial de que haya un trato igual ante la ley de todos los ciudadanos. Es claro que hoy hay algunos que no pagan, mientras que son otros a quienes casi siempre les cae encima el peso tributario.

No me interesa, en este momento, comentar los efectos político-electorales de la reacción ciudadana frente al paquete impositivo. Deseo recalcar en esta oportunidad el enorme divorcio que hay entre algunos políticos social-demócratas y un pueblo encabritado con los impuestos. En una reunión de la social-democracia internacional recientemente celebrada en nuestro país, el invitado de honor, el ex primer ministro de Grecia, Andreas Papandreau, pretendiendo ser “un buen experto internacional”, con sólo un par de días de estar en Costa Rica alabó y urgió la aprobación del paquete de impuestos Chinchilla-Solís, causando enorme satisfacción entre los políticos de siempre allí presentes. El mayor responsable del déficit gubernamental griego, que hoy tiene en jaque a todo el continente europeo y casi que a la economía mundial, fue alabado por nuestra Presidenta por su buena conducción económica de la pobrecita Grecia. No pudo este gobierno social-demócrata dejar de mostrar lo “soplas” que puede llegar a ser.

Lo descrito es un ejemplo de la falsedad de ciertas alabanzas en el campo político, así como una demostración de una grave falta de sentido de común, cuando se elogia tan reprochable actuación en cuanto a una buena conducción de las finanzas de una nación. Pero, más que todo, esa zalamería de nuestros políticos se hace para encubrir un vano fingimiento: no es cierto que el país vive en una abundancia que tan sólo está para ser gravada con más y mayores impuestos. Un excesivo gasto estatal y el desperdicio en el uso gubernamental de los recursos escasos que un pueblo pobre paga en impuestos, ciertamente constituyen la mayor muestra de la falta de solidaridad con la ciudadanía de los políticos gobernantes. Tal vez esta conducta tan sólo sea explicable, si entendemos que lo que pasa es que este gobierno cree tener la capacidad de dirigir bien nuestra nación, pero que ese pretendido atributo no pasa de ser una ilusión politiquera más que se nos ha querido imponer.

Escrito el 02 de febrero del 2012.